capítulo 03

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❝ So don't be sad when I'll be gone
There's just one thing I hope you know, I loved you so. ❞

2017
Roma, Italia —
San Petersburgo, Rusia

El sentimiento de soledad se apoderaba del cuerpo de Emma. A cada lado de la casa que miraba, estaba Leandro.

Nunca había odiado tanto tener tantas fotos de ellos juntos. No, no lo odiaba, no podía, pero saber que iba a tener que sacar las fotos una por una la destruía por dentro.

La primera cita, el primer aniversario, las memorias de sus viajes, sentía que al quitar las fotos se estaba obligando a olvidar todo.

━ No te rompas, no te rompas. ━ Le "hablaba" a la foto enmarcada que se le acababa de caer, juntándola con cuidado de que no se quebrara el vidrio. Un papel doblado que encontró a un lado del cuadro, tirado en el piso, llamó su atención.

Después de dejar el objeto en su lugar, tomó el papel para inspeccionarlo. Nunca lo había visto antes.

Parecía a propósito. Para sumar a la situación, el papel no era otra cosa más que una notita de Leandro. Él acostumbraba dejarle una todos los días antes de ir a entrenar, poniéndolas en lugares en los que sabía que ella las vería.

"Buen día, amor. Ya me fui a entrenar.
Te dejé un alfajor en la heladera.
Nos vemos a la tarde, te amo ♡"

Siempre tuvo la misma letra chueca y se notaba lo que le costaba dibujar corazones, sin embargo, se esmeraba en dejarle un mensaje de todas formas. Esos gestos eran los que habían hecho que Emma se enamore aún más de Leandro.

No era lo material, era que de cualquier forma, le demostraba su cariño.

Ya lo extrañaba tanto.

Habían pasado tres días desde que él se había ido y ella seguía con la tonta ilusión de que en algún momento él enviaría algún mensaje. Sabía que debía dejarlo ir, pero al menos quería saber si había llegado bien, si estaba bien.

Pero no recibió nada, y aunque entendía que él no tenía la obligación de decirle nada, se entristeció un poco más.

Tampoco quería que Leandro se sintiera culpable por irse, eso jamás. Quizás fue esa la razón por la que ella no tomó la iniciativa de llamarlo o enviar un mensaje.

Él estaba en su derecho de comenzar su vida de nuevo en otro país, y ella nunca se entrometería en eso.

Lo único que deseaba era que él fuera feliz, incluso si eso la dejó con el corazón lastimado.

Leandro, por otro lado, sí había tenido la intención de hacerlo. Pasó minutos viendo el contacto de Emma en su celular, debatiendo si debería mandarle un mensaje o no.

Su corazón pedía a gritos que lo hiciera, en un reflejo estuvo a punto de presionar el botón de llamadas para escuchar su voz, pero su cerebro le decía que no, que no debía hacerlo.

Él la había dejado y tenía que soltarla. Por mucho que doliera, no era justo para Emma que él la contacte tan seguido después de dejarla sola. Ella tenía todo el derecho a rehacer su vida y Leandro pensaba que llamándola no iba a hacer más que darles falsas esperanzas de que en un futuro cercano volvería.

No era justo. No podía hacer que se sintiera peor.

Lo último que quería es que ella se sintiera atada él, obligada a esperarlo. Él quería que sea feliz, — no importaba si no era con él — que no le afectara demasiado la separación como le afectaba a él.

Se conformaba con la carta que aún no había leído, esa que Emma le había entregado antes de que se fuera. Ella la había escrito con la idea de regalársela en su aniversario, y al no tener la chance de dársela, solo dejó el sobre en la mesa y le dio la oportunidad a Leandro de elegir si quería llevarla o no.

Él dudó en tomarla antes de salir.

Por el momento no la había leído, pero estaba seguro de que al hacerlo terminaría destrozado. Cada carta que Emma le dejaba era como un tesoro para Leandro. En ellas hablaba de su amor en una manera tan hermosa, haciéndolo sentir tan emocional.

La terminaría abriendo una noche en la que necesitaba sentir que la tenía cerca por al menos un segundo, o lo que durara la carta.

La joven también tendría de una esas noches en donde le pesaba no poder sentirlo cerca, y lo único que le brindó algo de confort fue leer algunas de las notas que él le había dejado y que ella tenía guardadas muy bien.

Aún les faltaba aprender a soltarse, el simple pensamiento de eso dolía, pero empezaban a asimilar que habían tomado caminos distintos y que ahora su posible reencuentro dependía más del destino que de ellos. Que no era sano para ninguno de los dos seguir llorando por algo que había terminado y que había sido tan hermoso.

Era mejor mantener los recuerdos con la misma felicidad con la que los habían creado, y esperar que, a pesar de las piedras que tuvieron en el camino, el otro supiera que lo habían amado con todo su ser.

Que de una forma u otra, siempre lo amarían.

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THE LONELIEST ;;  leandro paredesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora