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4. Amigos

Bruce despertó y lo primero que noto era que Edward ya no estaba a su lado, suspiró decepcionado, deseaba abrir los ojos y tenerlo al alcancé para apreciar cada hermoso detalle de su amigo.
Sin dar más vueltas se levantó, buscó una camisa negra y jeans grises. Tendió la cama y salió de la habitación.
Oyó murmullos mientras se acercaba al comedor, una risa lo hizo sonreír, escuchar reír a Edward era de los sonidos preferidos de Bruce.

—Buenos días —saludó Wayne.

Martha y Edward estaban desayunando, le dieron su atención al verlo.

Edward tenía el cabello despeinado, sus ojos estaban decorados por ojeras que mostraban que hace poco se había despertado, sus mejillas coloradas hicieron que Bruce se perdiera unos segundos.

—Hola hijo, estábamos hablando de ti —contó sonriente Martha. Su madre parecía congeniar bastante con Nashton.

—Ah, ¿sobre que? —quiso saber mientras se acercaba a su novio falso, le puso una mano en el hombro.

—Buenos días, Bruce —dijo Edward.

—Edward me contó algunas anécdotas de ustedes.

Bruce se inclinó para agarrar una tostada.
—¿Sobre las cosas ridículas que hemos hecho? —dijo y mordió un poco.

Martha ríe.
—Asi es.

Sin decir nada, Wayne se sentó sobre el regazo de Edward, le encantaba molestarlo, pero por un momento pensó que era demasiado, se aprovechaba de la situación.

Edward tenía los ojos bien abiertos.
—Bruce…

El aludido besó la frente de Nashton.
—¿Estoy pesado, amor?

El rostro de Edward se tornó colorado y Bruce aguantó la risa.
—No, para nada. Estás bien.

—Supongo que contó sobre esa vez que fuimos arrestados.

Martha levantó las cejas.
—No mencionó nada de eso.

—Fue culpa de Bruce.

—¿Qué? Yo te defendí de ese tipo que te estaba molestando.

—Ah, en ese caso no puedo enojarme —murmuró Martha.

Edward colocó sus manos contra la cintura de Bruce, causándole un escalofrío, ahora él estaba sintiéndose acalorado.

—Solo estuvimos tras las rejas unas horas.

—El ojo morado te duró más de unas horas —rió Edward.

Recordó cómo se enfrentó a un matón que le doblaba la estatura, pero eso no le importó, el grandote se estaba metiendo con su chico y eso no podía permitirlo. Si, terminó con un ojo golpeado, pero el acosador se ganó una articulación más en el brazo derecho. Bruce todavía podía escuchar el ruido de aquel crujido. Practicar técnicas de combate y defensa habían dado frutos.

—Voy al baño, permiso —dijo Edward.

Bruce se levantó y le dejó espacio a Eddie para que saliera.

—Es tierno, ya me estoy encariñando.

—Lo sé, por eso lo amo —dijo Bruce, siendo honesto.

—Se nota, Bruce… Lo puedo ver en tus ojos.

—¿Y en los de él? —cuestionó, sintiéndose vulnerable.

Su madre se aclaró la garganta.
—Deberías ir al baño a ver cómo está.

—¿Qué pasó?

—Edward tiene un problema —dijo ella entre risas.

Abandonó a Martha, camino apurado al baño más cercano, su casa era grande y habían varios tocadores, tocó y esperó, impaciente.
—Déjame —Se escuchó desde el interior.

—¿Qué te pasa?

—¿A ti qué te pasa? Te sentaste sobre mí.

—Estaba jugando, te pido disculpas, fue demasiado.

—Si, fue demasiado, Bruce —Eddie se escuchaba molesto.

—Voy a pasar —avisó Bruce.

No hubo protesta así que Bruce entró al tocador.
Edward, apoyado contra la pared, lo fulminó con la mirada. Bruce no entendió qué pasaba hasta que bajó su mirada, allí en la entrepierna de Nashton, una erección se marcaba en el pantalón.

—Oh, ya veo cual es el problema —murmuró.

Edward se tapó con ambas manos.
—¿No la sentiste? —preguntó.

A Bruce le dió ternura y por otra parte gran excitación esa situación.
—No, estaba concentrado en molestarte. No pensé que pasaría esto.

—Te odio, te movías y empeoró.

Se quedó contra la puerta, inseguro de que hacer a continuación.
—Piensa en algo que no te guste, respira.

Ambos estaban impacientes, Edward se mordía los labios y Bruce quería hacerle el amor ahí mismo.
—Bueno, me voy a encargar de esto, ya que yo lo cause —dijo Wayne, secretamente orgulloso de la reacción de Eddie.

—Que vas a…
Bruce presionó su mano contra aquel bulto, Edward jadeó y Wayne le bajó el pantalón y bóxer dejándolos a la altura de las rodillas dejando libre la erección, el miembro erecto y largo.  Se mordió los labios y procedió a envolverlo con su puño. Nashton gimió, Bruce sintió en presemen. No escuchó quejas de Edward, sin embargo lo miró.
—¿Sigo?

Edward asintió, ansioso.
—Hazte cargo…

Bruce empezó a frotar el pene de su amigo con la mano, fue con lentitud mientras intentaba que Edward disfrutará lo más posible, lo masturbó con más rapidez al cabo de un rato.
—Creo… que me voy a correr.

—Bueno.

—Pero… Bruce —Nashton se arqueó apretando con fuerza el brazo de Wayne.

El semen de Edward le bañó la mano y dejó caer su cabeza sobre el hombro de Bruce.

—Lo lamento —murmuró Edward.

—Está bien —dijo Bruce, sintiendo su pene adolorido entre sus pantalones. Ahora el necesitaba atender ese asunto.

—¿Los amigos hacen esto? —preguntó Nashton.

—Algunos —respondió Bruce.

—Eres mi mejor amigo…bueno, eres el único —murmuró Eddie con un tono triste.

—No es así, allá en la universidad tienes amigos —le recordó Bruce.

—Son solo conocidos. Nadie me soporta.

—Los que no sepan apreciar lo increíble que eres es porque no te merecen —dijo Bruce.

—Estoy bien, Bruce, te tengo a ti —susurró Nashton.

Al procesar esa sentencia el pulso de Wayne se aceleró, solo quería estampar su boca contra aquellos labios rosados de Edward.

Lo amaba, ¿pero era correspondido?