si había alguna palabra que pudiera describir con exactitud lo que perséfone sentía en esos momentos, sin duda sería miedo. tenía miedo, estaba aterrorizada. no entendía nada de lo que ocurría a su alrededor, solo veía a todos correr de un lado a otro, algunos tomaban diversas armas y salían en convoys, mientras que el sonido de los radios se escuchaba por todo el lugar. ¿qué era lo que pasaba? no tenía ni la menor idea.
ese día parecía normal. había despertado a la misma hora de siempre, desayunó y con mucha pereza se encargó de planchar su uniforme. era miércoles y eso solo significaba una cosa: escuela. ovidio le prometió pasar por ella. desde que serafín fue expulsado por mala conducta, ellos dos se acompañaban todo el tiempo, aunque no tuvieran las mismas clases o cursaran el mismo grado. para ovidio guzmán nunca fue una molestia la edad de la menor de los zambada, de hecho, ella le caía muy bien.
y como todos los días, la acompañó a su salón. se encargó de barrer con la mirada toda el aula para asegurarse de que todo estuviera en orden antes de dejarla sola, se lo prometió a su mejor amigo serafín; la cuidaría tal y como él lo haría.
la primer clase estaba transcurriendo de lo más normal, tan aburrida como siempre, hasta que unos insistentes golpes a la puerta hicieron que el profesor parara de hablar. se mostró molesto y con paso lento se dirigió a ver de quién se trataba, aunque no necesitó llegar a ella para saber, pues tan solo unos segundos después fue abierta de golpe.
— ¡vamonos! — ovidio gritó con autoridad y entró al salón, cruzando este con rapidez hasta llegar con su amiga. — , ¡rápido!
— ¿qué es lo que ocurre?
sus manos comenzaron a temblar, trataba de tomar sus cosas lo más rápido posible pero estaba fallando. sus plumas cayeron al suelo, al igual que su cuaderno, sentía las miradas de todos sus compañeros sobre ellos y también lograba escuchar como es que comenzaban a murmurar cosas. claramente hablaban de ambos.
pues claro, eran los hijos de unos narcotraficantes haciendo sus dramas en la preparatoria.
sería tema de conversación en toda la institución.
— no puede interrumpir mi clase de esta forma, joven guzmán. me veo en la obligación de mandarlo a detención al finalizar el horario de clases.
— la detención me viene valiendo tres kilos de verga, compa.
— retirece de inmediato de mi clas- .. — no pudo terminar de hablar, pues néstor se hizo presente, haciéndolo callar casi de inmediato. y con tan solo verlo, el resto de la clase también guardó silencio. traía puesta su pechera y el cuerno de chivo terciado sobre su espalda.
