Limpieza

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Aquel fatídico día donde perdí todo esperanza y la que podía tener me importó muy poco, lo hice o más bien lo intenté, acabar con mi miseria, fallé fatídicamente, me encontré después en una de las peores situaciones de mi vida, desoladora y cruel; por supuesto, iniciada por mis propias manos.
Querer morir es natural en algunos casos, pero intentar y fallar es volverse uno su propio verdugo. Renunciar a la vida y tener que vivirla fuera de la voluntad propia, presa del deseo ajeno de preservación, conjunto a la vergüenza que conlleva error tan inaudito para quienes desconocen el dolor de renunciar a la vida.
Me encontraba yo ahí, tendida, rendida, acabada a totalidad, víctima del proceso que me salvó la vida pero presa de su huella más presente, el tubo en mi garganta, esa sensación asfixiante y que por más intencionalidad que tenía en el momento no lo pude dejar de lado, me arrebató el sueño tal incomodidad.
Ahora vivo presa de su pesadilla, con el miedo constante de volverlo a sentir, ese dolor tan infernal, ese sin sentido que el tubo logro simplificar, ese tormento que me recuerda el sentimiento que me llevo al acto.

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