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—¿Seguro que no me vas a hacer nada?

El chico la miró fijamente, cayendo en cautiverio por sus raros ojos de colores disparejos, su cabello que era como el ardiente sol de verano y su tez que se asemejaba a la nieve que caía en invierno.

¿Se le habrá caído una lentilla? —pensó.

—¡No! —exclamó, negando con las manos—. No vayas a creer eso. Entré porque la puerta estaba abierta y pensé que nadie vivía aquí.

—¿Y como te dejaron entrar? —se sobó las manos con una mueca.

—No había nadie en la recepción, así que fue fácil entrar sin ser visto —se encogió de hombros.

—Ah, con razón —asintió levemente.

—Déjame levantarte, de todas formas fue mi culpa —rió con nerviosismo. Él aún tenía el brazo extendido—. ¡Vamos! Se me está cansando el brazo —hizo puchero.

Ella suspiró con profundidad, puso la mano cerrada encima de la suya, luego dejó que sus dedos se estiraran y se agarraran de la muñeca del otro. Se paró recta, su rodilla se trabó e hizo que se fuera hacia delante.

Su cuerpo se abalanzó contra el Vernon, él pudo abrir los brazos y sostenerla, haciendo que sus mejillas se rozasen.

— ¡Ay! —exclamó ella, separándose de él abruptamente.

—¡Uff! Ah... —se sobó el cuello—. Lo siento...

—E-e-e-a-a-esta bien —tartamudeó—. Ahora que ya sabes que vivo aquí, puedes irte.

—Puedo quedarme para ayudarte —propuso.

—Estoy bien —mintió, negando con la cabeza—. Además, seguro tienes cosas que hacer.

—No mucho, por eso andaba por aquí.

—Si te vas a quedar será por tu propia cuenta, yo no estoy obligando a nada —expandió sus labios.

Vernon asintió.

— Pero antes... ¿por qué no estás en tú casa?

—Te lo voy a explicar más adelante —sonrió.

—Hmm... —alzó una ceja con cierta duda.

—¿Harás algo ahora?

—Voy a hacer algo de comer. No me he metido nada más que café en todo el día.

—Estamos iguales —tocó su estómago, el cual estaba rugiendo.

—Hace rato vi en un post de X que habías llegado recién de Japón. ¿No comiste nada en el aeropuerto?

—No me gusta mucho la comida de aeropuerto... —dijo con cierta pena reflejada en su rostro.

—Venga entonces, vayamos a la cocina —dio un paso y su rodilla volvió a trabarse, haciendo que se tambalease. Por atrás, Vernon la sostuvo de la cintura y la hizo pasarse recto de nuevo.

—Espera, pon tu brazo alrededor de mi cuello para que te pueda llevar.

Ella lo miró, parpadeando dos veces con extrañes y vergüenza. Al no ver reacción alguna, el chico la tomó de su muñeca y rodeó esta por su cuello. Levantó un poco la mirada y entreabrió los labios con sorpresa al notar que ella era igual de alta que él.

Además, ya estando lo bastante cerca suyo, una dulce fragancia de cereza golpeó su nariz, embriagando todo su ser por completo. Sin darse cuenta él estaba sonriendo de oreja a oreja como un animador de circo.

✫ ᏋᏝᏦ ᏝᏋᏗᏉᏋᏕ || 𝒱ℰℛ𝒩𝒪𝒩 𝒞ℋ𝒲ℰDonde viven las historias. Descúbrelo ahora