This is me trying

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horaciospoetry


"no deberia haberte pedido que vinieras."

Volkov no es capaz de permitirle a sus ojos descansar del castigo de releer una y otra vez el mensaje. El último que recibió de Horacio hace trece días. Llevan desde entonces sin hablar, ni siquiera coinciden en horario laboral, y deduce que incluso también ha cambiado su ruta de deporte matinal para no cruzarse con él.

Lleva trece días solo.

Discutieron por lo que ya varias veces se han gritado, porque Horacio siente que pasar tiempo con él fuera del trabajo significa también tener que fichar entrada y salida, y se siente más una obligación que un placer. Ni siquiera es capaz de recordar la última vez que pasaron un rato juntos sin fecha de caducidad preestablecida y él, que aprendió a palos a disfrutar los pequeños momentos y a darle importancia a otras facetas de su vida, no comprende cómo en su interior no existe hueco para experiencias más allá.

Volkov descansa la mano derecha sobre la marcha, haciendo un poco de presión sobre ella al notar un leve cosquilleo recorrer sus dedos, bloquea la pantalla del teléfono y lo deja con desgana sobre el asiento vacío del copiloto. Arranca el coche y comienza a conducir, sin rumbo.

Mientras concentra toda su atención en la carretera oscura, siente el repentino repicar de las gotas sobre el vidrio, y más que mantenerle alerta, le permite e incita a su mente a divagar por los pensamientos retenidos detrás de la coraza formada en su corazón.

Piensa en el tiempo que ha pasado desde que volvió a la ciudad tras la llamada de Horacio, y en cómo le ha costado adaptarse a esta nueva realidad. Él, que siempre ha tenido las ruedas más brillantes y el control de la situación en sus manos, ahora siente como lentamente se oxidan y aquello por lo que destacaba, su dedicación y firmeza, le impiden avanzar. Tampoco sabía si a Horacio le importaría que volviese, porque no era consciente de que volver significaba más que simplemente volver, y se arrepiente mucho de ello, porque aún recuerda aquella declaración y aquel brillo en sus ojos cada vez que cruzaban, clandestinamente, miradas en los pasillos. Pero la idea de que volver no era volver a la ciudad, sino a su vida, le ha calado ahora, y teme que sea tarde.

Cambia de marcha y hace un giro algo brusco, saliéndose del camino y conduciendo hasta frenar en un mirador situado en lo alto de un acantilado; no retira la llave, pero se queda sentado con la mirada fija al frente, observando las olas romper contra las rocas. Aún llueve, cada vez con más fuerza, y se pregunta si realmente le vale la pena todo esto, porque no se considera suficiente, ni para Horacio ni para él mismo, y teme, genuinamente teme, que la mejor opción sea volver a huir, pero ya ha memorizado cada palabra de ese último mensaje.

Y se da cuenta de la facilidad de simplemente poder pisar el acelerador y seguir sus miedos hasta abajo del acantilado.

Pero no lo hace, porque sabe que ni él ni Horacio se lo merecen. Así que conduce marcha atrás hasta retirarse de la zona, y se dirige a casa de Horacio. Aparca el coche en la calle de enfrente y camina pisando cada charco en el camino mientras se empapa de lluvia, dudas y miedos, porque ni siquiera sabe qué decir, pero ya está picando a su puerta.

Cuando se abre, la imagen de Horacio, despeinado y con los ojos entrecerrados a causa del sueño, le hace caer en que son pasadas las doce de la madrugada, pero se mantiene casi inmóvil.

—¿Volk-...?—

—Solo quiero que sepas que lo estoy intentando.— le corta, casi sin respirar.

—¿Qué dices? Está lloviendo a mares, Volkov, entra— murmura Horacio, frotándose los ojos y separándose del marco de la puerta con la intención de dejar espacio para que el mayor pase.

Pero Volkov niega con la cabeza, sacando las manos de sus bolsillos, desprotegiéndose.

—No, solo quiero que sepas que lo estoy intentando, Horacio.— trata de coger aire entre palabras, pero se le dificulta, y comienza a agobiarse y, por ende, a escupir pensamientos de forma casi desordenada por no practicarlos antes en su cabeza como está acostumbrado a hacer—. Siempre me han dicho que todo estaba en mi cabeza, que todas mis jaulas eran mentales, que soy yo mismo quien se pone las barreras que me impiden avanzar, así que me desperdicié por completo como todo mi potencial— casi balbucea, pasándose la mano por el pelo empapado con la intención de apartárselo de la cara—. Yo... yo era bueno en lo que hacía, yo sabía hacer bien todo, era un muy buen agente, un muy buen líder, pero me desperdicié, y ya no soy suficiente, por eso mis palabras disparan a matar cuando discutimos o me enfado, porque siento que no tengo nada que perder.— muerde su labio inferior a la vez que asciende la mirada y coge aire, para después volver a bajarla y hacerla coincidir con la de Horacio—. Y me arrepiento mucho de ello.

Horacio simplemente escucha, porque sería egoísta si no lo hiciera.

Volkov ha estado toda su vida tan por delante de la curva, implicándose constantemente en mejorar para ser mejor que el resto, que la curva acabó convirtiéndose en una esfera, sin principio ni final, sintiéndose infinita y sin salida. Pero ahora se encuentra aquí, vertiendo su corazón a quien una vez fue un extraño en vez de verter el vodka para dejar de sentir, y eso es un avance.

—Pero eso, Horacio, solo quiero que sepas que lo estoy intentando, joder, de verdad, lo estoy intentando.— se repite y se lamenta, comenzando a alzar la voz porque el cosquilleo que invade cada molécula en su cuerpo al mirar a Horacio le abruma—. Pero es difícil estar en un sitio rodeado de gente que parece estar siempre feliz y con todo a su favor cuando yo me siento como una herida abierta, y coño, Horacio ¡es difícil también estar en cualquier sitio estos días cuando solo quiero estar contigo!— una lágrima se camufla entre las gotas que se deslizan por su cara, pero aun así la intenta secar con el dorso de su mano derecha—. Eres como... como un flashback en un rollo de película que no para de reproducirse una y otra vez en la pantalla.

Horacio no quiere interrumpir, porque realmente valora la valentía de Volkov por querer expresarse, pero no llega a comprender eso último, no entiende que a lo que se refiere Volkov es que las memorias de ellos dos juntos se reproducen en su cabeza constantemente, y no sabe, ni quiere, ponerlo en pausa.

—Lo estoy intentando.— repite, por última vez, ya con un hilo de voz—. Al menos lo estoy intentando.

Horacio apenas escucha eso último debido al ruido de la lluvia, pero le lee los labios, la mirada y el corazón, así que sale del umbral de su puerta, empapándose, y rodea con sus brazos la fragilidad de Volkov.

—Sé que lo estás intentando—susurra en su oído, abrazándole con fuerza.

Al menos lo está intentando.

୨⎯ volkacio x taylor swift ⎯୧Donde viven las historias. Descúbrelo ahora