2. "Exilio"

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—Las invocaciones aumentan cada vez. ¡Los humanos se lo toman como un chiste!— mi maestro estaba totalmente enfurecido. No lo culpo, últimamente los humanos invocan demasiado a nuestros demonios para que maten o torturen a alguien, se supone que los humanos deberían tener miedo pero en vez de eso solo invocan como si de sus mascotas se tratara y le piden a los demonios favores a cambio de una pequeña recompensa. —¡Astaroth!— me llamó para que me acercara.

—¿Qué es lo que planea hacer señor?— pregunté cuando estuve a pocos metros de él.

—Ya no permitiremos que los demonios salgan del inframundo— dijo decidido mientras se sentaba en su trono y observaba fascinado los diferentes cráneos que lo adornaban.

—Pero señor, si ningún demonio sale...las personas ya no creerán en el poder de los demonios cuando vean que no acuden a sus invocaciones— comenté agachando mi cabeza en señal de respeto.

—Tsk, pues entonces confío en que tu te encargarás de eso ¿no es así?
Astaroth, solo tú podrás salir del inframundo y atenderás como se debe las invocaciones de los humanos

—P-pero es demasiado. No lograré hacer semejante cosa— dije preocupado

—¡¿Y así te haces llamar el gran duque del infierno?!— gritó con desdén —No puedo creer que mi único discípulo no sea capaz de manejar una cosa tan sencilla. Tengo que encontrar a alguien más apto para esta situación entonces— dijo estrujando uno de los cráneos que se encontraba cerca.

—¡No hay nadie mas apto que yo!— dije con seguridad —Es solo que lo que usted me pide es demasiado incluso para usted...

—¡¿Qué has dicho?! ¡¿Osas dudar de mí y desafiarme?!— gritó completamente enfurecido.

—¡No, para nada! Por favor, perdone mi osadía. No era mi intención— dije arrodillándome ante él con cautela.

Mi maestro guardó silencio unos minutos mientras me escrutaba con la mirada, finalmente se puso de pie y se acerco a mí. Puso una mano sobre mi hombro y luego habló:

—Debes tener más cuidado con lo que dices...¡Levántate!— ordenó —Ahora te encargarás de las invocaciones no como un desafío, sino como un castigo. Por haberme faltado el respeto.

—Sí, maestro— bufé

—Y además— agregó con una sonrisa maliciosa al ver el enojo en mi rostro —no podrás regresar al infierno hasta que todos y cada uno de los humanos teman siquiera pronunciar tu nombre

Supuse que si contestaba me iría mucho peor, así que me limité a contestar un simple —Sí, maestro— mientras inclinaba mi cabeza.

Me retiré de su presencia y me dirigí al centro del inframundo para anunciar mi retirada temporal. Llamé a los demonios y al poco rato se hizo una rueda a mi alrededor, todos los demonios me observaban con curiosidad y se notaban impacientes por escuchar lo que tenía que decirles.

—Escuchen bien porque solo lo diré una vez— dije fuerte y claro —¡Todos ustedes han demostrado ser una completa escoria. Han dejado que los humanos los traten como sus marionetas para controlarlos a su gusto y gana!— todos los demonios me miraban con verdadero odio.

—¿Ah sí?— se atrevió a hablar uno de ellos —Si somos escoria pues ve y arréglalo tú. Señor "perfecto"— se nota que este miserable demonio ni siquiera sabe quien soy yo.

—Mi nombre es Astaroth— pronuncié dejando mi forma de humano convirtiéndome en lo que verdaderente soy —Soy el demonio más poderoso que exista, creado y entrenado personalmente por el mismísimo rey del inframundo. ¡Astaroth, el gran duque del infierno!

Me transformé en un demonio de dos metros y medio, con tez oscura y unas gigantescas alas. Aparte de mí solamente mi maestro poseía alas, lo cual demostraba mi superioridad ante los demás demonios. Además unos cuernos enorme sobresalían de mi cabeza.

El demonio, al reconocerme, se notó asustado y agachó su cabeza.
—Perdóname Astaroth, no te he reconocido— musitó. —He sido muy irrespetuoso, pero te suplico no le comentes nada de esto a nuestro rey— dijo agachando aún más la cabeza.

—Eso ya no me concierne a mí— confesé —He venido a notificarles que de hoy en adelante ningún demonio podrá salir del inframundo y yo me encontraré en el mundo humano arreglando SUS errores— enfaticé.

"Eso no es justo"
"¡No pueden dejarnos aquí como animales encerrados!"

"Idiota"— escuché que dijo un demonio que se encontraba hasta el fondo.

Estiré mi mano y aparecí unas pequeñas llamas azules sobre las puntas de mis dedos, luego con un sutil y elegante movimiento las dirigí hacia aquel demonio. Él ni siquiera tuvo tiempo de reaccionar o de gritar, fue incinerado en un segundo y de sus restos solo quedó una pequeña montaña de cenizas.
Todos los demás me veían aterrorizados.

—¿Alguien tiene algo que agregar?— pregunté sacudiendo mis manos. Ya todos habían guardado silencio y la mayoría de los demonios veían al suelo ya que no eran capaces de dirigirme la mirada —Bien. Confío en que mantendrán el orden y no molestarán demasiado a nuestro rey mientras yo estoy afuera— agregué y luego me retiré a las puertas del inframundo.

Hacía demasiado tiempo que no salía del inframundo. Al principio mi maestro me creó con la intención de que yo fuera un demonio del montón para atender las invocaciones pero con habilidades superiores. Pero al ver el caos que creaban los demás demonios decidió que sería mejor tenerme aquí para manejar la situación.

Me encontré con el cerbero, guardián de la entrada y salida del inframundo. El gigantesco perro de tres cabezas me gruñó al principio, pero al reconocerme se agachó hasta que sus tres cabezas estuvieron a mi altura.

—Tu también deberías de ser castigado. Has dejado salir a demasiados demonios solo por un pedazo de carne— le dije acariciando una de sus cabezas como si en realidad pudiera entenderme. —Como sea, ya debo irme— dije abriendo las puertas, no sin antes darle tres trozos de carne al perro para que se alimentara.

Antes de atravesar esa frontera que separaba el mundo humano del infierno adopté mi apariencia humana, aun no quería asustar a los humanos. Primero debían invocarme y luego los torturaría de formas inimaginables.
Sí.. no debo darles el placer de morir.

Cuando salí me encontré con una cegante luz, me molesta demasiado, no recuerdo que el sol fuera tan brillante. Como sea, veo que piso un suelo pavimentado y hay unos postes en cada esquina de las callejuelas. Varios humanos caminan con tranquilidad por las aceras e ignoran mi presencia, aunque algunos me miran con curiosidad por mis ojos que son rojos pero al fin y al cabo pasan de largo y siguen con sus asuntos.

"Ohh...gran demonio. Que te ocultas en las sombras listo para atacar. Por favor acude al llamado y cumple con tu deber"

Escuché a lo lejos. Al parecer unos jóvenes humanos hacían un intento de invocación.

—Bien— dije frotando mis manos —Veamos que tal me va...— Murmuré mientras me encaminaba en dirección de esas voces.

AstarothDonde viven las historias. Descúbrelo ahora