Capítulo 2: Una sonrisa y trueque

17 5 1
                                    

Mi plan era simple y complejo a la vez. Simple porque era un trueque básico que no necesitaba brindar tantas explicaciones.

"Yo dar batería auto, tu llevarme, yo cuido a mi, tu cuidas a ti"

Así de sencillo, hasta el lenguaje cavernícola se entiende.

La parte difícil era encontrar a un loco hijo de puta que necesite salir de la QZ.

Una parte crucial de mi plan era que no descubran mi condición. Nunca se sabe lo que puede llegar a pensar la gente desesperada.

Además que ir en auto era mi única opción, no importa lo incompatible que sea, si me muero por deshidratación en la mitad de la ciudad.

Así que mi hermoso y estupido plan constaba de 3 partes.

Parte número 1: Escuchar los mensajes de la radio y ver quién se quiere largar.

Parte número 2: Conversar y coquetear para que venga a mí departamento.

Parte número 3: Mostrarle lo que tengo, y que me lleve consigo.

Obviamente mis planes tenían sus dudas y fallas, y sería excelente que tuviera a alguien conmigo para contar con un amigo.

Pero dada esta realidad y mi ignorancia sobre si mi escudo podía proteger a alguien más, creo que es mejor así.

Tome mi desayuno, me lave la cara, me peine con dos trenzas abultadas y unos mechones que sobre salían al costado de mis orejas. Dejando mi cabellera negra algo salvaje mostrando un par de ondas. Me puse unos jeans ajustados en la parte de las caderas y el trasero pero sueltos en las piernas para mejor movilidad, unas botas negras de cuero, regalo de mí hacia mí a los 18. Una camisa cualquiera negra y una casaca ancha y grande verde militar con capucha.

Tome una pequeña maleta donde puse mi daga de siempre y en mi cinturón mi navaja de confianza.

Y con pie derecho y una sonrisa salí al trabajo de radio.

-- Jefe buenos días! Hoy día puedo quedarme hasta tarde resolviendo los problemas de interferencia que me menciono ayer, después de todo quiero caerle bien.

El señor apoyado sobre la mesa, ya canoso soltó un bufido y una risa burlona.

--Buenos días Malú, te conozco desde hace años, eres mejor asistente que mi segundo hijo, claro que me caes bien.

--De igual manera jefe, es lo mínimo que puedo hacer para agradecerle de darme este trabajo. Si sabe que hay personas que limpian mierda no?

--Siempre tan elocuente como de costumbre, supongo.

--Asi es jefecito-- al decir esto suelto una risa infantil. Mi jefe fue muy amable conmigo estos años, supongo que es otro buen samaritano.

--De igual forma supongo que este trabajo no genera tanto para vivir cómodo usando botas de cuero verdad?

Se me escapa una risa burlona.

--Supongo que no señor, hay algunos días que tengo que tener trabajos de esfuerzo físico, pero por esta casaca valen las penas.

Le saque una sonrisa y me dio un antemano para que ingresé a la habitación.

Me explico lo que tenía que hacer que el se iba con su esposa y que regresaba a las 3 de la tarde.

Arreglar la interferencia me demoro media hora, y tenía 7 horas y media para espiar y tomar nota de quienes podían ser mis próximos conductores. Pero eso ni fue necesario.

Como era de esperarse, cuando mi jefe me dijo que este trabajo no generaba demasiado, era cierto, otras personas como yo empleaban el uso de otra trabajos pequeños para compensar. Pero mi jefe, aceptaba cupones de comida y ropa extras para ayudar a gente en apuro a espaldas de FEDRA. Y su código era, "voy a la casa con mi esposa".

Incompatible - The last of UsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora