Fragmento II: Nami

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- ¡Arrg...! ¡Otra vez no!

Una capa de humo negro abandonó el horno nada más abrirlo, y el olor a quemado volvió a envolver la habitación como muestra de un nuevo fracaso, otro intento más que no había salido bien.

- ¿Puedo ayudarte en algo?

- ¿Eh? ¡Aaaahhh!! ¡Quema, quemaaaaa!!!

Tan centrada estaba en sacar del horno aquel intento fallido de tarta de chocolate sin quemarse, que no se había percatado de que alguien había entrado en la habitación hasta ese momento. El sobresalto hizo que la tarta saliese despedida y, en un intento desesperado por recuperarla, solo consiguió que ésta tocase su brazo desnudo. El intenso calor la forzó a apartar los brazos, provocando que el intento de tarta acabase volando por los aires una vez más.

- ¡Dos Fleur!

Todo ocurrió muy deprisa. Una de las manos salió de la mesa, y lanzó una bandeja en dirección a la segunda, que a su vez la utilizó para atrapar la tarta antes de que ésta tocase el suelo.

Aliviada, Nami se dejó caer de rodillas en el suelo, soltando el aire que había estado conteniendo durante todo el proceso.

- G... gracias...

- No hay de qué.

La arqueóloga aprovechó el momento de calma para echar una ojeada a su alrededor. La cocina estaba patas arriba; era evidente que su compañera llevaba horas allí, y la cantidad de tartas que había dispersas a lo largo de la mesa del comedor era la más clara muestra de ello.

Algunas de ellas estaban quemadas, como la que recién acababa de rescatar. Otras muchas parecían comestibles, a pesar de que más de una pecaba de ser demasiado líquida.

Robin se acercó hasta el punto en que había hecho florecer una de sus manos, que se desvaneció tan pronto como su dueña le sustituyo en la tarea de sostener la tarta, para luego dirigirse a la mesa del comedor y dejarla junto a las demás.

Viendo la cantidad de tartas que había desperdigadas por la mesa, comenzó a plantearse por qué razón la navegante aún seguía haciendo más. Había varias con bastante buen aspecto, y un considerable número de ellas que mínimamente aparentaban ser comestibles.

Finalmente concluyó que, si seguía haciendo más, es porque buscaba rozar la perfección. ¿Pero por qué razón? ¿Y qué tenía de especial este día?

Fijándose un poco más, pudo distinguir la forma que Nami había tratado de dar a las tartas: eran corazones. Entonces fue cuando se dio cuenta.

14 de Febrero. Día de los enamorados. Había leído hace tiempo sobre eso. En algunos sitios tenían la tradición de regalarle chocolate a su persona especial en ese día, como una forma de dar a conocer sus sentimientos.

La razón por la que buscaba la perfección, era porque no se trataba de una tarta cualquiera. Se lo estaba tomando en serio porque sería un regalo para su persona especial. Sonrió. Su joven amiga se había enamorado.

- ¿Y bien? ¿Quién es el afortunado?

- ¡¿Qu... qué?! No sé de qué me hablas. Simplemente me apeteció hacer tarta de chocolate, ¡es todo!

Robin no pudo contener una risita al ver a su compañera sonrojarse. Su teoría había dado en el clavo: estaba en lo cierto. Y Nami lo sabía. La sonrisa de la morena lo decía todo. Te pillé.

- Arrg, ¡está bien! A ti no se te escapa nada, ¿no? Bueno, verás... yo... este...

Sintió un intenso calor en sus mejillas, señal del tinte rojo que comenzaba a teñirlas. Nunca antes se lo había dicho a nadie, y haber sido descubierta de una forma tan estúpida no mejoraba mucho la situación. Por supuesto no dudaba de Robin. Si a alguien podía contárselo, era a ella. Aún así...

- ¡Oh! Así que tarta de chocolate. Suena divertido. ¿Puedo probar yo también?

- ¿Eh? ¡Oh! ¡Claro!

Finalmente distraída de sus anteriores pensamientos, dedicó a su compañera una agradecida sonrisa. Robin ya había notado su incomodidad, y decidió cambiar de tema en lugar de forzarla a hablar. Después de todo, se trataba de Robin. Encontraría la respuesta de una forma u otra, llegado el momento adecuado.

Apenas había pasado un cuarto de hora cuando Robin completó su primer intento.

- Creo que ya lo tengo. ¿Cómo lo ves?

La mirada de Nami se posó sobre un corazón de chocolate perfectamente formado. Era apenas del tamaño de la palma de su mano, pero lucía delicioso. Una base de bizcocho bañado al chocolate con una capa intermedia de nata, la cara superior del postre cubierta en chocolate con leche semi-líquido sobre el que se había dibujado un fino borde recubierto en caramelo redibujando la forma del postre.

- ¡Ahh! ¡Pero si está perfecto! Y sin embargo yo, después de mil intentos aún no... ¡Arrrg! ¡Cómo te envidio!

La respuesta de Robin se limitó a una sonrisa, y luego dirigió su atención al horno que en esos momentos estaba trabajando.

- Oye, ¿no está ya listo eso? Si lo dejas ahí más rato, se te quemará.

- ¿Qué? ¡Oh, mierda!

No fue mucho después que Nami logró finalmente el resultado que llevaba todo el día intentando alcanzar. Se detuvo frente a su creación, admirándola con una sonrisa. Mientras tanto, su compañera terminaba de recoger la cocina.

- Y bueno... ¿Qué planeas hacer con todo esto?

- ¿Eh?

Sus ojos siguieron la dirección a donde apuntaba Robin, cuya mirada se había fijado en el centenar de tartas dispuestas en la mesa del comedor.

- Oh, eso...

Una sonrisa malévola se dibujó en sus labios. Una gota de sudor recorrió el rostro de Robin. Una lástima por los chicos.

Se cuenta que el resto de miembros de la tripulación fueron forzados acomerse todas y cada una de ellas, independientemente de si eran comestibles ono - después de todo, ¡no podía permitirse tirar a la basura todo el dineroempleado para conseguir los ingredientes!

ÁngelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora