𝙸𝙸. 𝙲𝚘𝚖𝚘 𝚞𝚗 𝚌𝚒𝚎𝚕𝚘 𝚗𝚞𝚋𝚕𝚊𝚍𝚘

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𝟔:𝟒𝟓𝐚𝐦

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𝟔:𝟒𝟓𝐚𝐦.
𝐌𝐢é𝐫𝐜𝐨𝐥𝐞𝐬, 𝐩𝐚𝐫𝐜𝐢𝐚𝐥𝐦𝐞𝐧𝐭𝐞 𝐧𝐮𝐛𝐥𝐚𝐝𝐨.
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     El día anterior había sido, sin dudas, una verdadera locura. No hubo energía eléctrica en la zona hasta el medio día; Kath tuvo que hacer moños en su cabello para evitar el frizz crónico y lucir más o menos decente al soltar su melena... Tuvo que usar una camiseta de uniforme diferente a lo que había preparado con antelación. En la oficina, debido al corte de energía, el ajetreo estuvo a la orden del día. Kath hizo horas extras, y lo peor de todo, es que aún con esas horas de cansancio añadidas al peso de su espalda, tenía que presentarse a trabajar en su hora de entrada regular al día siguiente, 8:00am. Apenas había dormido un par de horas, su alarma sonó por más de 30 minutos sin parar, y cuando finalmente despertó y consultó la hora... Se le había hecho tarde. Se levantó cual relámpago y corrió a ducharse, por poco y lleva a su perro a ducharse junto a ella.

     Alimentó a su mascota y salió cual demente, corriendo por las aceras de su ciudad que, para su fortuna, no estaban tan concurridas. Llevaba ondas hermosas en su cabello, pero para ella era un completo desastre. Logró hacer el tiempo suficiente para seguir con su rutina de la mañana: era hora de pasar por la cafetería. Sorpresa, sorpresa, estaba abarrotado. En ese momento, Kath se dio cuenta del frío que hacía esa mañana. Y ahí estaba ella, sin un abrigo. Se abrazó y frotó sus brazos intentando darse algo de calor, pero decidió continuar su camino; la cafetería estaba tan llena, que no creía poder comprar su desayuno a tiempo.

     Gruñó para sí misma y se dio la vuelta, avanzando por más o menos media cuadra. El sonido de unos pesados pasos corrían hacia ella la alertó, se giró cuando se dio cuenta, pero alguien le tocó el hombro, y le habló con una voz profunda:

—¡No me golpees de nuevo! —dijo el hombre; era el barista nuevo, se cubría el rostro con los brazos, y usaba un cubrebocas... De hecho, siempre lo tenía puesto—. No es bueno iniciar el día con el estómago vacío. Aquí tienes —añadió con un tono de voz elegante, ¡qué amable! ¿Cómo supo lo que Kath iba a ordenar? Parece que se ha adaptado de maravilla al nuevo empleo, y eso que solo la había atendido una vez.

Lo siento, pensé que no podrían ate-... —La joven alzó la mirada hacia el contrario, y se quedó anonadada: nunca vio unos ojos tan preciosos. Eran grises, más claros de lo que jamás había tenido el gusto de apreciar. Las cejas negras y gruesas enmarcaban perfectamente la mirada directa del chico, y el contacto visual, aunque corto, fue suficiente para dejar a Kath un tanto nerviosa. El cubrebocas del contrario estaba decorado con una mueca graciosa, lo cual fue conveniente para Kath, porque eso la distrajo un poco.

 El cubrebocas del contrario estaba decorado con una mueca graciosa, lo cual fue conveniente para Kath, porque eso la distrajo un poco

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Tu Última Ex.Cusa [Ignition] ✔ Pronto a la ventaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora