●Capítulo III: Ingenuidad
"Es bueno que el corazón sea ingenuo y que la mente no lo sea".
-Anatole France
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Miércoles 27 de septiembre del 2023.
─ ¿Acaso eres un conejo? ─ cuestionó Verónica al ver lo que distribuí en mi plato ─. Si sigues comiendo así y trotando todas las mañanas bajaras otro par de kilos.
De mala gana tomé un filete de pollo con las pinzas de cocina, colocándolo en el plato junto a la ensalada y las moras azules.
─De igual forma no la comerás ─ puntualiza mientras elige entre el puré de papas o de zanahoria ─. ¿Esto acaso se debe a tus problemas con Alfred? ─ negué y pude ver en la rigidez de su postura que no me creía nada ─. Dejando de comer no solucionaras nada.
─No tiene nada que ver con él ─ miento y ella lo nota fácilmente ─. Sabes que nunca he tenido buen apetito.
Otra mentira. Yo antes tenía una relación muy estable con la comida, sobre todo con la comida de su madre. Martha es experta preparando exquisiteces mexicanas, colombianas y su especialidad es la comida venezolanas, aunque no es extraño porque ella nació allá. Actualmente, solo me alimento cuando tengo hambre y sé que no es suficiente, pero cuando intento comer todo lo del plato mi cuerpo termina rechazándolo.
─Claro que tiene que ver con él ─ dijo viendo a su alrededor ─. Por más que trates de ocultarlo sus desplantes te afectan. Lo peor es que no es la primera vez y tampoco será la última. ¿Y quién paga las consecuencias? ─ Me vio con una ceja arqueada ─. Tu salud, siempre paga tu salud.
─No seas exagerada.
─Soy realista, solo basta con verte para saber que no estás bien.
Tomé mi bandeja para comenzar a caminar hacia la mesa donde están los chicos esperando. Rony tiene razón, sé que estoy haciendo mal, pero por más que intento hacer algo para ayudarme no puedo, no sé cómo hacer. Y tal parece que a mi vida le falta un poco más de vergüenza, porque apenas me di la vuelta terminé chocando con la espalda de alguien. Y eso no fue todo. Derramé mi comida sobre su espalda, arruinando su uniforme en el proceso.
¡Maldición!
Todo empeoró cuando el lugar quedó en completo silencio y yo me creí una estatua, me quedé ahí sin hacer algún movimiento, aunque era obvio que quería salir corriendo. Yo siempre tengo que pasar vergüenza una vez a la semana, es ley de vida para mí, la vergüenza me ama.
La situación se tornó más fea cuando la víctima de mi mala suerte se dio la vuelta con un plato en la mano y me observó con sus peculiares ojos grises, aturdido por lo que acaba de pasar.
¿Me veré mal si salgo corriendo?
─ ¿Qué te pa...? ¡Uy! ─ escuché la voz de mi amiga a lo lejos.
─Lo siento ─ mi patético tono de voz chillón hace que me quiera golpear.
Mis nervios están a mil por hora, tristemente no es la primera vez que me pasa y temo que no será la última, pero eso no le quita el hecho de que me sienta intimidada bajo su mirada. Mi miedo como tal se debe a cómo va a racionar y eso hace que mis ganas de hablar disminuyan.
Como pude recuperé mi tono de voz
─De verdad lo lamento, no fue mi intención.
─Te aseguro que no lo hizo apropósito ─ Erick se fija en Rony un instante, antes de volver a mí.
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Mis Razones Para Enamorarme ©
Teen Fiction«Solo quiero despertar y darme cuenta que todo esto solo fue una horrible pesadilla, pero eso nunca sucederá.»