『Prólogo』

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El viento recorría sus mechones sueltos mientras inhalaba profundamente en una de sus habituales meditaciones.

No le importaba nada.

Sentía todas las actividades que su cuerpo realizaba para mantenerlo un segundo más con vida; el palpitar de su corazón, sus pulmones llenándose de oxígeno, su sangre recorriendo hasta la última fibra de su ser… estaba consciente de todo.

De todo hasta de las gotas excesivas de lluvia que de golpe habían empezado a empaparlo. Una tormenta había iniciado y con notable fuerza estaba mojando al ninja y a su fiel gato, quién, exasperado, maulló irritado y se fue a resguardar a la casa de bambú.
Él solo suspiró y se levantó con lentitud, miró al cielo y a su alrededor; parecía que caerían rayos. ¿Será que Pucca está de mal humor? Se preocupó al pensar en esto, tal vez tendría que dar una vuelta al Goh-Rong para asegurarse que todo estuviera en orden, pues, hace apenas una hora Sooga había estado tan soleado como de costumbre.

Entró dentro de su casa junto con Mio, quien rondaba sus pies en busca de calor y así quitar la humedad de su pelaje. Garu lo alzó en respuesta, no le podía negar nada, lo dejó en su sofá y sacudiendo las gotas de la lluvia fue en busca de una manta para su minino. Se daría un baño después de jugar un poco con Mio y partiría al Goh-Rong.

Pasaron unos minutos y cual él se lo había acordado acababa de salir de la ducha. Refrescado pero a la vez con frío, pues la tormenta se había intensificado; se apresuró en cambiarse. Si esto era culpa de las emociones de Pucca; sus tíos, Ching y Abyo no habían logrado calmarla.

Una vez puesto su traje habitual, usó su sombrero Kasa y empezó a correr hacia el restaurante.

Mientras recorría el camino hacia el Goh-Rong fue bajando su velocidad. En las tormentas hechas por Pucca, incluso las de Ring-Ring, solían concentrarse en donde ellas se encontraban; está tormenta parecía una normal, el cielo tenía una llovizna homogénea; no se concentraba en ningún punto de Sooga. Suspiró. De ser la tormenta algo natural solo pasaría por un plato de fideos y regresaría a pasar lo restante del día junto a Mio, sonrió al pensar en eso.

Ahora caminando con tranquilidad visualizó que más haría esta tarde lluviosa, ¿qué necesitaría?, ¿podría avanzar su habilidad ninja meditando dentro? ¿O sería mejor pasar la tarde junto con Mio? Todas esas preguntas eran un deleite para el azabache, silbaba de alegría, pero su mente se despejó de cualquier pensamiento al encontrarse en frente de la casa de aquella chica de coletas.

No lo había pensado hasta ahora, pero si Pucca no era la razón del clima eso quería decir que sería recibido con excesivas muestras de afecto y una grave violación a su espacio personal. Se sonrojó.
Pensar en que en cuanto entrará sería recibido con un montón de besos bruscos y desesperados por aquella chica le hacían subir los colores.

Lo mejor es regresar. Pensó él.

Lo mejor es alimentarnos. Respondió su estómago.

Abrió las puertas y entró. Dió una rápida mirada al local; Dada llevaba cargando una fila descomunal de platos y Pucca atendía con una sonrisa al oficial Bruce. Se veía linda, Garu lo reconocía, pero siempre pensaba "Pucca solo es linda cuando no está cerca" con una clara frialdad ante sus pensamientos. Continuó viendo el lugar, mientras avanzaba lentamente a la última mesa disponible, pues todas las demás, cómo era ya costumbre, estaban llenas, la única mesa que quedaba era aquella que los tíos Ho, Dumpling y Linguini siempre guardaban para Garu y los amigos de su sobrina, Pucca.

Se sentó en tranquilidad, la azabache aún atendía a los demás clientes; eso era algo inusual, parecía que aún no se percataba de su presencia, a pesar de que normalmente a penas él entraba era abrumado de afecto por la chica.

❝ Sacrificios ❞.『Pucca』《Garu yandere》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora