Capítulo 3

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Llevábamos alrededor de dos horas corriendo y, a decir verdad, ¿alguna se han puesto a pensar a qué huele el aire con el sudor de unas 300 personas amontonadas alrededor de tu cuerpo? ¿No? Bueno, déjenme decirles que cuando lleguen al infierno, le darán las gracias al diablo por quemar almas y cuerpos. Soy una persona extremadamente sensible a los olores, especialmente si son grotescos y desagradables.

No sé cómo es que respiran, la verdad.

Por otro lado, había candidatos con muy buena resistencia física que ni siquiera habían sudado una gota hasta el momento, entre ellos, la rana, el albino. ¡Ah! Y el mago.

De hecho, los dos primeros habian empezado a rebasar a aquellos que iban a la cabeza de esta maraton.

Corren como alma que lleva el diablo — murmuré para mi misma.

— ¿Qué? —  preguntó un rubio, más confundido que intrigado.

—  Quiero decir que ellos dos corren muy rápido — expliqué con simpleza, si mal no recordaba él era el chico con traje tradicional que había llegado en el último grupo—  ¿Hablas español?

Él asintió con la cabeza no muy seguro de sí mismo — Un poco, pero no había escuchado esa expresión antes.

— Comprendo, ¿cómo te llamas?

— Kurapika y él es Leorio — el hombre a su lado sonrió e hizo un ademán con su mano, parecía que si hablaba perdería el aliento.

Le devolví el saludo con la cabeza.
—  Soy Yehlena.

La charla se quedó allí, porque, bueno, estábamos corriendo. No obstante, permanecí junto a ellos, parecían personas agradables.

Tomé nuevamente mi celular y coloqué un poco de música para entretenerme entre tanto "silencio" y sudor.

"Pa' este baile no hay salida,
Que corra el tiempo.
Pegate y zumba conmigo
Con movimiento"

Los minutos seguían pasando y había que subir muchas, pero muchas escaleras. Así que cuando finalmente vi la luz al final del túnel, literalmente, sentí que podría besar el cielo. Al llegar a la cima, tomé una bocanada de aire fresco, libre de axilas, mal aliento, hongos, óxido y pies olorosos.

— Aaaaah, esto es vida —  dije en un suspiro, mientras los otros dos se recuperaban.

— Ni que lo digas — respondió Leorio apoyado en sus rodillas.

Kurapika se dirigió a los niños y preguntó por el recorrido. — Todavía no hemos llegado — respondió Gon, ropi-ranita.

A su lado, reposaba el albino que me juzgaba, en silencio, con la mirada. —  Soy Yehlena —respondí, tímida.

— Nadie preguntó — respondió, girando la cabeza con palpable desinterés.

«¡Entonces no me mires así!» chillé en silencio.

Al mismo tiempo, la ranita se puso de pie y se dirigió a mí con una sonrisa. — Soy Gon, mucho gusto.

— Lo mismo digo — respondí extendiendo mi mano.

«Tú hueles a éxito» sonreí.

Después de unos minutos la puerta se cerró y la niebla empezó a dispersarse. El examinador estaba dando las nuevas indicaciones cuando alguien apareció gritando que, en realidad, el señor Satotz era un impostor.

No lo sé, Rick, parece falso — comenté en voz baja al verlo.

Kurapika se giró a verme con aminos de preguntarme algo pero fue interrumpido por la voz del ninja.  Si usted es el original, entonces, ¿quién es él? — señaló al hombre de traje Morado.

«Tu papá»

—  Él me golpeó y tomó mi lugar en el examen. Es un mono que cambia de forma y.... — «bla, bla, bla», saco un mono murido y «bla, bla, bla».

Creí que esta discusión iba a alargarse hasta que, el mago pelirrojo tomó cartas en el asunto —literalmente—, y resolvió el problema atacando a ambos "examinadores". El mono cambia caras murió en el proceso, pero bueno, son gajes del oficio.

El señor Satotz le advirtió que una falta similar y sería descalificado. Hisoka no se lo tomó a mal y el examen continuó.

— Yehlena, tú-

— Lena está bien, escuchar mi nombre completo suena a regaño.

Kurapika asintió.

— ¿Puedo hacerte una pregunta?

—  Claro, aunque mejor que sean dos.

Él no entendió lo que dije y solo preguntó. —  Sabías cuál era el examinador real desde el principio, ¿no es cierto?

Me detuve a mirarlo. — Sí.

«Es muy guapo»

— ¿Cómo supiste? — interrumpió, Leorio. A quién, anteriormente, le había golpeado en el estómago para que no dijera ninguna tontería.

«Otra vez...me está mirando. Ignoremoslo, si no lo veo no existe» pensé mientras se me erizaba la piel.

Siguiendo la conversación, señalé mi nariz y dije — no olía a humano.

Una expresión asustada se formó en sus rostros, — Eso, ¿qu-qué quieres decir? —preguntó Leorio en un intento de salvarme del malentendido.

— Las personas tienen un olor en particular que los distingue de otros animales y el mono no olía... —mis palabras no me ayudaron mucho—. Digamos que tengo nariz de perro — añadí, resignada.

— Ahhh — respondieron al unísono.

Oigame, NoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora