10 | Final

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—Es imposible. Alguien lo habría visto salir.

—Insisto, cazadora Artemis. Ni mis subordinados ni yo hemos avistado nada desde aquí. Debías creer que estaba bajo los escombros, pero quizá escapó antes de tu último ataque y se refugió en el edificio. He mandado diferentes equipos a investigar el interior del Centro de Recuperación. Mis Agentes lo encontrarán.

Las palabras del vicealmirante de la Flota Marina Autoritaria no tranquilizan a Artemis en absoluto. Cynthia sabe que es inútil que revisen el edificio: Ewen no está ahí. Ha huido. Se ha escabullido ante la vista de los treinta barcos y aeronaves que estaban patrullando el exterior.

¿Cómo demonios ha conseguido eso?

—Por tu parte, ya has hecho suficiente —añade Tomas Mérida, el vicealmirante, con ese tono serio y tajante que lo caracteriza.

Cynthia no lo conoce mucho, pero ya tenía una imagen forjada sobre ese hombre. La figura del vicealmirante es imponente pese a su escasa estatura. Es alguien serio, fiel a la Autoridad e inamovible.

Él no es nadie para darle órdenes, por supuesto, pero Cynthia entiende el mensaje que deja ver entre líneas. Si sigue causando desastres, se verán obligados a detenerla.

Cynthia sonríe, tragando su orgullo y las ganas de seguir destrozando el terreno.

—Estás aquí solo —observa con cierta sorpresa—. La Almirante Bayas no viene contigo.

—Es correcto —confirma Tomas.

—.¿Por qué? ¿Desobedeces sus órdenes?

Un sutil movimiento levanta su ceja derecha. Por algún motivo, ni siquiera se molesta en negarlo:

—Algo así. Y suerte que lo hice o esto habría sido una carnicería.

Suerte que lo hizo, sí. Suerte para todos los civiles que lograron salir del edificio con vida antes de que Artemis y Apolo lo destrozasen.

No obstante, para Cynthia es evidente que Tomas se ha tomado esa molestia solo por una razón: salvar a su hermano menor, Ícaro Mérida, quien está sentado a unos pocos metros de ambos. Se abraza a una manta refrigerante y asiente estático a las indicaciones de los doctores.

—Mónica Bayas reconoce su error —continúa Tomas—. Dará un discurso público en unas horas, si eso es lo que te preguntas.

Cynthia asiente levemente, aunque en realidad no se pregunta nada. Solo quiere saber dónde se ha metido el maldito Apolo, pero Tomas Mérida no puede contestarle a eso. Sus Agentes no lo encontrarán.

Cynthia sabe que tendrá que investigar por otras vías.

Concluyen su conversación a los pocos minutos. A continuación, Cynthia se dirige hacia Ícaro. El joven de pelo rosa tiene la mirada perdida, puesta en el suelo. Su aspecto es lloroso y desaliñado, aunque físicamente parece estar bien.

Cynthia se imagina lo duro que será verse así para una persona que vive de su imagen. Con su aspecto destrozado... Con su corazón destrozado.

—¿Te encuentras bien? —pregunta ella.

—Todo lo bien que puedo estar —contesta él.

Realizadas las formalidades, Cynthia no titubea al preguntar:

—¿Sospechabas algo?

Ícaro levanta sus ojos rosados hacia ella. Parece confuso. Luego dolido.

—Lo amaba... —murmura—. Por supuesto que no sospechaba nada.

O es muy buen actor, o no es cómplice de todo eso. Cynthia se inclina por lo segundo. Incluso siente pena por él.

—Ha huido —lo informa ella sin perder tiempo—. ¿Tienes alguna pista de adónde ha podido ir?

Pesadilla En La Cocina EstelarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora