𝐈𝐈

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Dumbledore

A la mañana siguiente, Dumbledore volvió explorar a la habitación

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A la mañana siguiente, Dumbledore volvió explorar a la habitación. Se levantó en cuanto los primeros rayos de sol se apoderaron del lugar; eso gracias al ventanal frente a su cama, que no tenía cortinas y provocaba una iluminación inminente. Caminó alrededor de la habitación y notó que habían libreros, algunas cajoneras y muebles altos (quizás armarios). Abrió estos últimos de inmediato: no poseían nada sorprendente más que trajes, zapatos y ropa interior limpia.

El lugar no decepcionaba en ningún aspecto, todo era altamente costoso.

Observó una puerta al otro lado del cuarto, que supuso era la salida de la habitación, y por inercia caminó hasta ella sabiendo que lo más probable era que estuviera cerrada. Una vez frente a la puerta enroscó sus dedos en la perilla y un toque electrizante, proveniente del interior, lo invadió. La perilla giró, pero la puerta se negaba a abrir: estaba encantada. No pudo evitar sentirse decepcionado por ello, así que se dispuso a seguir explorando cada detalle del lugar.

Buscó un baño, era una habitación que debía estar por necesidad. Logró ubicar una puerta camuflada con el tapiz de las paredes y la abrió: adentro estaba el cuarto de baño con lo típico, pero sin dejar de ser ostentoso. No había espejo, cosa que lamentó: realmente deseaba verse, incluso a sabiendas de que se vería muy acabado y enfermo. También había una tina, lo cual catalogó como una debilidad.

Si él quisiera podría suicidarse y nadie se lo impediría.

De igual forma, no se encontraba desesperado por terminar con su vida, puesto que necesitaba salvar las de otros. Acabar consigo mismo era un lujo que estaba obligado a olvidar por el bien de todos. Aunque no sabía si podría escapar del lugar, pensar en salvar a otros antes que a sí mismo siempre sería su prioridad. Fuera de ese tema le sorprendió estar bastante tranquilo, como si ayer no hubiera tenido una crisis de estrés y preocupación.

Dumbledore salió del baño con unas inmensas ganas de ducharse, aunque sin una toalla (por obvios motivos) evitaría hacerlo de momento. Ya en la habitación se acercó a los libreros y examinó sus titulares, los cuales tenían una característica común: literatura muggle. Tomó uno que hablaba sobre historia; la mayoría de las novelas románticas y de ficción ya las había leído. Y de no lo haberlo hecho, ahora no estaba de muchos ánimos para leer novelas con dramas que procesar: apenas era capaz de procesarse a sí mismo como un individuo que olvidó su propio comienzo.

Se dirigió hacia el sofá más cercano y se puso a leer, pasando las páginas con rapidez, hasta casi consumir el libro. A pesar de conocer mucho de la historia de Europa muggle, releerla le dio cierta frescura, como si volviera a activar conocimientos que habían permanecido muy en el fondo de su mente.

Pasó demasiado tiempo enfrascado en la lectura que no escuchó al elfo entrar.

—Eru ha traído el desayuno al señor Dumbledore —avisó al darse cuenta de que el susodicho no despegaba la vista del libro—. Si el señor Dumbledore desea algo puede pedirlo a Eru.

𝑨𝒍𝒍 𝒕𝒉𝒆 𝒕𝒉𝒊𝒏𝒈𝒔 𝒘𝒆 𝒅𝒊𝒅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora