3. Festín.

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Adevertencia: maltrato infantil y eso sería todo creo.

Al estar de nuevo en sus cuartos y despedirse de aquel niño tan simpático, lo único que los trillizos querían era dormir una larga siesta, por el día tan cansado, habían pasado varias cosas en tan poco tiempo que sus débiles mentes no lo estaban llevando bien.

Incluso ahora que por fin se encontraron solos, comenzaron a mirar con detalle la prendas que traían puestas.

Eran de un blanco impecable y sobre todo el aroma, olfatearon con cuidado su cuerpo recién bañado y la ropa nueva que llevaban, sin duda el aroma que emanaba ahora era indescriptible, pero olía bien y solo pudieron pensar en una cosa:

—Huele bien, como a flores— comentó Caín con una sonrisa, alegre por su nuevo descubrimiento y volvió a sumergir su nariz, en la nueva tela que estaba usando.

—Tienes mucha razón — ya no olían cómo antes, todo era por completo muy diferente e invito a que Enoc hiciera lo mismo.

Observó hacia la gran ventana y vio la espesa noche asomarse, se separó de sus hermanos que estaban muy distraídos viendo su nueva vestimenta.

Miro hacia el horizonte y se dió cuenta que ya nada sería como antes, la vista había cambiado por completo, en lugar de callejones sucios y personas con ropas raras tiradas por dónde sea, el paisaje cambió a un hermoso jardín con un gran laberinto, el verde pasto era brillante a pesar de la oscuridad del día y las flores eran de varios colores.

—Ya nada es igual — murmuró para sí mismo, tal vez en fondo sintió que todo era un espejismo y como cualquier sueño la mayoría de las cosas desaparecerán al día siguiente.

Absorbidos por varias ideas diferentes que tenían cada uno, se sorprendieron al escuchar tocar la enorme puerta.

Pararon todo lo que estaban haciendo y se juntaron los tres de inmediato, se habían olvidado de algo de su madre.

Con rapidez y agilidad decidieron esconderse en dónde nadie pudiera verlos, abajo de la cama. Optaron por no hacer algún ruido pero volvieron a asustarse cuando escucharon el mismo sonido pero está vez más fuerte.

Casi Abel gritaba del susto, pero Enoc que se encontraba más cerca, estiró sus pequeñas manos y le tapó la boca con rapidez, mientras Caín hacía gestos de guardar silencio.

—Abran la puerta — ordenó, se escuchó la voz de una señora que no conocían — se me ordenó llevarlos con su madre — cada segundo que pasaba, solo demostraba la horrible educación que ellos tenían, pensaba la mucama irritada y tanto esperar decidió abrir la puerta por su propia cuenta — voy a entrar, pequeños malcriados.

Si, eran seres sin educación y falta de respeto por las demás personas, solo demostraban su falta de valores y lo terrible de su crianza, demostrando lo vulgares que eran al igual que la señora que los trajo ahí.

Dio un paso a dentro y decidió ignorar el horrible aroma de esos niños, que había contagiado a todo el palacio, pero ahora se había mezclado de una peor forma con los aceites que solo la realeza usaba, algo que ellos no merecían.

—Salgan de su escondite mocosos, no es buena educación hacer esperar a alguien.

A cada paso que daba el piso rechinaba a pesar de ser una persona delgada y el sonido sólo los ponía más nerviosos, se asustaron al escuchar cada vez más cerca los pasos y se abrazaron con fuerza por temor de ser descubiertos.

—Ya es hora de cenar y su madre los está esperando.

La palabra cenar resonó como un gran eco en sus cabezas y algo hizo click en ellos, sus ojos brillaron de la emoción junto a la esperanza.

Los perros del emperador  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora