Mágico encuentro

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Heracles suspiró profundamente mientras volvía a agitar la copa de champaña que tenia en su mano, tratando de mantener una suave sonrisa en medio de todas esas personas que le rodeaban y trataban de llamar su atención hablándole de todo y de nada. Heracles Olympus era un joven alfa de casi dos metros de altura, musculoso, de cabello naranja, ojos azules y un aura salvaje que inevitablemente te hacia pensar en un león.

En este momento el joven se encontraba asistiendo a una "cena de gala" para celebrar el compromiso de dos viejos conocidos de su padre, la cual se realizaba en el peand house de uno de los hoteles mas lujosos de la ciudad; por ello, el pelinaranja estuvo obligado a usar uno de esos trajes sastres que tanto odiaba porque limitaban sus movimientos, pero que lo hacían ver como todo un semental a los ojos de los demás.

En realidad a Heracles nunca le gustó participar en esa clase de eventos y de no ser porque Zeus específicamente le dijo que tenía que acompañarlo a él y a su "adorable" esposa Hera a este lugar ya que asistirían varias personas importantes, ni de chiste hubiera venido.

El motivo principal por el que no le agradaban esas reuniones es porque siempre terminaba rodeado de personas, que más que apreciarlo por él mismo, lo veían como una especie de cheque en blanco al portador. Heracles sabía que todos lo consideraban el miembro más ingenuo de la gran familia Olympus porque al contrario de sus hermanos que se enfocaban en controlar y aumentar el poderío del emporio familiar, él había ingresado en la policía, ya que lo que más le importaba era ayudar a los débiles.

Sin embargo, en el mundo de elite de los negocios donde todo se basaba en apariencias, competencias y dinero, aunque el pelinaranja a sus 22 años ya había logrado convertirse en inspector gracias a su gran desempeño (lo que le auguraba un gran futuro), en comparación de sus otros hermanos, a los ojos de los demás, Heracles era poco más que un simple cabeza de musculo al cual podrían manipular fácilmente para formar alguna relación con el exitoso conglomerado comercial "Olimpo".

Es por todo esto que Heracles prefería mantenerse alejado de ese ambiente en donde difícilmente encontrarías a alguien sin dobles intenciones y por lo cual, esas elegantes reuniones siempre terminaban de la misma forma para él: rodeado de padres y madres orgullosos que no paraban de hablar de lo increíbles y bellos que eran sus hijos, además de algún que otro omega descarado que trataba llamar su atención desesperadamente.

Saber que la mayoría de las personas cercanas a su familia lo buscaban por interés, había mermado un poco la fe ciega que sentía el inspector por las personas y sin embargo, en el fondo a pesar de su apariencia fuerte y Salvaje, Heracles era un verdadero romántico que soñaba con encontrar a su Omega predestinado, por lo cual, se negaba a acercarse a ningún otro Omega para no crear falsas esperanzas, ya que él estaba decidido a no mantener ninguna relación romántica antes de encontrar a esa persona y nadie lo convencería de lo contrario.

Ahora, volviendo al presente, definitivamente, si no fuera por Zeus no habría terminado en medio de aquella reunión (que no le interesaba en lo más mínimo), perdiendo una de las pocas noches libres que tenía, rodeado de personas que apenas ubicaba y llevando un regalo para dos personas que ni siquiera conocía. Sin duda, este era el mejor plan que se le podría haber ocurrido para un sábado en la noche, pensó con sarcasmo el inspector.

En momentos como estos, era cuando el pelinaranja agradecía ser una persona tan paciente y se recordaba una y otra vez, que debía ser educado con todas las personas de su alrededor pues la gran mayoría de ellos estaban relacionados de forma directa o indirecta con Olimpo; así que solo quedaba suspirar, sonreír y seguir fingiendo interés en todas las tonterías que le decían.

En ese punto, cuando creyó no podría pasar nada que le emocionara en aquella velada tan aburrida, de repente le llego un aroma dulce...apenas perceptible... un aroma como a madera mezclada con metal, pero con un toque refrescante ¿Acaso algún omega atrevido estaba tratado nuevamente de hechizarlo usando sus hormonas? Sutilmente comenzó a buscar a la fuente de ese dolor y finalmente, con la ayuda de sus sentidos entrenados, la encontró entre otro conjunto de personas que se encontraban platicando relativamente cerca de él: se trataba un hombre alto, delgado, de piel muy blanca y con cabello plateado que exudaba un aire de misterio y elegancia.

Durante una miradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora