୨⎯ volkacio x taylor swift ⎯୧

I think he knows

「  @ariaxcbby__ 」

Cuando cruzan el umbral de la puerta de casa dejan afuera todo aquello que fingen ser en el trabajo y pueden volver a ser ellos mismos.

Horacio se deja caer en el sofá, agotado. Bosteza y se estira, con los ojos cerrados. El día ha sido ajetreado, para él y para Volkov. Ahora que están a solas pueden dejar de aparentar seriedad y profesionalidad, y pueden bromear entre ellos y quejarse de las largas horas de trabajo. No necesitan fingir.

—¿Quieres irte a dormir? —pregunta Volkov. Horacio nota al momento la diferencia en su tono de voz, mucho más suave que cuando patrullan juntos y tienen la radio encendida. Aunque el ruso siempre encuentre el momento de hablarle con esa voz dulce en el trabajo -muchas veces sin ser siquiera consciente de que lo está haciendo-, cuando están a solas es casi imposible que lo haga de otra manera.

—Mhm —murmura. Alcanza un cojín y entierra la cara en él, preparado para evadirse de todo su alrededor y quedarse dormido, en el sofá y aún con la ropa del trabajo puesta. Si tiene suerte, Volkov lo llevará en brazos a la cama. Se le escapa una sonrisa, pero no levanta la cabeza ni cuando siente la mano de Volkov en su hombro.

—Iba a proponerte tomar una copa, pero... —han cenado de camino, porque a ninguno de los dos le apetecía ponerse a cocinar o esperar a que llegara la comida a casa. Además, había un sitio que tenía buena pinta y llevaban ya un tiempo queriendo probarlo. Esa noche ha sido el momento perfecto.

—Sí, me apetece —acaba respondiendo. Está cansado, pero no va a desaprovechar la oportunidad de pasar un rato más con Volkov. Este es siempre su momento favorito del día, cuando vuelven del trabajo y cenan o beben juntos. Ambos están relajados, se comentan cosas sobre el día y hacen bromas privadas teñidas siempre con un deje cariñoso. Es un ambiente en el que los dos se sienten cómodos. 

—Vale... ¿Te cambias antes? —Horacio no reacciona. Volkov espera unos segundos, pero después añade:— Yo sí que voy a cambiarme.

Ahí sí reacciona. Siente cómo Volkov aparta la mano de su hombro, y levanta la cabeza del cojín, observando la figura del ruso mientras sube las escaleras hacia su habitación. Por el camino va desabrochándose, uno a uno, los botones de la camisa, que cada vez revela más de su piel blanca.

Horacio lo sigue con la mirada hasta que el ángulo se lo impide, y vuelve a enterrar la cabeza en el cojín, ahora con más frustración que antes. No se mueve del sofá, pero Volkov tiene que saber, piensa él, que ese gesto no hace más que instarle a seguirlo.

Tiene que saber que, cuando sube las escaleras hacia su habitación, sus huellas guían a Horacio hacia donde quiere ir cada noche.

Y tiene que saber que sus gestos le hacen fantasear con ser él el que le desabrocha la camisa, el que desnuda su piel. Horacio cree que Volkov ya lo sabe. Cree que ya se lo ha demostrado lo suficiente.

Se da la vuelta y suspira, ahora mirando al techo. Se mantiene en esa posición durante unos minutos, sin pensar en nada en concreto, pero acaba levantándose del sofá. Se quita los zapatos, la chaqueta y la camiseta, y lo deja todo en el sofá. Después se desabrocha el cinturón y lo deja también junto al resto de la ropa, permitiendo que el pantalón se deslice unos centímetros hacia abajo y deje a la vista su ombligo y bajo vientre.

Busca la botella de vodka que empezaron hace unos días y dos vasos. Ya ha anochecido, pero las temperaturas han sido tan altas ese día que el aire sigue siendo cálido, por lo que no le hace falta subir a buscar ropa. Ese verano parece durar el triple que todos lo que ha vivido hasta ahora. Pero también está siendo su favorito, así que no le importa.

Volkov baja las escaleras unos minutos después, pero Horacio le da la espalda y llena los vasos a la mitad.

—¿Quieres mezclarlo con algo? —pregunta, aunque sabe cuál va a ser la respuesta de Volkov.