𝒞𝒶𝓅í𝓉𝓊𝓁𝑜 𝐼𝐼

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Eran las 2 de la mañana y seguía despierta. Debía hablar con Snape y sabía él me estaría esperando. Me levanté de la cama en silencio, sabía que ninguna chica se extrañaría al escucharme, solía ir al baño casi todas las noches. Me puse las zapatillas y bajé en silencio hasta la sala común.

-Lumos.- Lanché el hechizo. Subí las escaleras hasta el pasillo principal. Sabía que debía ir en silencio ya que si me pillaban en horario nocturno fuera de la cama estaría castigada durante bastante tiempo. Llegué a la gran escalera escuchando las quejas de las personas y animales de los cuadros por mi luz. Pasando por delante de la sala común de Gryffindor no sin escuchar a la señora gorda decirme que me iba a delatar a los profesores añadiendo insultos a la casa slytherin.

Ignorando las quejas seguí subiendo las escaleras saliendo por el pasillo que llevaba a la torre norte. Aceleré mi paso, no era gran fan de la oscuridad y menos aún sabiendo que estaba haciendo algo prohibido. 

Escuché pasos por lo que guardé mi varita rápidamente.-Nox.- Susurré. ¿Quién podía ser? ¿Un profesor? ¿Dumbledore? Esperaba que quien fuese no me encontrase escondida tras la columna.

-¿Dónde dices que está la sala de los menesteres, Harry?- Reconocí la voz de Hermione.

-Falta poco Hermione, ya te lo he dicho.- Respondió Harry en un susurro.

-Me llevas diciendo eso toda la noche Harry.- Dijo Hermione aumentando un poco la voz.

-Shhhh.- Mandó a callar Harry a Hermione.

Sabía que debía ir a ver a Snape, pero mi curiosidad de saber que hacían ellos dos buscando la sala de los menesteres, y qué era dicha sala ganó a mi deber. Los escuché alejarse de mi por lo que los intenté seguir sin ningún tipo de luz ni ruido.

El miedo a la oscuridad me acechaba, pero mi curiosidad hacía callar al miedo. Snape podría esperar una hora más, de todas maneras no parecía dormir nunca. Subían y bajaban escaleras como si estuviesen perdidos o sabían lo que buscaban. Hasta que escuché una puerta abrirse y cerrarse tras de ellos. 

-Lumos.- Dije por fin. Vi una gran puerta que nunca antes en mi vida había visto. Estaba en uno de los pasillos de la tercera planta. Sin perder tiempo entré en silencio. Viendo como la puerta se hacía más y más pequeña hasta desaparecer. Por un momento enloquecí. ¿Cómo mierda iba a salir de aquí?

-No lo vamos a encontrar nunca.- Dijo Hermione en voz alta como si supiesen que ya nadie los iba a escuchar.

-Ve por la izquierda, yo por la derecha. Ten cuidado y no te pierdas.- Dijo el heroico Harry.

Paso seguido escuché pasos en diferentes direcciones. No quería quedarme sola en mitad de esta sala gigante. Seguí a Hermione por instinto. Sin embargo esta vez no apagué la luz. Solo un loco apagaría las luces aquí. 

Hermione iba un poco más delante mío buscando estantería por estantería. Hasta que se quedó quieta delante de una estantería. Empezó a intentar treparlo. Esa idiota iba a acabar con su vida ella sola. La veía subir leja por leja estando cada vez más lejos del suelo. Y entonces sucedió lo que estaba claro que iba a suceder, se resbaló cayendo de la estantería.

Mi cuerpo actuó solo acercándome corriendo hacia ella y abriendo los brazos como si eso fuese a salvarla. La escuché gritar y luego la sentí caer encima mío. Caímos al suelo, más bien caí yo y ella encima mío.

Hermione abrió los ojos y me vio debajo suya. En vez de agradecerme de corazón haberla salvado empezó a gritar como una loca. Me había hecho daño, pero eso tampoco le preocupó.

-¿Qué haces aquí?- Dijo gritando -HARRY, HARRY.- Dijo aumentando si se podía más la voz.

Le puse mi mano en la boca para hacerla parar de gritar. Solo me faltaba que viniese el gran mago a salvar a la damisela. 

¿A qué temperatura arden los pergaminos? -PANSMIONE-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora