Al terminar saciado de la contundente cena Robert se sentía demasiado cansado como para irse al salón a ver la tele. Decidió irse a dormir, pero antes se lavó la cara y los dientes. El olor continuaba; era un olor parecido al de un cadáver de una animal. Pero siguió sin darle importancia.
Llegó a su habitación deshizo la cama y antes de entrar en la cama, se quitó los calcetines. Dormía siempre descalzo. Seguidamente se introdujo en la cama y cerró los ojos. De repente, repetidos golpes se oyeron provenientes de la parte de abajo de la casa -salón, cocina,...- y, sigilosamente, decidió bajar a investigar el origen de los ruidos.
Mientras bajaba las escaleras dijo:
-Quién anda ahí.
A lo que le respondieron:
-Sube a tu cuarto inmediatamente.
Sin pensárselo dos veces accedió a su habitación con mucho miedo en el cuerpo. Allí se durmió al instante.