Cuatro

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«Sigo casada con Alfonso Herrera».

Alfonso no podía oír las palabras de Anahí, pero podía leer sus labios y ver cómo el color desaparecía de sus mejillas.

Y tuvo que contener el deseo de lanzar el puño al aire en un gesto de alegría mientras se acercaba a ella. Se detuvo tan cerca como para que la brisa de la mañana le llevara su perfume. Su perfume. No la carísima colonia que solía ponerse en sitios muy interesantes. Ese recuerdo aceleró su pulso. La fragancia de Anahí aún podía despertar sus hormonas como ninguna otra cosa en el mundo. Ella cortó la comunicación y respiró profundamente, llamando la atención de Alfonso sobre sus pechos.

—¿Algún problema?

Tuvo que contenerse de nuevo para no preguntar qué había hecho mal Everett Puente esta vez. Le daba igual, fuera lo que fuera pensaba aprovecharse de la situación.

Y luego estaba el alivio de que ninguno de los dos se hubiera casado de nuevo en esos once años. La bigamia era un problema muy serio. Su madre lo había descubierto de primera mano...

Anahí parpadeó, nerviosa.

—Parece que hay un problema con la firma de los papeles del divorcio.

—Tú no los firmaste.

—Pues... no lo sé.

La verdad estaba escrita en su rostro. Anahí jamás había sido capaz de contar una mentira de manera creíble. Su honestidad había sido una de las cosas que lo atrajeron de ella... junto con ese cuerpazo, su sentido de la aventura y la calidez que mostraba hacia su familia. Jamás había mirado a su madre por encima del hombro, aunque Lila Herrera había tenido tres hijos con tres hombres diferentes y sólo había estado «casada» con uno de ellos, el inútil del padre de Alfonso, casado con otra mujer, que se había subido al coche cuando él tenía dos años y no había vuelto jamás.

La familia de Anahí no lo había aceptado de tan buen grado como ella, pero tendrían que comerse esa actitud cuando él se quedase con los cruceros Puente.

—Seguimos casados. Eso es lo que te ha dicho tu hermano.

Anahí se mordió los labios.

—Es posible. Pero Mitch va a seguir investigando.

Un golpe de viento lanzó el flequillo sobre su frente y cuando Alfonso lo apartó con el dedo, Anahí tuvo que llevar aire a sus pulmones.

La química seguía ahí y, evidentemente, era recíproca. Acostarse con ella no sería tan difícil, pensó.

—Entonces, debería besar a la novia

Se inclinó para besarla y, al rozar sus labios, fue como si hubiera recibido una descarga eléctrica. Ella le devolvió el beso durante un segundo pero enseguida se apartó, dando un paso atrás... y Alfonso la sujetó del brazo cuando estaba a punto de caer a la piscina.

—Cuidado.

Anahí se soltó de un tirón, pero el rubor de sus mejillas le decía que el beso lo había afectado tanto como a él.

—Suéltame. Nuestro matrimonio está roto, digan lo que digan los papeles. Mi abogado lo arreglará todo.

La última vez no había tenido que ir tras ella. Atrevida, había sido Anahí quien dio pie al primer encuentro. Y sí, había descubierto después que era para sacar a su padre de quicio, pero le gustaba lo suficiente como para que le diera igual. A partir de entonces, lo único que tuvo que hacer fue dejar que la madre naturaleza siguiera su curso. La atracción entre ellos era tan fuerte que pasaban juntos todo el tiempo posible.

Pero no parecía que Anahí fuera a ponérselo tan fácil en esta ocasión.

—Después de desayunar, te daré tu primera clase de conducción.

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⏰ Última actualización: Aug 06 ⏰

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