—¿Qué sucede? —inquirió estupefacta ante la actitud de su hermana. Dejó su libro a un lado para atenderla.
—Nada —respondió la otra. Sentándose al otro lado del comedor de sus padres, frotándose las sienes.
Daphne no solía ser muy expresiva con su hermana menor, creía ella que no podría entender sus problemas. Y pese a lo que Daphne pensara y dijera, Astoria era mucho más madura para enfrentar los problemas. La mayor era tan dura de roer que no podía ver más allá de sus narices. Astoria era todo lo contrario, era astuta y calculadora sin dejar de ser comprensiva, al menos con Daphne, por eso se movió a una silla más cercana a la de su hermana, quien había entrado queriendo llamar la atención con su silencio.
—Te escucho —insistió la menor.
—Nada —dijo Daphne fastidiada.
Astoria bufó, no se podía razonar con Daphne cuando se ponía en ese porte de dignidad. Tomó su libro y se levantó. No dio ni tres pasos cuando la mayor habló.
—Es que todo salió mal. Draco se enteró de lo que Cissy y yo pretendíamos hacer y luego tuvieron una discusión. No era de esas discusiones absurdas, de las que después de un rato te ríes. No. Fue una discusión... insana. Se escupían con palabras y luego ella... ella lo... ¿torturó? —confesó dudando de lo que había visto, no podía ser real— No sé qué fue eso —concluyó asustada.
Astoria se había aproximado a ella para escucharla ya que Daphne hablaba en un susurro ininteligible. Le acarició la cabeza deseando poder entender lo que había dicho. Se preocupó ante el hecho de que supuso que Daphne se había vuelto loca. Pero retiró lo pensado porque la miró de nuevo, con sus ojos azules grisáceos cerrando las puertas de su persona volviendo a ser la incomprensible hermana mayor.
—Bueno, eso no te concierne.
Daphne solía ser demasiado orgullosa como para dejar que Astoria le aconsejara algo o por lo menos que la consolara, prefería llorar por dentro, sola, por sus penas, que aligerar su carga compartiendo su yugo con alguien más. Pero si Daphne así lo quería y si así pensaba que estaba bien, Astoria no podía reclamar. Los problemas existenciales de Daphne eran de ella y sólo de ella. Eso Astoria lo había entendido muy bien. Astoria, por otro lado, no tenía esos problemas existenciales, siempre ocupaba su cabeza en algo, principalmente en los deberes de su hogar ya que, a pesar de ser de una familia sangre-pura, no tenían un elfo doméstico, y lo hacía muy bien, cualidad que su hermana no poseía y virtud que sus padres le reclamaban ya que rara vez usaba magia para los quehaceres de la casa (razón por la que lucía un cuerpo esbelto).
Vaya, Astoria no le pedía nada a Daphne.
Daphne, bueno ella no era tan Astoria como quería ser. La envidiaba en ocasiones cuando llegaban algunos pretendientes de la pequeña Greengrass.
Como sea. Simplemente Daphne era la belleza y Astoria la alegría.
Astoria entendió las palabras de su hermana como un "Lárgate, no te necesito", y como fue, se salió del comedor hacia su habitación buscando la tranquilidad que requería para seguir leyendo su libro. Sabía que Daphne era sinónimo del escándalo.
Pobre torpe, pensó en su hermana mientras cerraba la puerta.
Se echó en la cama pero en vez de seguir su rito de lectura se quedó pensando en lo que le había dicho su hermana. Ya sabía que Daphne tenía cierto sentimiento clandestino, que más bien parecía una obsesión, hacia Draco pero no entendía lo que su hermana pretendía con toda esa alabanza hacia él. Por eso se sorprendió ante la confesión de la mayor de las Greengrass.
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Fuerza de repulsión
FanfictionDraco ha tomado una mala decisión que lo deja a custodia de Hermione. No ha besado a nadie desde que terminó la guerra, su tía le advirtió que cuidara su próximo beso. Pero Draco es un completo incrédulo y harto de no tener ciertos tactos con una ch...