-Cómo te fue en tu primer día de clases?
Cómo siempre, la voz cálida de Mayra, mi psicóloga, me invitaba a abrirme a ella. Me acomodé en la misma silla de siempre mientras ella regaba una de las tantas plantas que había en su casa-consultorio. La maceta en cuestión era de un potus, que hacía de centro de mesa. A su lado me esperaba un frasquito nuevo de flores de Bach.
-Fue increíble! El colegio es todo lo contrario a lo que creía. Nadie me miró torcido cuando entré al aula y encima hay una chica, creo que se llama Alicia, que me parece que puede ser gótica o metalera.
Mayra arqueó las cejas.
-No usan uniforme ahí? - preguntó.
-Sí, pero hay algo. No sé cómo explicarlo pero me doy cuenta cuando alguien es medio alternativo.
Ahora mi terapeuta tomó asiento frente a mí, sonriendo ampliamente. Le devolví el gesto.
Para ponerlos en contexto, me sentía más cómoda con ella que en mi propia casa. Si bien Mayra vivía en un edificio en pleno barrio de Once, toda la locura y el ruido de la ciudad quedaban en el olvido apenas pasaba la puerta. Subía las escaleras de mármol hasta el primer piso y entraba a otro mundo, uno que olía a incienso y estaba decorado al estilo oriental.
Cuando me imaginaba de adulta viviendo sola, visualizaba un monoambiente como aquél, con ese ventanal enorme, que siempre dejaba entrar la luz del sol.
Justamente estaba pensando que Mayra era una persona "solar" cuando ella me preguntó cómo me había sentido en el aula, con los nuevos compañeros.
-Bien - respondí - Pude hablar. Me senté al lado de una chica que se llama Denise, que en seguida me presentó a dos de sus amigas.
La sonrisa de mi interlocutora se ensanchó más.
-Viste que te dije? Vos podés lograr lo que te propongas, siempre. Cualquier cosa...
-Por ahora me conformo con poder relacionarme como una persona normal.
Y con poder hablarle al chico del flequillo largo sin cagarla, pensé.
Cuando levanté la vista, noté que Mayra había entornado un poco los ojos.-Hablaste algo con esa chica Alicia?
-No todavía. Pareciera que cuanto más me interesa una persona, más me trabo y hago estupideces.
Cómo seguía pensando en el chico, me subió el calor a la cara.
-Hay... alguien más. Alguien que conocí por el camino cuando iba al colegio.
Le conté la secuencia con lujo de detalles. No parecía compartir mi entusiasmo. Se limitó a mirarme largamente, sin decir nada.
-Se lo que estás pensando -dije - Que va a pasar lo mismo que con Darío. No voy a repetir mis errores.
Ella levantó el dedo índice por delante de su cara.
-Nada de perseguir a los chicos, Sandra. Ellos te tienen que buscar a vos.
Negué enérgicamente.
-Sé que a veces puedo ser bastante intensa...
Mayra soltó una alegre carcajada. Luego nos pusimos a rememorar las locuras que había hecho un par de años atrás cuando me enamoré de Darío, quien había sido mi primer novio. Cuando ella había hablado de perseguir, había sido literal; una vez lo había seguido a escondidas para saber dónde vivía. Después de eso empecé a dejarle cartitas por debajo de la puerta.
-No te preocupes, que ya no tengo quince años. De todos modos tan mal no me fue, si terminamos siendo novios.
-Terminó saliendo todo como querías, lo que no necesariamente signifique que haya sido algo bueno. Ya te olvidaste de que le ocultaba la relación a sus amigos? O cómo te comparaba siempre con esa otra chica con la que había salido? Ese pibe no te quería ni un poquito!
-Me quería a su manera.
Quizás para hacer tiempo y recuperar su paciencia, ella me acercó el frasquito de flores de Bach para que lo guardara.
-Esta semana te hice una mezcla para que puedas desinhibirte más y reducir la ansiedad. Creo que la próxima voy a tener que agregar algo para el amor propio.
Amor propio.
Creía que sabía lo que era pero no tenía idea. Después de Darío y del acoso escolar que había vivido, pensaba que había aprendido a amarme y respetarme. No hacía más que mentirme a mí misma. Decía que me enorgullecía ser diferente al resto, pero en el fondo deseaba encajar. También me repetía que era especial por ir y encarar al chico que me gustaba. Veía romanticismo y valentía donde los demás veían terquedad y una persona sin dignidad. Inconscientemente ya sabía que todo era un engaño.
No me amaba. No reconocía nada maravilloso en mí. En cambio, cuando me enamoraba, detectaba en el otro virtudes que ni ellos sabían que tenían. Algunas de esas virtudes eran reales, pero más que nada idealizaba.
Llegué a casa cerca de las ocho de la noche y me fui a bañar. Cuando salí, encontré a Sofía sentada en mi cama.
-Por fin! Estuve esperando todo el día para hablar con vos!
-Eso es porque VOS no estás nunca. Yo voy a la psicóloga una vez por semana y ya está. No voy a patín ni a danza. Ni tengo amigas.
Al escuchar eso último, mi hermana puso los ojos en blanco.
-Eso es porque VOS no querés. La hermana de Juli siempre te invita a las juntadas que hace y vos no vas.
-La hermana de Juli es cristiana.
Cómo estaba esperando, tenía que contar de nuevo cómo había ido mi día y ya a esa hora empezaba a bostezar. Por suerte, Sofía me interrumpió en la mitad del relato para preguntar lo que más le importaba:
-Cómo son los chicos del Piadosas? Hay alguno lindo?
-Bueno, hay un chico lindo, pero es de Santa Rita. No lo había visto antes y, obviamente, no sé de qué curso es.
Ella me pidió que se lo describiera. Le dije que era muy alto y flaquito, medio pálido, de pelo castaño.
-Uno que es emo?
-Que es qué? - pregunté confundida.
-En qué mundo vivís, Sandra?
Me hizo sentar con ella frente al monitor de la computadora y abrió YouTube. Ahí me mostró algunos vídeos de una banda llamada My Chemical Romance, después otros de Good Charlotte.
-Esto encaja bastante con la imagen de él. Tenía media cara tapada por el flequillo.
De repente Sofía dió un saltito y me apretó el antebrazo.
-Creo que ya sé quién es! Debe ser el que entró en cuarto año.
-Menos mal que no quedaban vacantes...
Pensé que si no me hubieran sacado de ese colegio, ahora seríamos compañeros de clase. También era probable que si yo quedaba ahí, él no hubiera podido entrar. Quién sabía?
-Sí querés puedo hablar con él. -dijo Sofía.
-En serio? Sí! Ah, pará, mejor no. O no sé. Qué le dirías?
Por más que intentó calmarme diciendo que lo dejara en sus manos, yo no estaba para nada segura. Ella se jactaba de ser una experta en cuestiones sentimentales, pero no se podía pasar por alto el hecho de que tenía sólo trece años. A su vez, aunque yo era mayor, no sabía cómo proceder.
Finalmente decidí hacer una nota en un papelito con mi msn y un dibujito estilo animé. El resto se lo dejaría a Sofía. Y que pasará lo que tuviera que pasar!
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Punto de Partida
FantasyUna vida hecha de errores, un amor invencible y... un inesperado viaje al pasado.