Los ultimos dias arriba

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Ya pasaron dos días desde la vez que firme el contrato, mis padres se han dedicado a llamar a familiares y amigos solo para saber como va su día, aun no se atreven a restregarles en cara que ellos serán salvados, y yo menos.

He tratado de contactar a Axel, pero no contesta mis mensajes y escaparme a su casa para averiguar de el es una idea que viene comiéndome el cerebro desde mis ultimas dos noches de insomnio.

-a dónde vas?-susurra mi hermano por detrás de mi hombro ocasionando que brinque del susto.

-rob...no hagas eso! -trato de esconder las llaves que llevo en la mano y las meto cautelosamente en mi bolsillo trasero.

-que? ¿Me vas a decir que no ibas a salir?

Ruedo los ojos y suspiro rendida al ser descubierta, mi hermanito siempre ha tenido ese superpoder de aparecer en los momentos donde planeo hacer algo a escondidas.

-necesito ver una última vez a Axel-contesto al fin.

-sigue sin contestarte el móvil?

Asiento herida con la cabeza cabizbaja.

Veo como Rob inspecciona el perímetro frustrado y me mira antes de abrir la puerta trasera por la que planeba salir.

-no te tardes, mama sigue insistiendo que cenemos juntos.

Asi es, desde el día uno de la cuarentena mi madre decidió hacer las noches solo para nosotros.

Me acerco rápidamente a besar la mejilla de rob con la posibilidad de que este me esquive, pero no lo hace, solo me dedica una leve sonrisa y una invitación a que salga lo mas rápido posible.

Al salir de la casa inspecciono detenidamente el patio trasero, ese al que tanto disfrute de niña y que aun de grande aprovechaba para invitar a mis amigos a un asado, es grande, con una palapa que existe desde que tengo uso de razón y que mis padres usaron en todas nuestras fiestas de cumpleaños, mi padre insistió en conservar los columpios que se alojan a un lado de esta como recuerdo nostalgico de esa infancia tan bien disfrutada, muchas veces lo sorprendia en la noche mientras se sentaba en uno de ellos a fumar un cigarrillo.

De un momento a otro las lagrimas inundan mis mejillas y rápido me empecino en limpiarlas, no me puedo permitir sentirme nostálgica, no cuando tengo cosas que resolver antes de irme.

Camino a prisa rodeando la vieja palapa y saltándome la valla a casa de la señora Isa, siempre lograba escaparme asi, con la diferencia de que antes era descubierta por el señor Obe, quien disimulaba un candado en la boca y me guiñaba un ojo antes de salir por su puerta que daba a la calle, ahora no esta, ni el ni la señora Isa, no sabemos cuando se fueron, solo sabemos que un día dejaron de sonar las campanas de su antiguo reloj y que el jardín dejo de ser regado, las hermosas astromelias de la señora Isa murieron, y de haber estado ella en casa nunca lo hubiera permitido.

Las únicas veces que he salido de casa desde lo ocurrido han sido en coche, y siempre evito mirar hacia las casas con miedo a agobiarme, pero ahora que el viaje lo hago andando detallo cada cambio que ha ocurrido desde la ultima vez que todo fue normal.

Los jardines descuidados, la ausencia de autos en las cocheras, el silencio...ni un ladrido, ni un sonido de vajilla usandose, ni una luz encedida.

Axel vive a cuatro cuadras de donde yo, cuando vivíamos juntos en la universidad solíamos compartir el taxi que nos traía todos los fines a la casa de nuestros padres, una que otra vez era invitada los domingos a casa de Los Solis, acostumbraban a hacer su famosa paella y karaoke para alegrar a la abuela, y yo disfrutaba cada segundo de ver a esa familia tan unida.

Advierto mi llegada al distinguir ese rosal que a mi madre siempre le ha fascinado, Katy, la mama de Axel siempre se ha distinguido en su agilidad con el mantemiento de su bello jardín, solo que ahora ese rosal apenas albergan una docena de rosas marchitas y el pasto me llega a la altura de la rodilla, pero se que están ahí al avisar el Tsuru azul del señor Gerardo.

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