Capítulo 3.

117 15 5
                                    

Mientras caminaba por el bosque empecé a preguntarme si lo que estaba haciendo era lo correcto, nunca debí... espera ¿qué? ¿Por qué estoy diciendo esto? Este siempre ha sido mi sueño y ahora que lo tengo presente estoy pensando cosas absurdas.

-¿Cómo te sientes? –Soltaron tan rápido esa frase que por un momento creí yo misma lo había dicho. Volteé la cabeza hacia mi izquierda y vi, en lo alto de un árbol a mi superior.

-Estoy llena de emociones en este momento. Me está resultando agotador –Dije.

Una risa para nada sutil lleno el silencio que nos rodeaba y de inmediato entre en confusión. Se... ¿Se está riendo? ¿Está feliz? ... ¿Pero qué rayos está pasando? Cuando me dirigía a él, di un paso en falso y trastabillé. El ''Señor superior'' llego hasta a mi antes de que tocara el suelo. –Ten más cuidado –Dijo muy serio de repente. –Aquí si puedes hacerte daño. Trata de coordinar mejor tus pies.

Yo no podía hablar, estaba realmente confundida por lo que escuche hace un minuto. ¿También me ha estado ocultando este lado suyo? Sentí que la decepción me llenaba cada vez más y que las lágrimas se asomaban por mis ojos. Oye, he estado desde siempre en el mundo humano. Conozco mucho sobre ellos.

-Sé lo que estás pensando. Yo no quise decepcionarte. Aunque fuera tu mentor no sabía si realmente podía hablar de esto contigo. Ya sabes, resultas muy ''exasperante'' a veces. Mi castigo por romper las reglas es nada más y nada menos que vivir para siempre con sus mundanas emociones. –Susurró. –Y no me alegro por ello.

Luego me invadió el sentimiento de comprensión. Agh, no las puedo controlar. Es como si ya estuvieran programadas para cualquier situación. No quería sentirme así, quería estar molesta con él.

-Te tomará un tiempo controlar lo que sientes. No está de más recordarte que debes de ser cuidadosa en todo momento y no revelar tu identidad. Tengo un amigo que te ayudará con todo este proceso de mundana, él te explicará algunas cosas que es necesario que sepas. Sígueme.

Empecé a seguirlo, pero él era muy rápido así que tuve correr para alcanzarlo. De la nada se detuvo y choque contra su espalda. –Realmente ansias caer en mis brazos de nuevo ¿Verdad? –Dijo con una sonrisa. –Se me olvidaba algo. Ahora te llamas Claire Taner y yo Dylan Harris.

Asentí. ¿Claire? Ese es un ridículo nombre pero no me atrevía a decirlo. Posiblemente me pondría uno peor. Lo seguí por todo el bosque hasta dar con una carretera. Una carretera rodeada por el inmenso verde de los árboles y las montañas.

Con una enorme sonrisa en el rostro, mi superior... Digo, Dylan me miro y dijo: Bienvenida, Claire. 

Y yo finalmente grite de felicidad. 

Mientras mi euforia crecía y saltaba de aquí para allá escuche a lo lejos el sonido de un camión, segundos después lo vi. Era tan rojo como el color de la sangre con algunos detalles azules. Llevaba un cargamento de madera, parecía roble. 

–Bueno, es mejor que empecemos a caminar o no llegaremos antes de que el sol se oculte.

–¿Porqué no simplemente le pedimos al señor de ese camión que nos lleve?

–Hay ciertas cosas que debes aprender. Haz estado viviendo tanto tiempo entre los humanos y crees saber todo de ellos, pero eso es porque siempre te mandan a lugares donde no hay tanta maldad. –Miró hacia el horizonte tras unas montañas. –En el mundo existen personas realmente malas, Claire. 

Eso lo sé, pero hasta que punto podrá llegar esa maldad...

Dylan empezó a caminar hacía el oeste. –Como humana pareces una chica de 17 años. Tendrás que asistir a un colegio y tratar de llevar una vida normal, pero al ser un ángel conservarás algunos de tus dones. –Se detuvo y me miró fijamente a los ojos.–No abuses de ellos, pues te verás afectada físicamente. Tu cuerpo no es muy resistente que digamos, chica ruda.–Siguió caminando conmigo a su lado. Y por el resto del camino, ambos disfrutamos de un agradable silencio. Solo los sonidos de los pájaros y alguno que otro auto que pasaba a nuestro lado.

Llegamos poco antes del anochecer a una ciudad llamada Monteado. Estaba muy cansada y me dolían los pies. Mis ojos se cerraban poco a poco, haciéndome tambalear de un lado a otro. –Los humanos son tan débiles...–Dijeron a mi derecha. –Falta poco para llegar, mira por donde pisas. 

Minutos después llegamos a unos callejones muy obscuros. A lo lejos se escuchaban unos gritos y silvidos. Mientras que de la nada un grupo de jóvenes salieron de uno de los miles de caminos que habían en ese lugar.

–Vaya, vaya, vaya... Pero que hermosa señorita tenemos aquí.–Dijo un hombre de tez morena y cabello negro corto. Sus ojos estaban rojos y su ropa andrajosa. –Criatura, que haces sola por estos rumbos.

–No estoy sola ¿Qué no ven? –Él miro a sus compañeros y segundos después todos se echaron a reír. ¿Acaso están locos? Sentí un agarre fuerte en mi brazo izquierdo. Mire a Dylan y vi como su rostro se transformaba.

– Claire, ellos no me pueden ver ya te lo he dicho. Debemos salir de aquí. –Pero en ese momento uno de ellos se me acercó y me tomo la mano.

–Eres demasiado hermosa para ser de esta ciudad. Pareces... un ángel.–Me empujo y caí al suelo. –Ay, no vuelas. Olvídalo. –Y se echo a reír. Los demás lo siguieron al verme tirada. Sus risas y silbidos hacían que mi cabeza doliera. No entendía que querían, estaba muy cansada y tenía sueño.

Dylan se acercó a mi con cara de preocupación. –¿Estás bien, claire? 

–Eso creo. –Me ayudó a levantarme. Tomo mi mano y empezó a correr en otra dirección.

–Eh chiquilla ¿a dónde crees que vas? apenas hemos empezado a entablar una conversación. –Sonrió. –No seas maleducada. –Empezaron a correr tras nosotros. Dimos vuelta por otro callejón pero para nuestra triste fortuna, no había salida. Una pared de cemento impedía nuestro paso. Traté de preguntarle que estaba pasando pero me di cuenta que él no estaba a mi lado, ¿A dónde había ido? y fue ahí cuando empecé a sentir inseguridad.

–Chicos. –Dijo el hombre de tez morena. –Hoy es nuestro día de suerte. –Empezó a quitarse la chaqueta y la camisa. ¿Qué estaba haciendo? luego los demás empezaron a hacer lo mismo. Empezaba a emanar furia y frustración del cuerpo de Dylan, lo podía sentir pero no lo veía por ningún lado.

Uno de ellos se me acercó y lo único que sentí fue mi cara estrellándose contra el suelo de cemento. Mi cabeza dolía y no podía mover mi pie. Un grito desgarrador salió de mi garganta y las lágrimas comenzaban a derramarse por mis mejías.  Luego sentí como mis piernas y brazos eran sujetados con tanta fuerza que dolía. Mientras que otro estaba encima de mí. –No tengas miedo. Solo podría doler un poco. –Dijo con una mirada realmente aterradora. 

Traté de zafarme de las manos que envolvían todo mi cuerpo, pero fracasé. Mientras lloraba recordé como hace tan solo unas horas rebosaba de felicidad pero ahora, solo quiero regresar. Han pasado menos de 24 horas y ya no quiero seguir aquí. Uno de los hombres que estaba como espectador tenía un bate en la mano. Miré a mi alrededor buscando desesperadamente a Dylan, no se como me pudo dejar sola. Cuando voltee de nuevo, ya no vi al hombre con el bate, pero segundos después sentí un golpe demasiado fuerte en mi pierna derecha. Grité aún más.

Justo cuando creí que así iba a acabar mi vida en la tierra, vi en la entrada del callejon una silueta y sentí como emanaba la furia de ese cuerpo.

–Dylan...–Susurré.

En menos de un segundo habían cuerpos volando de aquí para allá. La ropa se empezaba a teñir de un rojo obscuro y los aullidos de todos esos hombres empezaban a cesar. Mi cuerpo dolía demasiado y no me podía mover. Trate de ajustar mi borrosa visión a lo obscuro del callejón y minutos después me di cuenta de que no se trataba de Dylan, sino de un hombre con una cara horriblemente deformada. Mientras se acercaba, mis lágrimas comenzaban a brotar de nuevo.

Pero... un rayo de luz me envolvió de repente. Fue tan brillante el resplandor que tuve que cerrar los ojos. Se formó como una barrera entre el extraño y yo. 

–Sequi iter arripis. Black Angelus. –Esa voz... ¡Dylan! –Minutos después estaba a mi lado. Su rostro mostraba una profunda tristeza y arrepentimiento. 

–Non facio can. –Respondió. ¿Por qué no puede? 

– ¡Ella no está muerta!–Gritó. Y el resplandor comenzó a crecer envolviendo a ese ser, para luego desaparecer.

 

Querido ángelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora