Primera parte.

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Halloween, la época del año donde todo se vuelve más siniestro de lo habitual. Las decoraciones de las casas y las tiendas se hacian cada vez mas presentes conforme pasaban los dias. Al llegar a casa después de un agotador día en la universidad, Samuel revisó el buzón de correos encontrándose con algo de lo más inquietante: una invitación especial al circo de la Medianoche. Samuel miró el papel con incredulidad, ya que no había recibido noticias sobre ningún circo instalado en la ciudad.

La entrada indicaba que la actuación sería el día 1 de noviembre a las 12 de la noche: la noche de Halloween.

Samuel entró en casa y recibió un mensaje: era de sus amigos de la universidad: Lidia, Carlos y Nuria. Al parecer, ellos también recibieron esa extraña invitación para el circo, y pensaron que sería un buen plan para pasar la noche. Samuel no se veía muy convencido al respecto, pero finalmente llegó a ir con ellos.

El día pasó, llegando a la hora de la actuación. Los chicos quedaron en la casa de Lidia, ya que quedaron más cerca de la ubicación del circo según la invitación. Los chicos caminaron de manera animada, charlando sobre lo emocionante que iba a ser la actuación, pensando en algunos que podría ser una actuación especial por Halloween. Samuel, en cambio, iba más retrasado que el resto, ya que aún no se creía que la invitación no fuera falsa, el haber recibido una invitación de verdad, y menos de un circo del que no sabía su existencia hasta hace poco.

Cuando se estaban acercando al sitio, divisaron a lo lejos lo que parecía ser una carpa de un circo típico de los cines americanos: con rayas rojas y blancas. Cuando llegaron, observaron lo que efectivamente era la carpa del circo. Tanto el letrero como el aspecto parecían bastante clásicos, incluso un poco desgastados. La era algo tenebrosa, y los chicos se sintieron cada vez más expectantes excepto una persona: Samuel.

-Ey, Samu, ¿a qué estás esperando? ¡Vamos a la entrada a coger los tickets!- dijo Carlos cada vez más excitado.

-Eh... ¿Qué? Ah, si, claro, los tickets...- Dijo Samuel sacado de sus pensamientos llenos de inquietudes sobre la situación.

Los chicos se acercaron a la entrada, donde un hombre enmascarado y algo bajo de estatura les entregó unas entradas para poder acceder al recinto. Cuando Samuel cogió la entrada, sintió una sensación de mareo que le invadió todo el cuerpo, al igual que a Carlos, Nuria y Lidia. Todos entraron a la vez, pero Samuel se topó con algo y, extrañamente, la sensación de mareo que tenía un momento desaparecido.

Cuando entraron al recinto, todo estaba lleno de asientos. Samuel se impresionó por la capacidad del circo, ya que parecía más pequeño por fuera. Extrañamente, este circo aparentemente clásico, tenía bastantes visitantes, pero parecían todos sin vida alguna: tenían una mirada vacía y fija al frente. Había personas de todo tipo, tanto niños, como adultos y ancianos. Los chicos se sientan en unos asientos libres de la primera fila. Todos excepto Samuel sintieron aún una sensación de mareo inexplicable, y cada vez se sintieron más agotados. De repente, se escuchó por un megáfono con una voz joven y profunda indicando que la actuación iba a comenzar en breve, seguida de la música típica que se podía escuchar en un circo.

En unos minutos, todas las luces se fueron apagando y un foco apuntó al centro del escenario, donde salió una mujer joven, quién parecía ser la dueña.

-Damas y caballeros, bienvenidos al circo de la Medianoche. Esta noche tendréis el honor de presenciar las actuaciones de mis queridos actores. Por favor, apaguen sus dispositivos y disfruten de esta noche- dijo con una voz apaciguada.

Samuel y el resto apagaron los móviles, siguiendo las instrucciones de la mujer, y ésta se marchó por la puerta de donde saldrían todos los actores. La música cambió de nuevo, ofreciendo un ambiente de más expectación mientras salía el primer circense. Este llevaba una máscara algo tétrica y siniestra, y un traje parecido al de un payaso, pero con colores apagados. La máscara poseía una apertura para la boca, y el circense llevaba dos antorchas en las manos. En el circo reinó el silencio por un momento, y el actor comenzó su actuación. Movía y hacía acrobacias espectaculares con las antorchas, hasta que unas chispas cayeron sobre la ropa del actor, provocando que se extendiese por todo el traje. El actor ni se inmutó, y prosiguió con la actuación como si nada. El fuego lo estaba calcinando, y nadie decía nada, excepto Samuel.

El Circo de la MedianocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora