Parte 3: El acto final

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Lo cierto es que Samuel, mientras estaba sentado en las gradas después de presenciar aquella escena, consideró todas las posibilidades que tenía de salir de aquel sitio, pero su mente estaba en blanco. De repente, una idea fugaz se le pasó por la mente, pero era la mayor locura que podría realizar en su vida. No podía creérselo, pero lo vió como la mejor opción que tenía: seguirle la corriente a la dueña del circo y acabar con ella en su propio territorio, a sangre fría. Al pensar en la muerte de la circense, esbozó esa sonrisa con la que acabó uniéndose después a este circo del terror. Era hora de acabar con esta pesadilla, y estaba dispuesto a hacerlo sin remordimientos. Samuel recurrió al famoso refrán de "si no sabes lidiar con tu enemigo, únete a él".

El joven pasó por la oscura puerta que daba al interior del circo, preparado para enfrentarse a lo que estaba por venir.

-Ah, chicos, ¡esperad un segundo! Mejor lo llevo yo a su camerino- dijo la joven mientras corría detrás de los chicos.

Los chicos dejaron a Samuel y entraron en la sala, mientras que la chica se acercó a él y le pidió que le acompañase. Una vez dentro, los ojos de los chicos se adecuaron a la poca luz del pasillo y continuaron su camino hasta encontrar una puerta, no sin antes toparse con un hombre de mediana edad, con el pelo rubio pero con canas y corto, con un sombrero de copa y vestido de manera elegante.

-Hola, padre. Estaba llevando a Samuel a su camerino. Es este, ¿verdad? ¡Seguro que está como los chorros del oro!- dijo animada la guía de Samuel.

El hombre se mantuvo serio y en silencio un rato, mientras observaba con atención a Samuel, de arriba a abajo.

-Bienvenido, chico. Amber puso el ojo en ti y quiso que te unieses a mi circo. Más le vale que merezcas la pena- dijo el hombre con un tono distante, frío y con una voz grave.

-¿Amber?- preguntó el chico.

-Se me olvidó decirte mi nombre. Me llamo Amber, mi madre me lo puso seguramente por el color de mis ojos- comentó la chica con un tono de nostalgia.

-Basta de cháchara, y ve a cambiar a tu nuevo amiguito.

-¿Qué...? Ah, si, perdona padre. Samuel, vamos.

La chica se despidió de su padre con una reverencia, la cual ignoró y se fue por el camino contrario, y continuó su paso hacia la habitación, donde se encontraron con un chico un poco mayor que ellos terminando de organizar el camerino.

-SI, PADRE, YA ESTABA ACABANDO...¿Eh? Ah, Amber, que susto, pensaba que eras él- dijo el chico con una expresión sombría.

-No, lo hemos saludado y se ha ido por el lado contrario. Samuel- dijo la chica- este es Eli, mi hermano mayor. Eli, Samuel.

Los jóvenes se estrecharon la mano unos segundos y se presentaron. Eli era un joven alto, con unos años más que Samuel y probablemente que Amber, con el pelo un poco largo y teñido de rosa, aunque ya se veía su color natural por la raíz, y vestido con una camisa blanca, un chaleco de traje de color negro, al igual que sus pantalones y zapatos, y con guantes negros, parecidos a los de su hermana.

-Me voy. Encantado de conocerte y, por favor, cuida a mi hermana- dijo Eli preocupado.

El joven salió del camerino, mientras que Amber le enseñó dónde estaba su nueva ropa, y abandonó la habitación para que Samuel pudiese cambiarse. La sala era pequeña, y solo tenía un tocador, un retrete y un pequeño vestidor junto a una silla donde le habían dejado la ropa. El chico suspiró, se miró la palma de la mano dónde tenía la marca y comenzó a cambiarse. Una vez con su nueva ropa, la cual era parecida a la de Eli, salió del camerino para encontrarse de nuevo con Amber, la cual le guió de nuevo al recinto de las actuaciones para explicarle cómo funcionaba aquel circo.

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⏰ Última actualización: Mar 28, 2023 ⏰

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