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Nikolai soltó un grito extremadamente agudo al ver la portada de aquella revista, pasados unos cuantos días, finalmente estaba de regreso en el lugar que conocía de arriba a abajo y llamaba hogar.

No era la gran cosa, según él, aún así era lo suficientemente bueno para alguien de su nivel. Donde vivía era un maldito penthouse, pero le gustaba hacerse el humilde.

De todos modos nadie podría reclamarle, ni mucho menos escuchar los gritos de hámster enamorado que se le salían de repente al recordar la portada. Donde, evidentemente, Chuuya era el protagonista.

Le había encontrado el gusto a eso de amar algo que no podría tener tan fácilmente, como actor y profesional, le emocionaba demasiado los retos que la vida le pusiese en medio. Conquistar el corazón del pelirrojo era uno de las mejores pruebas de su vida.

Y simplemente se siguió retorciendo en su silla como lagartija mientras reía y soltaba comentarios a lo estúpido por lo increíblemente atractivo que se veía el enano ese.

Enano, un poquito, si, pero guapísimo.

— Te estás antojando a Nakahara otra vez... ¿cuándo será el día en el que te animes a invitarlo a un cita real?– preguntó alguien más desde la puerta

— ¡Míralo, míralo, tú sólo míralo!– volvió a gritar retorciéndose en la silla — ¡Guapo, hermoso, bello, precioso, con dinero, dos hijos igual de maravillosos, con futuro, con una carrera universitaria terminada y que sabe cocinar delicioso!

— Me vas a reventar los tímpanos– se quejó de todos modos con una sonrisa por lo idiota que era Gogol — Te traje el horario del evento

— ¡Y Chuuya irá conmigo a ese evento!– continuó en modo fangirl — ¡El señor creador me adora, soy de sus favoritos y no pienso discutirlo!

— Claro, mira cómo me muero de la envidia– dijo sarcástico — ¿Pero no le has llamado todavía para confirmar, o sí?

Allí fue cuando el entusiasmo de Nikolai cayó por los suelos y en su lugar hubo un nerviosismo inexplicable. Bajó la mirada aún con una sonrisa temblorosa por el pánico repentino, su rostro completamente rojo por la vergüenza.

Sigma suspiró divertido.

¡Por supuesto que no lo había hecho, ni siquiera podía mandarle un mensaje a su mánager porque inmediatamente le daba un infarto y se ahogaba con su propia saliva! Pero, debía fingir que tenía todo bajo control.

Aunque era obvio, su actitud de absoluto profesionalismo se había ido a la mierda y quedaba sólo la de un idiota de preparatoria que tenía un crush con el chico más divino que la escuela podría tener.

Le faltaba la falda y decir "oni-chan" para que el outfit de colegiala enamorada estuviese completo.

— Okey, yo lo haré, dame tu teléfono– se ofreció rápidamente mientras dejaba la hoja de los horarios en las manos del otro — Bien, debo sonar cómo tú entonces...

— No le digas nada estúpido, sé que yo soy el estúpido pero no quiero que piense que soy tan estúpido, ¿te imaginas lo estúpido que sonaría si le dijera algo estúpido y llegara a pensar que soy así de estúpido?

— Estás estúpido, definitivamente– bromeó el contrario, Nikolai le reprochó con ojitos de perro regañado y le lanzó un cojín en toda la cara — Agresivo, no creo que a Chuuya le gus...

— ¡Aaaahhh cállate, cállate, ni me hagas pensar en lo que le gusta y lo que no porque me da rabia!– le pidió exigente y cubriendo sus oídos — ¡Es que me enoja saber que estuvo con ese idiota y yo no pude hacer nada!

Tiradera // BSDDonde viven las historias. Descúbrelo ahora