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—¡Tn, date prisa! —gritó mamá, desde la sala.

Me encontraba colocando rímel en mis pestañas, mientras me aseguraba que el maquillaje se encontrara perfecto.

—¡Ya voy, ya voy! —también grité y apliqué perfume detrás de las orejas y un poco en la ropa. Salí de mi habitación de mala gana.

—¿Ahora qué te pasa? Llegarás tarde si no te apuras —dijo.

—¿Estás segura que puedo ir así vestida? —pregunté, mirando el pantalón flojo de color celeste y la camiseta negra de Pink Floyd.

—Que sí —respondió—, creo.

—¡Mamá! —me estaba desesperando.

—Es el primer día de clases, no te dirán nada, y si lo hacen, les puedes decir que no nos dió tiempo de comprarte el uniforme. —excusó.

—Claro, no nos dió tiempo —dije irónica, volteando los ojos.

—Mejor llévate una camiseta blanca por si acaso —dijo mamá. Miró a sus alrededores buscando la camiseta y tomó una que era para donar y aparte...

—¡Es la camiseta vieja de Keigo! ¡No voy a utilizar algo que es para donar ni mucho menos algo que es de ese molestoso! —hablé, mirando la prenda de mi hermano mayor.

—Deja tu drama de una vez, Tn. Guárdala y sube al auto —dijo papá, apareciendo de la nada.

—Si me regañan, ustedes serán los responsables —dije seriamente.

—Sí, sí, como sea. —mamá me empujaba hasta el auto y los tres nos subimos en él.

El camino a mi –desgraciadamente– nueva escuela fue un martirio para mí, porque decir que me encontraba nerviosa quedaba corto. Iba sumergida en mis pensamientos que no me dí cuenta cuando llegamos a nuestro destino. Antes de bajar del auto, me puse un cubrebocas, me sentía muy insegura con respecto a mi físico.

—¿Por qué te colocas eso? —preguntó mi padre, mirándome por el retrovisor.

—Porque sí —respondí—. ¿Quién sabe si vuelve a haber un virus mortal?

—'Porque sí' no es una respuesta, Tn.

Esa siempre era y sería mi excusa cuando preguntaran la razón del uso del cubrebocas, jamás diría que es por inseguridad, obvio. En fin, papá fue a estacionar el auto después de que mamá y yo bajáramos.

Miré a las personas que estaban allí afuera —que eran muchas— y me asusté al ver lo que más temía que pasara.

—Ay, no... —dije, sintiendo que me desmayaría.

Para tu drama, ¿quieres?

No, no quiero.

—¿Qué pasó? —preguntó mi mamá.

—¡Todos están usando el uniforme y yo soy la única que va como si fuera a ir al parque! —grité no tan fuerte.

—¿Y eso qué? Que no te importe lo que digan las demás personas, hija —habló papá.

—Exacto, haz caso a tu padre y... —me tomó por los hombros, empujándome hacia el portón del colegio— vamos para que entres de una vez.

Era un coliseo mediano donde supongo que ahí realizarán cada evento que hay de la escuela.

—¡No, por favor! ¡Qué vergüenza entrar así vestida! —dije en pánico—. Yo sería como un lunar en la clase que me toque.

—No exageres. —dijo mamá y se acercó a una señora no tan mayor que estaba a un lado parada—. Disculpe, ¿los alumnos ya pueden entrar?

—Oh, sí, pueden ir entrando y sentándose en las gradas de allí. —indicó la señora, señalando aquellas gradas en los extremos del coliseo.

Ahí se encontraban ya la mayoría de los alumnos de todos los grados, y claro, todos llevaban el mismo uniforme.

—Bien, muchas gracias —respondió mamá de manera amable y con una sonrisa. La señora se limitó a imitar el gesto y asintió.

—De acuerdo, tenemos que ir a la oficina así que ya ve —me ordenó papá

—Pero...

—Ve —dijo serio.

—De acuerdo, adiós —dije apretando los dientes.

—¡Cuídate y diviértete! —gritó mamá.

Apuesto que los que ya estaban sentados, voltearon a ver a mi madre y después a mí.

Dios, ayúdame.

Caminé hacia el otro extremo del coliseo y subí a la grada más alta. Mala idea. No había en dónde recargar la espalda, lo que provocaba dolor en ésta misma. Poco a poco el lugar se iba llenando más hasta que nos dieron la bienvenida y todo eso. Los profesores y directivos mencionaban lo felices que estaban de volver a verlos, a mí no porque era nueva.

Después de tanto discurso, indicaron que subirían a las aulas por orden del grado. Los de primero y segundo pasaron a sus salones, hasta que finalmente llamaron a los de tercero.

Qué emoción.

Métete tu sarcasmo por donde te quepa.

Tú cállate.

Bajé de las gradas sintiendo miradas sobre mí y eso me puso más nerviosa de lo que estaba, tanto que al bajar la última grada, casi me reviento la boca contra el piso. Caminé rápido hacia donde los otros de tercero se encontraban formándose y yo también me metí.

Al parecer yo era la única nueva en ese grado, ya que todos sabían a dónde dirigirse sin ninguna indicación de algún profesor. Salimos del coliseo y doblamos hacia la derecha, ahí pude ver unas escaleras al lado izquierdo y a la derecha estaban los salones de primero y segundo. Subimos al segundo piso, donde noté que habían como tres caminos; de frente y otro en la derecha, a la izquierda solo estaban los baños. Los demás siguieron de frente y yo les seguí.

Joder, esta escuela parece un laberinto.

Llegamos al final del pasadizo donde estaban tres salones que decía "3–" en cada letrero con su respectiva sección. La mayoría de estudiantes con los que venía, se acumularon fuera del aula más cerca, buscando sus nombres en la lista que había a un lado de la puerta. Quise meterme para ver si mi nombre estaba escrito en aquella lista, pero no me quise arriesgar a que me de un ataque de ansiedad y estrés por sus gritos y empujones.

Caminé hacia el siguiente salón que había, "3–B" era lo que decía el letrero. Leí casi el final de la lista ya que siempre era una de las últimas, y ahí encontré mi nombre.

Tn Takami.

Enchanted [Shoto Todoroki & Tn]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora