3. "Invocación"-

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Cuando salí del inframundo me encontré con una cegante luz y como era de esperarse, mis ojos tardaron bastante en acostumbrarse al horrible sol de la tarde que llenaba de vida y energía a los humanos. Varias personas me miraban con curiosidad, tal vez por mi vestimenta oscura o por mis ojos que son de un intenso rojo carmesí.

Como sea, a lo lejos escuché unas voces nerviosas y al extremo entusiasmadas.

"Ohh...gran demonio. Que te ocultas en las sombras listo para atacar. Por favor acude al llamado y cumple con tu deber"— repetían una y otra vez. ¿A eso le llaman invocación? Tal vez por eso no me sorprende que los demonios sean cada vez peores. Si el invocador es malo, el demonio es peor. Al menos ya no hay otros demonios en el mundo humano.

Me encaminé con tranquilidad hacia el lugar en donde provenían las voces y pronto me encontré enfrente de una enorme casa blanca y al parecer llena de lujos, horrible.

Usé mi forma etérea y atravesé el umbral. Al llegar a la sala de estar vi a cuatro jóvenes humanos sentados formando un círculo justo en el centro de la habitación, todos eran hombres alrededor de los 20 años de edad.

Nunca antes había asistido una invocación y mucho menos visitado este mundo, pero era obvio que no desaprovecharía esta oportunidad para lucirme y hacer lo mejor que pueda. Dejaré a toda esa escoria de demonios en ridículo y llenaré de orgullo a mi maestro. Con los dones que me habían otorgado empecé a formar una nube de humo negra que rodeó a los presentes asustándolos, luego esperé unos momentos haciendo que el suspenso aumentara y regresé a mi forma anterior. Al verme los humanos me vieron con curiosidad, para ellos solo parecía un simple chico de vestimenta oscura y ojos carmesí; un chico común y corriente con la excepción de que unos pequeños cuernos purpúreos sobresalían de mi cabeza.

Esperé unos momentos a que alguien hablara, pero al ver que apenas había señales de vida me adelanté y decidí empezar yo.

—Me han llamado, ¿qué es lo que desean?— Pregunté viendo fugazmente a cada uno de los que se encontraban a mi alrededor.

Como ya había mencionado eran cuatro jóvenes humanos, habían dos castaños, uno tenía ojos verdes y el otro ojos café, también había uno pelirrojo y el último tenía cabello negro. Todos se habían quedado mudos de repente haciendo que me empezara a fastidiar. Finalmente uno de ellos, el pelinegro, se puso de pie.

—Necesitamos que nos hagas un favor—balbuceó.

—Eso ya lo sé, ¿qué es lo que desean?— pregunté de nuevo mientras me cruzaba de brazos.

—Q-queremos que elimines a una persona— prosiguió el castaño de ojos café — ¿Qué debemos ha...?— instantáneamente fue interrumpido por su compañero pelirrojo.

—Te ordenamos que lo elimines, a cambio de eso puedes tomar su alma. Sé que te hace falta— dijo el pelirrojo poniéndose de pie y posicionándose delante de mí socarronamente.

—Hmm...— esbocé una sonrisa. — ¿Cuáles son sus nombres?— pregunté.

Todos se pusieron de pie e hicieron una fila delante de mí.

—Yo soy Allan— se presentó el castaño de ojos verdes

—Yo soy Pablo— dijo el pelinegro

—Dante— dijo el pelirrojo alzando los hombros con despreocupación.

—Y yo soy Daniel— dijo el otro castaño.

—Bien....ahora dime, Dante— dije señalando a ese despreciable pelirrojo — ¿Qué te hace creer que necesito el alma de un miserable humano para subsistir?— musité con desprecio. Mis cuernos se enroscaban y crecían cada vez más al igual que mis uñas haciéndolas parecer garras. Tomé otra forma y mi piel se tornó oscura, ahora parecía de piedra.

—B-bueno...y-yo sé que las almas ayudan a los demonios a hacerse más fuertes...p-pero si no lo deseas no tienes que hacerlo— dijo temblando y agachando la cabeza. Sus otros compañeros retrocedieron con temor.

—Escuchen bien, miserables humanos. Yo no soy como cualquier otro demonio. Tuvieron una pésima suerte de que yo haya acudido a su llamado y la estropearon aún más al ofenderme como lo hizo este individuo. Sufrirán las consecuencias... Ahora ¿quién quiere ser el primero en experimentar el verdadero infierno?

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Salí de esa lujosa casa tomando de nuevo mi forma humana. Vi a mi alrededor y no encontré a ningún humano que se paseara por los alrededores. Me sorprendió un poco, pero luego caí en la cuenta de que ya era bastante tarde y la luna alumbraba el cielo de la noche.

Caminé sin rumbo absorto en mis pensamientos y pronto me encontré en un parque libre de personas cercano a un pequeño estanque. — ¿Cuándo podré ser capaz de regresar a la comodidad del inframundo?— hablé conmigo mismo mientras miraba hacia el estanque. Pero luego de un rato contemplando las aguas cristalinas abrí los ojos como platos al ver a mi maestro reflejado en el otro lado.

— ¿Maestro?— balbuceé.

AstarothDonde viven las historias. Descúbrelo ahora