☯ • Fade Away

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• Historia creada a partir de un rol.

• Primer capítulo. Lloyd, interpretado por mí.

○ • • ♋︎ • • ○

Un día como todos.
Ése, quizá, era el problema.

El niño rubio entró a la habitación, llena ya por la luz de la luna. No la hacía ver menos sombría. Azotó la puerta detrás de sí, esperando que sus profesores no lo hubiesen escuchado; ya tenía muchos problemas por el momento, no necesitaba más... menos viniendo de adultos.

Se apresuró al cajón a un lado de su litera, la cual compartía con Brad. Le habría gustado que lo acompañara hoy, pero incluso él se había enojado.

En otro momento, Lloyd habría tomado algunas cosas más. Dulces, incluso un poco de agua que con anterioridad habría tomado de la cafetería -la poca limpia que había-. Pero esta vez no. Estaba demasiado alterado. Tan sólo tomó su capa negra -la que veía menos afectada por sus descuidos- y se cubrió con ella.

Se acercó a la ventana, un metro por arriba de su cabeza, y se trepó a ella escalando por las protuberancias de la pared de ladrillo oscuro. Al llegar al marco, saltó por la ventana y aterrizó con cuidado en el patio del internado, si se podría llamar algo más que una cárcel. Sus pies golpearon el suelo pavimentado con ligereza y Lloyd se apoyó en él con una mano.

Hacía algunos meses que hacía lo mismo. Tenía práctica. Conocía cada defecto y fortaleza del internado Darkley. Debía hacerlo si quería algún día tener la capacidad de irse para siempre de allí.

La seguridad era estúpida. Necesaria, pero estúpida. Lloyd la burló con suerte: pasó por un agujero en el muro que una piedra cubría, lo suficientemente grande para que el niño pudiera pasar por ella, pero pequeña para cubrirla lo mejor que podía. Liberado de una vez, ni siquiera se detuvo a sonreír hacia su logro. Estaba demasiado asustado. Empezó a correr colina abajo, milagrosamente sin activar ninguna alarma.

Era noche. El frío lo golpeaba en la cara mientras más incrementaba su velocidad. Olía a nieve, aunque todavía no nevara; quizá no había sido buena idea tomar sólo un delgado abrigo, pero se negaba a volver... después de lo que había sucedido.

Odiaba volver allá... aunque lo tendría que hacer tarde o temprano. Esta vez estaba decidido a no volver sino hasta dentro de, al menos, 48 horas. Tenía el plan perfecto para no morir de hambre; a falta de azúcar, tendría que conseguir un poco él solo. Pero, vamos, ¿qué se obtenía gratis?

El niño aumentó la velocidad conforme más recordaba los detalles de lo pasado. Los ojos le escocían debido a las lágrimas que luchaban por salir de sus ojos, reprimidas por él mismo.

Debía llegar a la aldea y desaparecer unas horas para que nadie lo encontrara pronto; al menos, eso bastaría para aligerar las cosas lo suficiente. ¿Temía que lo expulsaran? No. Allí no expulsaban; sería demasiado piadoso. Allí hacían cosas peores, pero lamentablemente jamás llegaban a la muerte. Eso lo hacía más cruel: los preparaban para el mundo hostil siendo villanos, estando en contra de todo lo que fuera injusto ante sus ojos.

Finalmente llegó a la aldea. Su camino interminable resultó no ser tan eterno como creía. Sí, seguía haciendo frío y sólo tenía una capa cubriendo su delgada ropa, pero no importaba.

Al terminar de cruzar el bosque que mantenía oculto el horrible lugar al que estaba confinado, se ocultó detrás de un árbol. Se alegró de que hubiera gente; no porque le agradara, sino porque podía sentir su calor. Era un calor reconfortante; no sabía si los demás lo sentían, pero de alguna manera calentaban aunque sea un poco de su piel, aunque fuera a la distancia, como un fuego tenuemente avivado.

Hoy era una noche perfecta para escabullirse. Había tanta gente como jamás había visto, todos ignorantes de la presencia de Lloyd entre ellos. O volvían a sus casas o sólo disfrutaban de un paseo nocturno.

¿Cómo se sentiría llevar una vida así de tranquila?, pensó Lloyd, apartando después aquella tonta amargura.

Se acercó a ellos y se perdió entre las personas. No le agradaba su tamaño; sólo le causaba más problemas. Parecía menor de nueve o diez años, pero aquello le daba cierta ventaja en esos momentos: podía correr entre las piernas de la gente, sin sospechar al primero que alguien así de pequeño pudiera causar tanto estrago.
Ah, no tenían idea.

Eso fue exactamente lo que hizo.

Las personas gritaban por sentir el toque repentino de Lloyd pasando con rapidez entre ellas. Utilizando su roce -y riéndose de él por algunos gritos extraños-, Lloyd hacía lo que debía hacer para sobrevivir: agarraba de los bolsillos de las personas un poco de dinero o lo que trajeran allí. ¿Un celular? Pff, ¿para qué le servirían?; simplemente los echaba a un lado. ¿Dulces?, bien; de ésos tomó la mayoría, sentía que el azúcar empezaba a bajarse. No es que hubiera comido hace... ¿hoy era viernes ya?

¿Dinero?, hmm, sólo unos pocos centavos; le alcanzaría para el desayuno y volvería a tomar un poco más después.

El niño no pudo evitar reír ante el caos que se había armado. La gente corría despavorida; era divertido. Tan ciegos que no se daban cuenta de que sólo era Lloyd tratando de hallar algo con lo qué sobrevivir unos días.

Eso le daba puntos. Lloyd sabía que era astuto.

Las personas corrieron hacia una sola dirección. Lloyd sonrió con diversión y se disponía a seguirlos cuando su vista se clavó en unos chicos jugando a un lado.

Estaba a punto de pasarlos de largo.
Odiaba a los niños.

Sin embargo, ellos no se veían como los que conocía normalmente. No se golpeaban o empujaban por diversión, sino que compartían bromas e incluso jugaban juntos con una pelota; todo eso sin pelear, como si fueran... un equipo, como si estimaran su compañía. Como si la vida fuera tan sencilla que podían jugar sin preocupación alguna, totalmente ajenos del caos.

Lloyd frunció el ceño, extrañado ante su comportamiento inocente. Sintió algo de añoranza, pero la apartó de inmediato. Lloyd era un niño de la calle, jamás podría tener algo como eso. Tenía ropa gastada, cicatrices alrededor del cuerpo y un corte largo ensangrentado en la frente que se había hecho por su última 'convivencia' con los chicos del internado.

Se veía mal. Lloyd era consciente de eso. O daba miedo o lástima, pero jamás se dignaría a pedir nada de los demás. No esperaba nada de las personas.

Lloyd suspiró con fuerza, sacando su enojo. Un centavo se le cayó del bolsillo de su capa negra, en donde había estado metiendo todo lo que había alcanzado -más dulces que dinero, en realidad-. Éste tintineó en el suelo y dio varias vueltas alrededor de su propio eje antes de quedar tirado completamente. Lloyd sonrió débilmente. El sonido había sido gracioso.

La gente ya se había ido corriendo, pero Lloyd había obtenido lo que quería. Su cometido estaba hecho por hoy.

☯ • Tʜᴇ Gʀᴇᴇɴ Cᴜʀsᴇ || Ninjago AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora