Un aleteo suave.
Entintó su pluma para deslizarla sobre el papel en el que estaba trabajando, realizando pequeños garabateos en distintas partes para poder terminar con su ensayo.
Habían pasado un par de semanas sin nada particularmente interesante, simplemente siguiendo a Draco por aquí y allá en algunas ocasiones, entrando y saliendo de clases, las cuales también debía de tomar.
Era interesante ponerse en el papel de los chicos como lo estaba haciendo; fallar en la realización de un hechizo, perder el equilibrio mientras intentaba volar su escoba, quizá explotar accidentalmente un caldero o dos mientras trabajaba...
Miró el encuadernado a su lado, un libro desgastado de pociones que había tomado prestado durante su primera clase de aquella materia.
Lo tomó entre sus manos mientras lo abría nuevamente, divisando las singulares palabras escritas en una letra cursiva formal.
"Este libro es propiedad del Príncipe Mestizo".
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Aquel día se había levantado con fatiga, buscando con su mano a su lado para encontrar el bulto que usualmente amanecía junto a ella durante todas las mañanas los últimos meses, pero por desgracia no se encontraba ahí.
–Claro...– murmuró cuando visualizó los dormitorios Slytherin, recordando que no se encontraría al azabache en aquel sitio y mucho menos durmiendo plácidamente a su lado como solía hacerlo.
No mentiría, amaba cuando ellos dos dormían juntos, siendo esta una de sus actividades favoritas. El sentir su calor, su aroma y el poder verle al amanecer o besar sus labios como un gesto de los buenos días era algo que apreciaba con toda su alma.
Se removió entre las sabanas con cuidado, colocando su par de pies descalzos sobre el suelo para caminar en dirección a los baños.
Varias de las chicas aún se encontraban tranquilamente dormidas, subiendo y bajando sus pechos en torno a sus respiraciones profundas y relajadas gracias a quizá un agradable sueño que estuvieran teniendo.
También tenía que admitir que las envidiaba un poco; tan tranquilas, disfrutando de su vida como todos deberían de hacerlo, sin preocupaciones ajenas a sus estudios o su situación amorosa, simplemente siendo adolescentes comunes con una vida ordinaria...
Frunció ligeramente el ceño. Odiaba a Voldemort, odiaba todo el daño que le había causado, lo mucho que la había herido al manchar su alma con el pecado del asesinato una infinidad de veces, pero sobre todo odiaba al Ministerio, por sus acciones, su hipocresía y falta de presencia real cuando ocurría alguna tragedia, siempre tan miserables al intentar ignorar todo y darle la vuelta al asunto de la misma forma en la que lo hicieron con Harry y Diggory.
No permitiría que sucediera lo mismo con ellas.
Finalmente se adentró en los baños, observando su uniforme bien doblando en una de las canastas como se había acordado con el resto de las adolescentes.
Su ropa fue cayendo lentamente al ser despojada por sus manos, acomodando las prendas en otro sitio para que alguno de los elfos domésticos las recogiera más tarde.
Luego de aquello abrió la ducha, dejando correr el agua tibia sobre ella, cerrando los ojos ante la sensación.
¿Cuánto tiempo tomará todo eso?. Se cuestionaba a sí misma, observando por un instante su cuerpo, más joven, más pequeño, más frágil...
La espuma del jabón colocado en su piel se encargó de limpiar la suciedad adquirida, mientras que el shampoo en su cabello hacia el mismo trabajo. Se enjuagó cuidadosamente para no dejar rastro de productos en su cuerpo más allá del buen olor, tomando un mechón claro entre sus dedos al terminar con su cabello.
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El cuervo de los ojos azules
RandomAño 1995. Una nueva profesora llega a Hogwarts, la cual está envuelta en un profundo misterio, que intenta ser descifrado a pedido de un director que todos conocemos bien, por un profesor de cabello y ojos negros como la noche. La mujer de ojos azul...