SEIS

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Raine cogió el teléfono y se metió en la sala de estar, luego se sentó de bruces en el sofá de color marrón. Deseaba que Jungkook quisiera preguntarle sobre alguna tarea.

—¿Qué quieres?

—¿En qué momento me convertí en tu enemigo? —inquirió él debido a su tono brusco y frío.

—Mi hermano acaba de tirarme comida encima, no estoy de humor —le dijo sin ganas—. Dime.

—¿Por qué mejor no te tatúas la frase? «No estoy de humor, Jungkook», «no estoy de humor» —expresó mientras imitaba su femenina voz—. ¿Para cuándo lo estarás, entonces? Porque necesito que sea para hoy mismo.

—¿Por qué?

—Bueno, tengo dos entradas para ir al cine y ver una peli de terror. Se suponía que la vería con Vasie, pero ella no puede ir conmigo, tuvo que hacer algo. Y mi única opción después de ella eres tú.

Expuso la situación y Raine apretó la mandíbula. Qué hermoso era ser considerado el plato de segunda mesa.

—Ni siquiera me gusta ir al cine.

—Lo sé, pero a mí sí me gusta. Y tú siempre me has acompañado a pesar de eso. Eso grita a los cuatro vientos lo mucho que me amas.

Ella giró los ojos.

—Yo no te amo.

—Claro que sí, incluso más de lo que yo te amo a ti.

Él solo bromeaba. Sin embargo, Raine se molestó y no lo quiso escuchar más.

—Jungkook, cállate.

Apretó el botón rojo terminando con esa inútil llamada. Aunque, al instante, se arrepintió de cortarle así de repente.

Su mejor amigo no merecía ser tratado con esa injusticia, pues, no le había hecho nada malo. Además, entendía que él quería ayudarla a ser feliz, como estaba acostumbrado a hacerlo. Eso lo sabía de antemano. Conocía a su «Jungkookie», apodo desechado por ella inmemorable tiempo atrás. Le parecía bobo, para un niño; pero Jungkook tenía alma de niño.

Arrepentida, pensó en llamarlo otra vez. Tomó el teléfono entre sus manos y se imaginó marcando su número, ese que conocía al derecho y al revés, por todas esas horas hablando con él durante tardes y noches. Irónico. Viendo que ahora no toleraba una llamada de unos pocos segundos porque le colgaba agresivamente. Y lo peor era que desconocía la razón, o se hacía la tonta y no la quería afrontar...

Escuchar a Jungkook decirle que la amaba era un lujo que no se podía permitir. Era un falso amor, una bromita de mal gusto ocasionada por su inocente ingenio para burlarse de ella. En todo caso, si fuera de tal manera, sería un amor de amigos, y Raine no quería oírlo de esa manera. Mucho menos, cuando aquellas delicadas palabras las escuchaba Vasie de sus bonitos labios con afecto, del modo exacto en el que ella jamás las escucharía.

Abandonó el teléfono en la mesa frente al sofá y se fue corriendo a su habitación, evitando las preguntas de su madre o las de su hermano. Especialmente, las del último, que le cuestionaría por qué no le pasó el teléfono a él, como siempre sucedía cuando ellos dos terminaban de hablar. Raine cerró la puerta e inició una intensa escritura en su diario, ese que ocultaba de todos, principalmente de Jungkook.

Considerando que se reiría de ella hasta el cansancio al enterarse de su secreto.

Tanto que rechazaba las acciones infantiles, y ella misma se dedicaba a una, digna de una jovencita lela sin complicaciones fuertes en su vida, la cual tomaría papel y pluma para comenzar a escribir sobre lo mucho que envidiaba la nueva falda de su supuesta amiga. Aunque, ella no se veía así de mediocre y frívola, ya que se tomaba el tiempo necesario para detallar a profundidad
cómo se sentía en cuanto a lo que estaba viviendo, y lo terrible que era no poder hacer nada al respecto.

Teniendo en cuenta que era una traición directa hacia Jungkook.

Cuando soltó el lápiz, sus dedos dolían. Tales eran las páginas escritas, que ya no pudo continuar a pesar de querer hacerlo. Envolvió el diario en una de sus camisas y lo lanzó bajo la cama donde nadie lo encontraría. Ese era su escondite. Donde acompañaba a alguna que otra ropa vieja y sucia, y elementos que no servían desde que entró a la preparatoria, como jueguetes y zapatos que no le quedaban. A veces ni ella misma podía dar con el bendito diario, por lo tanto, era un lugar seguro.

Libre espiritualmente, descruzó las piernas y se lanzó de espaldas a la suavidad de su cama, tranquila, hasta que el sonar del timbre de la casa la sacudió al no esperarlo. Quién más podría ser, sino... Suspiró y se levantó.
Se dirigió hacia a la ventana. Y ahí estaba él, esperando a que alguien le abriera, con las manos dentro de su chaqueta y una mirada de Bambi que endulzaría hasta un amargo limón.

Jungkook era un inquieto.

Y un insiste de pacotilla.

《  ⤵︎ ...♡!》

14.3.24

Diez mil horas » j.jk [ Terminada ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora