Si no fuiste el

169 20 7
                                    

La noche estaba ya bien entrada, reinando en toda Star Town el negro velo de una luna posante en lo alto del eterno firmamento. En la copa de un antiguo y gigante pino, se encontraba un enamorado empedernido, perdido en la infinidad de su mente. Sus coloridos orbes se paseaban de luna a estrella, de estrella a luna, pensando románticamente cómo es que estos bellos astros formaban una firma tan espléndida desde la tierra, cómo a pesar del inevitable paso del tiempo, nada había sido capaz de separar a esos dos personajes del mismo cuento.

Soltó un suspiro cuando hubo pensado lo suficiente, pues si no, su mente se encaminaría a pensar en exceso y se vería consumido en las tinieblas de su corazón roto. Con destreza bajó de aquel árbol y caminó entre sombras y tristezas de vuelta a su casa. Era ya media noche, Gene estuvo todo ese tiempo sentado en el sofá de la sala de estar del castaño, leyendo un buen libro de literatura minera, muy subestimada e infravalorada en su opinión. Al escuchar el crujir de la puerta principal fijó de inmediato toda su atención a aquel adulto de poblada barba y triste mirada que volvía de su paseo de meditación.

- ¿Habalawa?

- Sí, estoy listo.

El ser místico, rebosante de sabiduría, podía palpar todas las cadenas que impedían avanzar al pobre hombre. Le dio una tierna palmada en su hombro, haciéndole saber que todo estaría bien, que tenía todo el derecho ante esos acaudalados deseos. Dio un paso atrás, apareció en sus manos un increíble pergamino, que desenvolvió con mesura y leyó de él las reglas que debía atender a la hora de conceder sus deseos.

- Hablawala

Prohibido irrefutablemente desear deseos extras.

- Hawalaba

Prohibido otorgar vida a aquello que ya no la tiene.

- Lawablahala

- Prohibido invadir la existencia de otro ser viviente en contra de su voluntad.

Habiendo acabado de recitar aquella escritura, lanzó una aplauso y aquel pergamino desapareció.

- Habalalalwa - anunció con entusiasmo para ponerse a las órdenes de su amo. A pesar de la esclavitud que significaba ser genio de la lámpara, no podía negar que había extrañado aunque sea un poco aquella labor.

León suspiró con profundidad. En su corazón yacía una fiesta de emociones encontradas, todas tan bellas como atemorizantes a la vez. Las manos le sudaban, el cuerpo le ardía y la vista se le nublaba; tenía frente a sí la única oportunidad para volver a reencontrarse con el amor de su vida. Sonrío ante la idea de volver a ver a Sandy, y dejó que su corazón, en contra de todo pronóstico, tomara el mando de su voz.

- Genio, deseo volver a enamorarme de Sandy cinco veces más.

El ser mágico sonrió, reconociendo la astucia de aquel castaño pecoso, y sin más dilación, chasqueó los dedos.


Si no fuiste el amor de mi vida, diré que me equivoqué de vida, no de amor.

>>     <<

- León...

Se escuchaba un susurro eterno de ecos en la profundidad de su mente. Apenas estaba recordando que estaba vivo cuando un olor a pólvora y humedad fue invadiendo su nariz. El sonido de un viejo motor de un carro grande, las respiraciones toscas de más personas a su alrededor. 

Erase una vez...  [Leondy]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora