UNO

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—Prometiste amarme, Raine, prometiste que sería el único en tu vida, a quien le brindarías un cariño excepcional y un amor puro y sincero. ¿Acaso ya no me quieres?

Jungkook movía el pequeño muñeco de aquí para allá entre sus manos mientras imitaba lo que sería su voz. Era un conejo rosa que le había regalado a su mejor amiga Raine cuando ella cumplió los diez años.

Le encantaba hacer el tonto cuando se encontraba con ella, hacerla reír era uno de sus muchos talentos, y como últimamente la veía con el ánimo por los suelos vio una oportunidad en el viejo obsequio que ella tenía en su cama.

Aunque no funcionó.

—Vamos, ya dime qué te pasa —le pidió Jungkook y lanzó el conejo a un lado. Luego se cruzó de piernas frente a ella sobre las blancas sábanas.

—No es nada.

—Mentirosa, te conozco. Habla ahora —insistió.

—Jungkook, te he dicho que no es nada.

La delgada chica se tumbó boca abajo en el colchón y cubrió su cabeza con la almohada. No quería hablar de eso. No podía hablar de eso. Y mucho menos con él... Sería absurdo. Jungkook le dió una nalgada que la hizo reincorporarse y expresarse molesta. Estaba acostumbrada a que ese movimiento por parte suya, pero debido a la ocasión le fastidió que lo hiciera.

—Eres un idiota —le dijo ella.

—No soy yo quien evita un tema que ciertamente debe hablarse.

—Ya no tenemos doce años, no debemos contarnos todo.

—¿Entonces por qué demonios somos amigos? —le preguntó molesto.

La más joven bajó la mirada.

Incluso si quisiera hablar de ello el temor y la vergüenza no la dejarían. ¿Cómo le explicaría aquello que sentía sin arruinarlo todo? Simplemente no era posible. No dentro de su cabeza. Jungkook era su mejor amigo, y como tal, debía entender que habían algunas conversaciones que no se deberían tener por el bien de ambos. No tenía por qué ser tan difícil de aceptar.

—Vamos, dime, no me dejes con la duda.

Su tono fue suave, comparado al anterior, y se acercó a ella ladeando la cabeza de lado a lado hasta encontrarse con la mirada que le ocultaba

—Anda dime —suplicó.

—No me obligues, no te lo diré.

Quiso alejarlo, pero él agarró su muñeca para impedirlo, contacto que ella procuró evitar al instante.

—Suéltame, por favor.

—No.

—Dios, Jungkook, a veces parece que no has madurado desde el kínder. —Trató de soltarse y falló.

De hecho, Jungkook la agarró con la otra mano por la cintura y con facilidad la colocó de espaldas a la cama. A su parecer, él era insoportable. ¿Acaso no era evidente que ella no estaba de humor para sus juegos?

Raine intentó quitárselo de encima como pudo, pero jamás podría contra la fuerza de Jungkook. Ya tenía dieciocho años, y el cuerpo infantil con el que lo conoció ya no existía, había sido reemplazado por el de un hombre; y esa era una de las cosas en las que ella no quería pensar.

—Bájate —le ordenó.

—No hasta que me digas qué te pasa.

Agarró las dos muñecas de ella con tan solo una mano y la sostuvo así mientras la observaba.

—¿Sabes qué? Quédate, no interesa. Es bien sabido que con los tercos no se puede lidiar.

—Ahórrate esa patética psicología a la inversa que piensas darme y dime qué te pasa —le dijo, reforzando el agarre sin darse cuenta de que comenzaba a lastimarla cuando no era su intención.

—Está bien, lo haré, pero suéltame de una vez.

Lo miró a los ojos, esos con los que no quería coincidir desde hace un par de días. Justo cuando se dio cuenta de que no lo volvería a ver del mismo modo que antes, y quizá jamás lo haría de nuevo.

Ella estaba en clase de natación cuando eso pasó, guardaba la toalla en su bolso distraídamente al momento de verlo caminar con seguridad por el húmedo suelo al lado de la piscina. Jungkook gozaba de una mayor altura, estaba sorpresivamente más alto que hace dos años, con el cabello largo y las puntas mojadas, y con la definición muscular que ella nunca tuvo pensada para él.

Se había vuelto un adulto, y Raine notó en ese momento que él no sería solo de ella. ¿En quién se había convertido?

Ese no era su mejor amigo, no el que conoció el primer día de clases en segundo de primera, cuando era la niña nueva que no tenía amistades.

Por lo menos, no hasta que el pequeño pelinegro le brindó la suya. Jungkook poseía unos ojos grandes y marrones, tal y como los de Bambi. Refulgía de inocencia y ternura, que exponía a la hora de almorzar, ya que era él quien le llevaba la bandeja a ella porque era lo que un caballero debía de hacer.

Y era a ese, justo a ese pequeño, el único que quería de regreso.

Porque él no despertaba sentimientos en ella que, al instante, comenzó a detestar del nuevo Jungkook. No anhelaba nada de eso, rechazaba por completo la idea de verlo más allá que su importante mejor amigo. Porque de alguna manera lo estaba traicionando. Y al amar tan genuina y fuertemente como ella amaba a Jungkook, lo último que deseaba era cruzar la línea de la traición.

—Bueno, ¿qué esperas? Dime de una vez —soltó ansioso.

—Estoy enamorada —dijo al fin sobando sus muñecas.

—Aaaah, era eso...

De pronto, parecía desinteresado, incluso decepcionado. Se recostó sobre el costado derecho de su cuerpo y apoyó su cabeza en su mano.

—Resulta que a mí también me gusta alguien —confesó después.

《  ⤵︎ ... ♡!》

26.10.20

Escribí esta historia cortita en el 2020 y había olvidado resubirla :c Me acordé de ella hace poco así que la edité y ahora está aquí de nuevo.

14.3.24

(editado)

Espero que la disfruten mucho. ♥️

Diez mil horas » j.jk [ Terminada ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora