PRÓLOGO

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Soy el infierno en la tierra, quien te arrancara el puto corazón antes de quitarte la ropa. Yo seré la tentación más caliente que tendrás en tú vida si estas dispuesta a quemarte junto a mí, ya que mataría a quien sea por protegerte.

Muchas veces las personas suelen subestimarme, creer que soy un santo al que pueden engañar, burlar y verle la cara. Lo cierto es que dentro de mí existe maldad, una verdadera, real y absoluta. No puedo ser benevolente con nadie y mis manos están tan manchadas de sangre que ya no sé a cuántos he golpeado y a otros les he puesto una pistola en la frente para hacerlos callar a mi manera.

Solo ella ha sido capaz de acabar con mi jodida paciencia, poner mi mundo de cabeza y hacerme perder los estribos más de una vez. No se ha dado cuenta que soy un demonio que lucha contra sí mismo para no explotar y terminar destruyéndola a ella y a mí. Ella sabía que no le convenía acercarse a mí. Que acabaría con mi vida, debí suponer que su aparición cambiaría todo por completo.

Eso no cambia el hecho que ahora mismo esté disfrutando ver la cara de horror que pone la mujer que tengo contra la pared. Al carajo con el llanto descontrolado que tiene, ella sabía perfectamente lo que podía pasar si me rechazaba, se lo advertí, sus amigos lo hicieron y no hizo caso a ninguna de ellas por su jodida terquedad.

— Eres un jodido témpano de hielo — gruñe mirándome a los ojos.

— Y tú, una jodida niñita altanera — contraataco.

El encanto de una mujer que llega a mí porqué según ella, tengo cara de ángel, con alma de demonio. Y no puedo estar más de acuerdo con esa descripción.

— Entonces, solo ignórame y ya está — su pecho sube y baja.

— ¡Ojalá pudiera maldita sea! — trono — Pero, no puedo acabar contigo.

— ¡Hijo de perra!

— ¡Niñita estúpida!

Su insistencia por buscar su mundo feliz la hace venir a mí que tengo garras que destrozan corazones, palabras hirientes que acaban con tus sentimientos y besos ardientes que te desnudan en un segundo.

— Esto no es una tarea fácil, Clark — vocifera.

— Tú tampoco lo eres — le dedicó una sonrisa socarrona.

La muy tonta, corresponde a mi gesto y ahora le toca vivir en el infierno de incertidumbres que amenaza su cabeza, al no saber que estoy dispuesto a hacer por lo que quiero. Soy el peor de todos, vivo entre llamaradas del infierno consumiendo todo a mi paso como si fuera un ser infernal. Y ella se ha topado con el más cruel de los hombres. Soy un hombre dispuesto a hacer absolutamente todo con tal de conseguir lo que quiero y ella es lo que quiero justo ahora.

— No me voy a poner a tus pies como si fueras una jodida princesa — recalcó.

— Y yo no pienso obedecerte — contraataca.

Sí me jode, puedo jurarle que yo lo haré mucho peor. Ya que no me gusta que me estorben y quien lo hace lo sacó de mi camino con un tiro en la frente. La verdad es que soy un egoísta que la ha condenado a una oscuridad total. Lo irónico de todo esto, es que no paro de mirarla a los ojos, queriendo destruir ese gris intenso que tanto odio y me encanta al mismo tiempo.

Lo he dicho un millón de veces y es que yo no puedo cambiar lo que soy, no puedo dejar de ser el hombre cruel y despiadado que siempre he sido. Este soy yo y es en lo que me he convertido desde que tengo uso de razón.

— Sabes perfectamente que eso no es lo que quieres de mí — confiesa.

— Quiero destrozarte.

— Y yo quiero que me dejes en paz — suelta.

— Te juro Emma Dalton, que siempre vas a arrepentirte de meterte con un hombre como yo.

Palidece y me invade la satisfacción de su rostro.

No sé cómo logra que se me revuelvan los jugos gástricos y que las ganas de matarla se intensifiquen. Un mechón desordenado cae por su cara y mi instinto es tomarlo entre mis dedos y meterlo detrás de su oreja. Mis ojos bajan hasta sus labios y siento su respiración rozar con los míos. Desde siempre me he metido en problemas sin importarme los resultados, las malas decisiones son parte de mí día a día, malas decisiones que me han llevado a ser lo que soy hoy en día. Alguien que realmente nada le importa romperse la cara con alguien en una pelea callejera, chocar el auto por alguna borrachera o incluso ir detenido por alterar el orden público.

Así soy yo, un hijo de puta al que no le importa nada ni nadie y que tiene poder y apellido tiene peso en todo el Reino Unido. Soy un asco de persona, pero para mala suerte de todos, sus opiniones me importan muy poco y la verdad es que no me interesa disculparme por ser como me dé la gana.

— Jamás dejaré que me beses — aclaró.

— Yo nunca te besaría.

Le regalo una sonrisa socarrona y siniestra. Si algo tengo muy claro, es que una mocosa como ella no va a poder más que yo. Porque soy una bestia que va a consumirle el alma por completo.  



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¡Hola, hola! Bienvenidos a una nueva historia. Una que realmente me gusta muchísimo y que espero sea de su total agrado. Haré todo lo posible para que puedan disfrutar de Azahel y Emma.


Besos.

Con mucho cariño.

Nailu P.

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