Rondando tu esquina - Parte 3

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6.

Motel Johnson Jefferson 

Me sentía de la mierda, creo que ya no era el alcohol — al menos no totalmente —, creí que mi cabeza saldría disparada como el hombre bala en un cañón de circo. No hice el intento de levantarme muy de prisa, y eso que tendría que entregar ese día unas fotos. Simplemente me relajé, mirando hacía el techo y sin pensar nada más que: el parque, sus ojos, mi cigarro.

Los pensamientos lentamente me seguían, uno tras de otro. No quería pensar en eso, no podía. Lentamente creí pensar que efectivamente mi corazón había cedido sobre una figura, cosa absurda pensando la vida que había tenido hasta ese momento. Tal vez había estado solo mucho tiempo.

¿Importaba? No sabría decirlo, solo me dejé llevar de mis ganas de salir ese esos veinticinco metros cuadrados, al final lo hice. Me levanté, ya con menos dolor de cabeza, desayuné lo de siempre — vaya desayuno de mierda — y me fui cerrando la puerta de un golpe.

Caminaba por la ciudad y esta vez todas las radios por alguna maldita razón sintonizaban jazz. ¿Qué artista ahora la había puesto en la cima con Jazz? Joder. Eran comienzos en los 90s, ni en pedo alguien perdería el tiempo escuchando Jazz. Tal vez las personas con necesidad de atención, como una gata en celo. Me puse los audífonos encima, sonó alguna balada más que olvidé, también estaba cansado de toda esta mierda. Ni siquiera la disfruté un poco.

A este punto ya iba corriendo, odio llegar tarde. Corría otra vez por esas calles llena de gente indeseable, aunque he de decir que me sentía un poco relajado, ¿la cerveza?

No había mucho tráfico — humano — por el sector, parecía tranquilo.

De pronto me encontraba en el suelo, no entendía nada. Estaba a punto de soltar mis maldiciones y palabras que en su puta vida alguien habría de escuchar...

— Perdón — oí decir.

— ¡¿Pero qué mier...?!

Me había tropezado con la última persona que habría de querer.

— ¡¿Qué haces?! ¡¿Estás loca?!

— ¡Eh, que no miré que te me venías encima! — Replicó.

Esta vez no sé por qué me detuve un segundo en detallarla: cabello largo, labios grandes, un poco de maquillaje — no lo necesitaba — y algo de furia en sus ojos. Estaba a punto de replicar su respuesta. Contra todo pronóstico no dije nada.

— ¿Con qué eres tú, el imbécil número uno? — soltó, después de un momento.

— Ni te atrevas esta vez, voy tarde ¿te importa?

— También voy tarde, odio llegar tarde — también dijo.

— ¿Te puedes quitar entonces?

Nos levantamos.

— ¿Eres una pesadilla, lo sabías? — dije.

— Encantada, pero mi nombre es Melissa.

No respondí, solo aticé a mirarle los ojos, algo molesto también.

— ¿A dónde vas? — pregunté. No iba al periódico, estaba justo al contrario de su camino.

— Motel Johnson Jefferson, ¿Escuchaste del rubio que mató a algunos tipos?

— No me jodas.

Le expliqué que lo había visto en las noticias cuando desayunaba. Me invitó al Motel — no como habría querido —, necesitaba un fotógrafo.

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