☯ • Where they came from

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Avanzaba con algo de lentitud al ver cómo el pecho del niño subía y bajaba levemente. Su rostro escondido entre sus rodillas con la almohada que sus brazos formaron y un débil silbido en su respirar.

Dormitaba entre el frío. La cabeza escondida entre su cuerpo, manteniendo un poco del calor entre cada respiración, húmeda, pero perdiendo la calidez poco a poco.

Estaba haciendo más frío del que jamás había previsto, o mucho más del que antes había vivido en los años que había pasado sobreviviendo fuera.

Quizá dormitar era algún tipo de bendición: atento a los sonidos que lo rodeaban pero desconectando algunos de sus sentidos, aquellos que lo ponían nervioso; descansando un poco pero consciente del frío que lo rodeaba, consciente del peligro que corría... y alerta a cuando amaneciera para salir de su escondite y dar la cara al sol en busca de algo de calor. Si es que llegaba al amanecer.

Morro se hincó levemente frente a él y sin intención de asustarlo mandó una nueva brisa algo fría en su dirección. Notó como tembló y se despertó algo somnoliento, ya que se le salió la capucha, dejando invadir sus sienes por el frío. Lloyd levantó la vista por reflejo. Tenía la nariz roja y el corte de su frente estaba rodeado de la sangre seca de hace rato, empezando ahora a cerrar a pesar de la suciedad que lo cubría.

Una persona estaba frente a él. ¿Qué hora era? Muy tarde, seguramente. Tal vez podía ser algún asaltante que lo había visto robar hace algunas horas y que buscaba su "fortuna". Tan poco probable como la cantidad de cosas que poseía.

Además, estaba bien vestido. Se veía cansado, pero Lloyd estaba seguro de que venía de algún buen lugar. Maltratado por el ajetreo del día, pero si algo era seguro, era que no provenía de las calles.

Antes de notar su traje de ninja, primero se concentró en su expresión, tratando de leer sus intenciones.

El contrario, mientras tanto, miró de reojo dónde estaba sentado el niño... Un pórtico que parecía deshabitado; con suerte o con pesar... habría sido un hogar alguna vez. Al lado del niño, una especie de borde en lugar de reja se alzaba para proteger la estancia de quién sabe qué; esos bloques no protegían ni de una serpiente.

No quiso hablarle por miedo a asustarle o simplemente porque capaz no le entendiera... Dejó el pañuelo envuelto junto al termo y se alejó considerablemente de él.

No sabía que decirle o como iba a reaccionar ante su acto. Se quedó mirando el piso y resopló rendido, no lo iba a obligar a aceptar su gesto y tampoco podía hacer mucho para ayudarle.

Se dio vuelta para dejarlo en paz y simplemente volver por dónde vino... Dentro de unas horas volvería al monasterio, iba a observarlo y asegurarse que no le pasara nada malo.

Quién sabe si llegaba a toparse con aquel ladrón pervertido del que le advirtieron.

No iba a permitir que su situación empeorará aún más.

Lloyd sólo observó el gesto, tapando su boca con sus brazos en busca de algo de protección. Se encontraba muy cansado como para poner atención a otra cosa que el cómo el palpitar de su corazón se había acelerado al ponerse alerta. Su cuerpo estaba muy entumecido como para defenderse. Por una vez, no reaccionó a la defensiva. Dejó que el chico dejara un termo y un pañuelo con algo adentro a un lado, y finalmente se marchara, sin cruzar una palabra.

Lo miró hasta que dio la vuelta al callejón y desapareció en medio de la oscuridad.

Lloyd relajó un poco el cuerpo, lo más que pudo a pesar del frío. Se apoyó en la fuerza que le quedaba y se acercó a rastras a lo que sea que había dejado.

Tomó el termo. Estaba caliente; debido a eso, sintió la yema de sus dedos después de mucho tiempo. Agarró la tapa con cuidado y la giró. El vapor salió de dentro y Lloyd inspiró. Esa sensación, la extrañaba: el calor. Olía increíble, seguramente lo más delicioso que jamás había olido después del olor de la cafetería por la que pasaba enfrente añorando entrar algún día.

Acercó un ojo hacia la boca del termo y miró qué había adentro. No veía nada, pero a juzgar por el sentir era algún tipo de líquido espeso. Sopa, pero no como la del internado. Con el simple olor sabía que era delicioso.

Lloyd dejó el termo abierto a un lado. Agarró el pañuelo y lo desenvolvió. Era más fácil de ver: pan. Le dio la vuelta, mirando su estado, y luego lo olió para ver que no tenía algo extraño.

Optó primero por ése. Haciendo caso al hambre y caso omiso a su instinto, partió un pedazo y se lo metió a la boca. Era suave y sumamente delicioso.

El niño se sentó en el suelo y se terminó el pan bocado por bocado. Luego tomó el termo y en la tapa sirvió un poco de la sopa, que también parecía deliciosa. Se acercó el borde a los labios y tomó un sorbo. Su estómago rugió con suficiencia, satisfecha de lo que estaba probando su boca.

Lloyd se terminó lo que había servido en el vaso y sirvió un poco más.

Entonces se acordó de dónde había sacado eso. Tenía tanta hambre que al principio no le había importado. Miró hacia donde se había ido el chico y se preguntó quién era... y por qué había hecho eso si la comida no estaba mal. La gente odiaba a los indigentes; lamentablemente, en el momento en el que vagaba por las calles en el estado en el que salía del internado, Lloyd se convertía en uno.

Creyó al principio que sería algo malo para él, pero todo estaba perfecto. Al menos, por ahora, lo único raro que sentía era su estómago satisfecho. ¿Por qué lo había hecho?

Morro sonrió satisfecho al verlo... escondido en la cercanía.

No era tan idiota como imaginó. El niño revisó atentamente la comida, aunque cedió al hambre... Si confiaba en la gente de esa manera no sobreviviría mucho.

Suspiró melancólico y alzó la vista a las estrellas donde Maeru, su dragón, supervisaba desde las alturas. Decidió esperar a que el chico se durmiera y luego iba a seguir con lo que planeó.

Comía con apuro; si bien lo que preparó no era de lo más elaborado, era feliz al ver qué le agradó.

No podía evitar verse reflejado en aquel Infante... Sus recuerdos eran muy claros a pesar de que abandonó esa situación hace años. Simplemente le fue imposible escapar de su pasado.

Ahora respiraba con tranquilidad tras ver que llegó a tiempo, ahora tan solo mantenía a Maeru e impedía que el viento frívolo llegara al niño. Quería que mientras él estuviera allí no lo cuidara la congelada noche...

-Buen provecho -dijo en un susurro, sentándose en aquel tejado y deseando que nada interrumpiera la cena del pequeño.

☯ • Tʜᴇ Gʀᴇᴇɴ Cᴜʀsᴇ || Ninjago AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora