1

1.6K 162 17
                                    


—¡Rei! Ya te dije que separes la ropa de color con la blanca cuando laves.

—Mmm...

El rubio suelta un suspiro mientras mira nuevamente la camisa antes blanca.

"Los omegas son los que deben de encargarse de las labores de la casa", era lo que le enseñaron de pequeño, pero conforme fue creciendo la idea le parecía absurda y empezó a aprender a cocinar y hacer labores domésticas para ayudar a su futuro Omega.

Y con ella todo fue perfecto. 

Lastimosamente, su compañero de departamento era ... Peculiar. En un inicio pensó que el desastre de su casa era para ahuyentarlo y hacer que se buscará un nuevo departamento en lugar de vivir con él. Sin embargo, esa teoría se esfumó cuando se dio cuenta de que en realidad a él no le importaba en lo más mínimo el orden y la limpieza. 

En toda su carrera había ido a casas de diferentes omegas, todas esas moradas siempre estaban impecables, olían tan dulce y te transmitían una paz y calidez que a Kazuki le gustaba.

Más este no era el caso del de cabello oscuro. Solo necesitaba estar ausente unas horas para que el Omega tuviera un nuevo desastre, envolturas de papás regadas por el piso, las migajas encima del sillón, nuevas cajas llenando la sala y oh, un nuevo gato que descansa en su regazo. 

Ahora que recuerda, nunca antes había entrado en su habitación, pero estaba seguro de que era un desastre que Rei justificaría con que era parte de su nido, aún que ciertamente no tendría sentido siendo que este duerme en la bañera de la casa, seguramente su habitación ya era inhabitable y por eso prefería dormir en otro lado.

Rei no era un Omega común, de hecho, muchas veces dudaba de que fuera uno, nunca lo ha visto en rutina, pero tampoco ha encontrado en el botiquín o en el baño indicios de supresores, tampoco había percibido el aroma natural del azabache, siempre estaba impregnado de ese perfume de la pólvora que a veces creía que el manejo constante de las armas hizo que su aroma se mezclara con el de la pólvora.

Incluso cuando Miri llegó estaba más convencido que Rei no fuese un Omega como los demás, sus instintos lo harían querer proteger a la pequeña, ¿No? Ya había pasado un año y la había mandado enferma a la guardería, ¡Enferma!

Rei era un misterio, era lo único que Kazuki tenía entendido y era lo único que necesitaba... Hasta ese día. 

Había ido con Kyu por el pago, y de paso compró más víveres para suministrar su despensa. Kazuki le había prometido a Miri preparar galletas para esta tarde, todo iba bien hasta que miro la hora. Se había tardado mucho ¡Había dejado a su preciosa niña en el cuidado de Rei por demasiado tiempo! 

Corrió con toda la fuerza que sus piernas le otorgaron, solo esperaba llegar y no encontrarse con el escenario de hace una semana donde la pequeña estaba jugando con un arma de Rei mientras él le explicaba el cómo disparar. 

—¡Miri papá llegó! 

 Gritó apenas entró al departamento... Tan tranquilo, el acostumbrado sonido del videojuego de Rei estaba ausente, las risas de la pequeña también. Dejó las cosas en la alacena mientras empezaba a recorrer la casa, no estaba, la niña no estaba, Rei tampoco, bueno, en realidad solo faltaba una habitación por revisar... 

Tomo un fuerte respiro mientras se acercaba a la puerta de caoba, dio unos pequeños golpecitos sin tener respuesta alguna.

Estaba mal, probablemente, pero debía de entrar y asegurarse que su pequeña estaba bien. Tomando valor, llevó su mano al picaporte y abrió la puerta. 

El aroma de la pólvora fue lo primero que lo recibió, pero poco a poco fue siendo reemplazado por un aroma más agradable, pino. 

Sus ojos parpadearon incrédulos ante la vista, tantas cosas que procesar. 

La habitación de Rei de hecho no era un desastre, estaba ordenada, en su cama se encontraba su nido, dónde no solo había cosas de Miri, sino también de él, de Kazuki. Pero tal vez lo que verdaderamente le robó el aliento fue ver al omega dormido, abrazando a la pequeña que se acurrucaba en sus brazos, mientras que ... Ronroneaba. 

Nunca había visto a su compañero ronronear, y ahora lo estaba haciendo con la pequeña en sus brazos, con su cachorro. 

—¿Solo te quedarás ahí mirando?

Despertó de su ensoñación mientras miraba a su compañero que lucía adormilado, se hizo a un lado dejando en claro sus intenciones. Kazuki se acercó, acostándose al otro extremo de la cama, dejando a Miri en medio de los dos. 

Antes de poder decir algo, Rei otra vez estaba durmiendo. 

No lo entiende, y tal vez nunca lo hará, tal vez solo debía de aceptar que el Omega era así de peculiar, después de todo... Era feliz con esta familia que tenía. 

La extraña calidez de la pólvora.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora