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Se abrazaba a si misma tal cual una niña pequeña lo haría. Asustada, sus manos temblaban al son de los disparos. Un familiar sentimiento de impotencia le apretaba el pecho, el corazón. En ese momento se había convertido la pequeñita que había sido alguna vez, perdida e indefensa, sin nadie que la ayudara.

Utilizó todas sus municiones y su cuchillo había sido quebrado mientras peleaba contra un infectado. Pensó que lo único que le quedaba era rezar, aunque no creyera en Dios ni en ninguna divinidad.

Escuchó como un disparo caía peligrosamente cerca de ella, pero con toda la sobreestimulación que le provocaba su alrededor, no supo identificar hacía dónde había aterrizado; no hasta que sintió su ropa más pesada, como si estuviera mojada. Su abdomen se sentía cálido y una humedad le recorría. Dejó de abrazarse y vio la sangre caer por el costado izquierdo de su torso. La bala le había rozado, pero eso le había costado una gran herida y mucha sangre.

Mantenía una conversación sorprendida con ella misma en su cabeza. No podía procesar qué era lo que le había pasado hasta que se movió y un dolor de mil infiernos le revolvió todo el cuerpo.

Un grito frustrado y adolorido se mezcló con los disparos aún presentes. Sus puños golpearon la tierra húmeda y maldiciones salían de su boca. Veintitrés estúpidos años sobreviviendo, matando y perdiendo para sobrevivir, todo con el fin de morir por una bala. Siempre pensó que su muerte sería más épica y trágica que una simple bala perdida.

Recostó su espalda contra un árbol y se rindió ante todo. Comenzó a pensar en lo que había sido de su vida hasta ahora. Toda la gente que la había acompañado, la había abandonado y usado. Inhaló aire y por alguna razón olió a café. No evitó pensar en la pareja que había conocido un par de años atrás, en ese hombre que casi la mata por una bolsa de café.

Rio con un poco de nostalgia.

Yació su cabeza y su larga cabellera sobre la corteza y su mirada comenzó a ponerse nublosa. Agradeció por la vida que había tenido, no había sido la mejor, pero fue un poco grata teniendo en cuenta las condiciones que le brindaba su estilo de vida.

Tras un par de mareos y visiones nubladas, pestañeó y divisó una silueta frente a ella, pero nuevamente su mirada se nubló y perdió la conciencia.

[...]

Despertó y un silencio nuevo la recibió. Pestañeó varias veces pero su mirada tardaba en enfocarse. Aún así supo que no estaba en el bosque, el olor a vegetación se sentía lejano, había un calor reconfortante y su cuerpo se sentía ligero y cómodo. ¿Estaré muerta? Fue la única respuesta lógica que se le vino a la mente.

Pestañeó un par de veces y simplemente logró ver un techo de madera con unos focos blancos. Estaba recostada con el pecho hacía arriba y no podía diferenciar nada de su entorno. Eso la puso alerta. Si no estaba en el bosque, ¿dónde más podría estar?

Intentó moverse rápidamente. Un insoportable dolor le comió el cuerpo y gritó sufriendo, tan fuerte como su situación se lo permitía. 

- Despertaste. - una voz gruesa y rasposa la interrumpió de sus dolores. Abrió los ojos bien grandes y sintió como se estrujaba su corazón.

No podía ser él... ¿O sí?

- ¿Joel, eres tú?

- ¿Conoces a otra persona que te salvaría el culo en medio del fuego cruzado?

- No te puedo ver, grandísimo idiota. Si me muevo de nuevo, creo que vomitaré hasta las entrañas. - respondió la joven acostada en el catre rodeando sus ojos con obviedad.

BAD IDEA    |     ELLIE WILLIAMSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora