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「  horaciospoetry  」

Alisa con firmeza los pequeños pliegues de su camisa, quiere estar perfecto, y no entiende muy bien por qué. Sabe que en cualquier momento Horacio va a tocar a su puerta, así que camina de un lado a otro por la habitación del hotel en el que lleva quedándose desde que volvió a la ciudad y empieza a recoger sus pertenencias para guardarlas en sus bolsillos.

Son las once y cuarenta de la noche, diez minutos más tarde de la hora que habían acordado, pero no le importa, incluso lo agradece. Está echándose colonia cuando suenan dos golpes secos en la entrada, y se pregunta si desde su posición, tras la puerta, él habrá podido escuchar con la misma intensidad los mismos que han sonado en su corazón.

Se apresura para abrir, y sonríe inevitablemente al ver a Horacio con la que sabe que es su camisa favorita.

—Ya casi estoy —anuncia, apartándose de la puerta, con la intención de dejarle entrar—. ¿Estás bien?

Volkov sabe leer la mirada de Horacio. Al final, no es algo que le haya costado mucho aprender, ya que al no expresarse apenas verbalmente, sus propias facciones suelen delatarle. Le nota cansado, y piensa que igual también hasta arrepentido de haber quedado con él, pero los hoyuelos que se le forman cuando intenta sonreír sin tener fuerzas le ratifican que quiere estar ahí, con él.

—Estoy bien, ha sido un día duro, ya sabes, mucho trabajo —comenta Horacio, mientras se adentra a la habitación dejando la puerta abierta, ya que la idea es salir cuanto antes.

Volkov asiente con la cabeza, sin creérselo del todo. Se coloca el abrigo y le hace una señal a Horacio para que apague las luces, dejando la habitación prácticamente a oscuras.

Horacio le mira de abajo arriba, y termina coincidiendo con los ojos de Volkov. Normalmente apartaría la mirada de forma inmediata, pero esta vez no puede. Hoy le ve guapísimo, más de lo habitual, y solo le mira así a él. Volkov reconoce esa mirada, y piensa en lo rápido que ha pasado el tiempo. Solía mirarle así años atrás en los pasillos de la comisaría, en los vestuarios, en el patrulla, incluso cuando coincidían fuera de servicio.

Observa cómo Volkov se abrocha cada uno de los botones de su abrigo, sin prisa, y se apoya en el marco de la puerta mientras suspira de forma exagerada, para llamar su atención.

—¡Por Dios! ¡Eres más lento que el caballo del malo, tío! —bromea, mientras ríe, de la forma más desenfadada posible.

Volkov ríe con él.

No hay pruebas, tampoco es mucho, pero ha visto suficiente.

Ha visto la forma en que sus ojos se empequeñecen y su pecho se infla, y cómo han bastado menos de diez minutos a su lado para que Horacio vuelva a ser su mejor versión, aunque siga sin descifrar concretamente un por qué. No logra entender del todo qué causa en Horacio a día de hoy, porque en ningún momento han tenido una conversación sobre ello, pero no es ciego y, cuando se trata de él, tampoco es que pueda fijarse en otra cosa, así que se da cuenta de cada pequeño detalle que podría delatar que algo sucede dentro de él cuando se encuentra a su lado.

Volkov se apresura y salen juntos de la habitación, manteniendo una conversación banal hasta que llegan al coche aparcado un par de calles más abajo del hotel. Horacio se sube de piloto y comienza a conducir sin un rumbo predeterminado; las calles están oscuras y en silencio, pero agradece pasar tiempo con Volkov a estas horas, donde parece que solo existen ellos dos en la ciudad.

—¿Quieres que vayamos a por un café? —propone Horacio cuando frena en un semáforo rojo.

—¿A medianoche? —pregunta algo indeciso—. Venga, vale, un café.

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⏰ Última actualización: Mar 06, 2023 ⏰

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