Fase 1: Sentimientos

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    —Certainement, mon ami, este es un caso más sencillo de lo que creía en un principio. Las cuerdas cortadas se empiezan a unir y las nubes de humo a disipar.
    Hércules Poirot estaba en plena resolución de un caso que había aceptado por entretenimiento. Temía que sus pequeñas células grises acabasen muriendo, debía tenerlas entretenidas hasta que se presentase un caso aún mayor.
    —Creo que podemos descartar a Lady Greenfields, tras esa declaración no parece ser ella la ladrona de las joyas. Esa mujer es demasiado bella como para robar unas joyas —sugirió Hastings—. ¿No lo cree, Poirot?
Poirot era un hombre de baja estatura, apenas llegando a medir 1,60m; su cabeza tenia la forma perfecta de un huevo y era distinguido por su peculiar bigote. Dejó de caminar un momento para clavar su mirada en los ojos azules de Hastings.
    —¡No, no, no, no, ya lo está haciendo otra vez!
    —¿Hacer el qué?
Poirot soltó un largo suspiro.
    —Ya se está dejando llevar otra vez por lo mismo de siempre. Que una mujer sea bella y hermosa y, en el peor de los casos, que tenga cabellos rojizos, no quiere decir que sea buena. No podemos fiarnos de nadie. No podemos descartar a nadie —Poirot hizo una pausa para tomar aire—. Y su interés hacia este tipo de mujeres ya nos ha metido en problemas más de una vez.
    Hastings bajó la cabeza, sin saber qué decir. Poirot decidió darse la vuelta y seguir caminando. No podía permitirse perder más tiempo en asuntos tan deplorables como ese.
    —De todos modos, ni siquiera entiendo a las mujeres —susurró Hastings.
    Vio que su amigo seguía caminando y le intentó alcanzar. Se dirigían al edificio de Mycroft&Co, donde residía el afectado. Era un edificio imponente, de doce plantas, parecido a un hotel pero siendo una empresa de alta alcurnia. Manejaban mucho dinero a diario y eran conocidos por hacer de vez en cuando subastas de joyas muy caras que compraba Mr. Mycroft.
    —¿No me dijo una vez en Styles que me enseñaría cómo tratar con mujeres? —le preguntó a su amigo.
    —Tal vez. En ese caso, ya encontraremos el momento —Poirot aceleró el paso.
    Hastings frunció el ceño. Últimamente Poirot evadía los temas relacionados con el amor. Sabía que su amigo se había enamorado una vez siendo muy joven, cuando aún trabajaba como oficial en Bélgica. Tristemente ese amor ya había pasado. Por otro lado, Hastings era más enamoradizo y caballeroso. A veces pecaba de dejarse llevar por la belleza y la seducción femenina y terminaba desconcentrándose de su objetivo principal. Aún así, Hastings estaba dubitativo. Hacía ya algún tiempo, fue en otro de los muchos casos que había resuelto junto a Poirot. Ese día estaban tratando el robo de una serie de miniaturas muy caras. Hastings había detenido a una pareja joven y todavía recordaba las palabras de la mujer. "¿Por qué no pueden dejarnos en paz? ¿Es que no sabe lo que es amar a un hombre?" Inevitablemente la imagen de Poirot apareció en su mente y se sonrojó. No podía olvidar ese día. Y aún dudaba. ¿Y si tenía sentimientos hacia Poirot? ¿Qué diría el detective belga si lo descubría? Días atrás, y fijándose en detalles muy pequeños, se fijó en que el belga le tenía un gran aprecio. Eran muy cercanos.

    Hastings volvió a la realidad para ver que Poirot le llevaba mucha ventaja hasta casi entrar en el edificio. Corrió un poco y llegaron casi al mismo tiempo.
    —Se había quedado atrás, mon ami —Poirot se dio cuenta de la pequeña carrera que había hecho su amigo para alcanzarle. Empujó y abrió la pesada puerta—. Pase usted.
    Hastings le dedicó una sonrisa amable y entraron en el edificio. La planta baja de Mycroft&Co era enorme. Las baldosas del suelo eran de un blanco titanio y las paredes de un azul cielo que, en su combinación, hacían que la estancia fuera bastante agradable. Tras hablar con la recepcionista y seguir las indicaciones, llegaron al ascensor. Estaba ocupado y la oficina de Mycroft en el último piso, así que no era buena idea subir por las escaleras. Decidieron esperar.
    —Del caso de Styles ha pasado ya algún tiempo. Parece que fuera ayer, ¿no lo cree, mon cher?
    El corazón de Hastings pegó un brinco. Sabía que esa era la forma de hablar habitual de Poirot, pero nuevamente notó algo en él, era como si le hablase únicamente a él de una forma distinta, como si el tono delatase que le quería decir algo.
    —Pues la verdad es que sí, echo de menos esos tiempos...
    Ambos se quedaron en silencio tras la corta respuesta del capitán. Poirot le miró de reojo. Trató de despejar su mente, pero la pregunta acechaba en un rincón cada dos por tres. Quería preguntarle a Poirot si deseaba decirle algo, que sabía que tenía algo que decirle. El ascensor llegó poco después del silencio y ambos entraron. El cubículo no era demasiado grande y estaban apretujados. Poco a poco y, tras dejar un pequeño espacio entre ellos, Hastings decidió hablar.
    —Disculpe, Poirot... ¿No tiene algo que decirme?
    —Comment?
    —Bueno, no sé, acerca de las mujeres, o de su comportamiento, o su temperamento o su forma de relacionarse con el entorno, o de su vocabulario o cómo se relacionarían con los hombres...
    Su tono de voz fue disminuyendo mientras su sonrojo aumentaba. El espejo del ascensor no ayudaba en absoluto, se dio cuenta de que estaba rojo como la grana. Poirot soltó una sonora carcajada y sonrió. Eso solo hizo que Hastings se sonrojara aún más. Salieron del ascensor y Hastings trató de mantener la compostura.
    —¡Creo que no tengo nada que enseñarle, Hastings! —exclamó Poirot con una sonrisa maliciosa en su rostro.
    Se las apañó para dejar atrás al detective.
    —¡Pero Poirot! ¿Qué quiere decir con "no tengo nada que enseñarle"?
    Poirot apareció detrás de él y le tocó suavemente la pierna con el bastón. Hastings estuvo a punto de saltar del susto.
    —Pero usted estuvo enamorado de una mujer, seguro que tiene algo, algún consejo que darme...
    —Estuve enamorado, oui. Una vez. Pero ese amor se marchitó. Tuve que dejarlo marchitar. Más tarde no hubo nadie.
Caminaron lentamente hasta la puerta de la oficina de Mycroft.
—¿Y ahora? ¿Hay alguien? —preguntó Hastings nuevamente.
    Poirot le dedicó una sonrisa ladeada.
    —Tal vez lo haya, tal vez lo haya.
    Hastings sabía que la conversación no había terminado.

[Calidez] - Hércules Poirot x Arthur HastingsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora