Rondando tu esquina

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1.

Quisiera no haber dejado media botella de vino tirada, cerrarme en mí mismo. No seguirte, no sentirte ni mirarte, no dejar que las ansias ganen y levantar la mirada por encima del vaso. Quisiera haber muerto un segundo y revivir al siguiente sin saber qué pasó entre tú y yo.

Si describo mi semblante sería un ostentoso intento de presentación que por ego mismo haré escuálidamente. Trataré de concentrarme en algo más dos ojos profundos en mi conciencia y una soga de remordimiento al cuello.

Digamos que sentarme a ver la decadencia de la gente me parece divertido, sueles encontrar buen material para historias. Aunque sea un bohemio sin trabajo no la paso mal. Bueno, si tengo para una cerveza, una comida insípida y un cigarrillo me da la semana.

En mis tardes tomo fotos a lo que sea con tal de tener algo más de relevancia en alguna clase de arte sin sentido — que había colado antes —. Mi cámara estaba engañándome, casi planeando mi ruina mientras que foto a foto el lente me jodía. Venía un clic, y otro, y otro ...

— ¡Joder! —

Un rayo atravesó el lente cuando di el último clic, sin ahuyentar mis ganas de romper esa estúpida pieza de chatarra contra el suelo de una buena vez. Tomé un brevísimo descanso, miré al cielo y con el cigarrillo en los labios, tomé una bocanada de humo. Sentado, viré la mirada hacia la chatarra. Ahora me mostraba algo diferente, como una buena noche; aunque, la verdad creí ver una desgracia, un sentimiento agridulce tuve, creí ver una maldición con carisma y encanto.

Cuando despegué la vista de encima, una imagen había quedado dentro. Estaba de costado, con cabello negro como la misma muerte y aligero al viento, piel blanca; detallarla es una parte burda de mí, teniendo en cuenta que nunca en mis adentros me hubiese detenido a hacerlo. Bueh, en fin. Ojos pardos y elegantes. Exquisitos labios, buen cuerpo.

— ¡Bah! — Pensé. Es solo una chica más, nada que no haya visto antes. Pero se ve muy bien ...

Me acomodé la corbata que traía, fui al bar más cercano.

2.

The Sixth Knight Bar:

Había mucha gente. Lo detesto. Me pedí una cerveza negra, quería olvidarme del día. Agarro la botella y con cada sorbo me recuerda todo el día, pensando en como carajos no joderme más la semana. Mi apartamento está cerca en realidad, el bar y la cerveza ya me envolvían y conocía al barista.

— ¿Qué mas da? — Solté — no pienso volver a esos veinticinco metros cuadrados. Que se joda el trabajo, ya hice lo de la semana.

—¡Que se joda William, no tengo por qué pagarle tan pronto! — No pienso dejar $50 dólares en la puerta de su casa, ¡Me los debe, el hijoputa se llevó a mi chica! —.

— Eh, tú, ¿Qué carajos dices? Ahuyentas a todos — Dijo el barista.

Un tipo alto y serio, casi sin semblante y con cabello rizado y corto. Parece no haber cogido en su vida, ni tener vida más que atender borrachos, prostitutas y fotógrafos.

— El hijoputa de William — Al final le respondí.

— Me contaste, pero no grites, o te vas ¿oíste? —

— Otro imbécil — dije en voz baja, no me escuchó.

Pedí un vino argentino, merlot. El barista me miraba con cara de no pagar las siguientes copas, le tiré un billete de cien, pareció darse cuenta de mi mal genio, y me dejó en paz.

Tomé varias copas hundiendo mis pensamientos en cosas que me atraían, fotografía, literatura, sexo, y me lo repetía:

— Fotografía, literatura, sexo, en bucle —.

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