Capítulo 5

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«¡Soy una estúpida! Si puede atacar a un examinador está más que claro que sus instintos son agudos. ¿Cómo pude cometer un error tan absuro?» me reproché al borde del llanto. 

La sangre empezaba a emeger de los cuerpos muertos. Tal vez era el miedo o mi instinto de supervivencia, pero en ese momento, sentí una sobrecarga de energía, que me obligaba a correr. Apenas si me di cuenta cuando bajé el árbol, mis piernas corrían en una dirección desconocida siguiendo el rastro de Killua. No tenía tiempo de mirar atrás, pero una parte de mí pareció percatarse de la presencia de otros concursantes. No sabía quienes eran, pero tampoco quería descubrirlo.

La temperatura de mi cuerpo empezó a elevarse, provocando que mis músculos se contrajeran por el repentino cambio de movimiento. Era doloroso correr, pero ni siquiera las ramas que me rompían la piel lograron pararme. Cuando me sentí fuera de peligro, pude ver las cosas a mi alrededor con mayor claridad. El panorama no era bueno. Estaba perdida. 

Ya no podía sentir el olor de Killua.

Mis piernas ardían hasta el punto de temblar, me había alejado demasiado por el miedo. Había sido descuidada en muchos sentidos. Incluso si lograba encontrar a Killua nada me aseguraba que estaría a salvo ni que llegaría a la segunda etapa. Además, ¿no eran Leorio y Kurapika los participantes que vi antes de huir? Y yo los había abandonado. Quería asegurarme de que Leorio estuviera bien, pero apenas empecé a sentirme mal lo dejé de lado y me olvidé completamente de él. 

«¡Hisoka podría matarlos!», saqué una de las navajas que llevaba encima.

«No podré llegar a tiempo», sin embargo, ya estaba corriendo hacia ellos. No los dejaré atrás.

«Aunque no puedo vencer a Hisoka si puedo evitar que mueran» pensé, aumentando el ritmo de mi marcha.

Decidí quitarme los lentes, no los necesitaría para lo que estaba a punto de hacer. A medida que corría, palmeaba algunas plantas y árboles a mi alrededor para dejar un rastro. Asimismo, arranqué algunos mechones de mi cabello para esparcilos en zonas más profundas. Todo iba bien. Mi cuerpo permanecía estable a medida que corría y la niebla ya empezaba a dispersarse, dejando a la vista una mancha blanca en movimiento. 

Instintivamente, me oculté y dejé que se acercara primero.

Casi se me cae la cara cuando vi a Hisoka llevando a Leorio en sus hombros. 

— ¡Tú... ¿q-qué estás haciendo aquí?! ¡Suélta a Leorio ahora mismo! ¡¿dónde está Kurapika?! ¡¿LO MATASTE?! ¡¡TÚ MAGO PELIRROJO, SI MATASTE A KURAPIKA TE ARRANCO LOS OJOS Y TE LOS DOY DE COMER, ¿ENTENDIDO?!!

Hisoka que se había detenido un momento, dejó salir una terrible carcajada de sus labios. Apenas si lograba mirarlo a los ojos con lo alto que era. Mis manos temblaban de la ira y él no hacía más que reírse. 

— ¡Deja de burlarte y responde! —exijí, tratando de no sonar alterada. 

«Leorio está respirando».

***

El mago ordenó su cabello con la mano libre y recuperó la compostura, mirando la chica de arriba abajo con una sonrisa en el rostro. Era la amenaza más divertida que había escuchado hasta el momento, casi sintió lastima de no haberlos matado. Era como ver a un bebé gato enfurecido.

— Oh, así que vas a matarme. Quisiera ver eso, pero, me temo que no tengo mucho tiempo ahora —su voz transitó de un tono burlón a una expresión desinteresada—. Tú amigo —señaló hacia atrás— sigue vivo. 

Tras decir esto el mago empezó a moverse en una dirección desconocida. Sin embargo, la chica no se alejó de él y corrió a su lado. 

— ¿Vienes conmigo? —enarcó una ceja.

— No me fío de ti y Leorio está inconsciente, alguien tiene que cuidarlo.

mmm, ¿debería entregartelo? 

— ¿Estás loco? Leorio me aplastaría, además, si tú lo dejas inconsciente, tú lo cargas —reprochó.

La mirada de Hisoka se volvió fría, la castaña se percató de la situación y su cuerpo volvió a ser rígido. El mago continuó su camino con el cuerpo en sus hombros, creando una brecha entre ellos.

Un par de metros atrás, la joven lo seguía con la mirada, tratando de descifrar su perverso y amable comportamiento.

«Es un tipo... muy extraño»

Oigame, NoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora