TRES

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MIN YOONGI

Un mes antes...

 CONDUCIR por el pequeño pueblo montañoso de Tehachapi fue un viaje. Dede los que te hacen alucinar. Con una población de apenas trece mil habitantes, erauna comunidad encantadora ubicada en lo alto de las montañas del sur deCalifornia. En el pasado, cuando pasaba a toda velocidad por la autopista 58,apenas había registrado la salida. Recordé haber venido a la ciudad exactamenteuna vez, y el alto precio del combustible y los bocadillos me envió de regreso a lacarretera. Aunque, para ser justos, probablemente estaba marcado cerca de lainterestatal para atrapar el dinero de los turistas, no los locales. Mantendría lamente abierta. 

Sí... mirando el área con ojos frescos, me vi acomodándome aquí bastantebien. Definitivamente era pintoresco. El accidentado desierto estaba a veinteminutos por la carretera, mientras que estas colinas estaban llenas de vida. Claro,colinas rocosas y arbustos escarpados rodeaban la carretera, pero fuera de ella, losárboles y la hierba tomaban el control. Y vides de uva. Y vecindarios suburbanosprolijos con césped bien cuidado. 

¿Cómo se mantenía oculta una manada próspera en un pueblo tan pequeño ycerrado? Dadas las montañas circundantes, no podrían expandirse como la mayoríade los lugares en este estado.

A unos veinte minutos del centro de la ciudad, me encontré en el vecindariode Bear Valley Springs1 y lo entendí mejor. Las casas por las que pasaba ahoraestaban ubicadas en terrenos más grandes. La tierra estaba llena de árboles, como es el nombre de la localidad, se deja el original.rodeada de colinas y la montaña omnipresente. Si mantenían la cabeza gacha, unamanada se mezclaría fácilmente. El GPS me dijo que la dirección estaba todavía aun par de millas, incluso más lejos de la ciudad. Otra buena idea. Quizás estanueva manada no fuera tan mala.

 Mientras trataba de no tener ninguna expectativa, la mejor manera de evitar ladecepción en mi libro, tenía medio miedo de encontrar idiotas como BartMacklebee III, el ex alfa que maté mientras defendía las tierras de la manada de miamigo Jungkook. 

No había sido el único alfa en heredar accidentalmente una manada. Fuisimplemente el idiota que menos lo quería. Al parecer, los West Coast Wolves2, miclub de motociclistas y manada no oficial de compañeros alfas, estaban creciendocon manadas propias. Con todos los demás asumiendo sus responsabilidades, notenía más remedio que hacer lo mismo.

 Al menos, me quedaba con esa historia cuando alguien me preguntaba.Secretamente, el crecimiento de Jungkook como alfa de manada me había inspirado, yme preguntaba si tal vez, sólo tal vez, podría tener la capacidad de seguir sus pasoscon una manada propia. Después de una vida sin raíces ni familia a quien llamarmía, sentí que era el momento adecuado para arriesgarme a encontrar algunas.Raíces, al menos. Tenía una familia con mi grupo. Cualquier otra cosa sería esperardemasiado... y si albergaba una fantasía o dos en esa dirección, nadie necesitabasaberlo.

Estaba bien. Sabía que podía hacer esto, y al menos todavía estaba a un viajerápido hacia cualquiera de mis amigos y hermanos de armas. Pero... joder. No eracomo Jungkook con su intencionada gestión de la manada. Cómo había logradotanto en Lucerne Valley en tan poco tiempo fue increíble. Aunque tener uncompañero como Wonho no dolía.

 Sí, Wonho tenía que ser uno de sus secretos. Jungkook tuvo la suerte de tener a sulado un compañero ayudante perfectamente dulce que sabía cómo organizarse con los mejores. Sin mencionar que su manada estaba llena de buenos lobos, felices deunirse y construir un futuro mejor para ellos. Nunca me había sentido más en casaen mi vida que durante mi estadía en Lucerne Valley.

EL ALFA REBELDEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora