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Regalito con mucho cariño para Vero Rosso, por el intercambio de San Valentín del grupo de Facebook SatoSugu Supremacy. 


Habían pasado ya un par de años desde ese primer día, cuando Satoru fundó esa ciudad, que crecía año con año, para que su amado tuviera su lugar en el mundo, ese lugar que siempre soñó donde solo habían hechiceros viviendo felices en comunidad, sin los prejuicios y los problemas del mundo que habían dejado atrás. Tal vez no fuera tal y como Suguru lo había imaginado, pero Gojo había hecho todo eso solo para él, cómo no ser el hombre más feliz del mundo si el hechicero más poderoso de todos renunciaba a todo y movía hasta cielo y tierra para hacerlo feliz. Estaba rodeado de personas que lo consideraban casi una familia y esa sociedad funcionaba de manera sensacional, no necesitaba del resto del mundo, tenía todo el universo para él, durmiendo cada noche en su cama.

Todo parecía normal esa mañana, como siempre Getou se había levantado primero y se encontraba haciendo algo de desayunar mientras esperaba el despertar de su pareja, pero este empezaba a tardar. Cargando una bandeja el menor entró en la habitación, la puso en la mesilla y se acercó para despertar a Gojo con un beso y entonces se dio cuenta que algo no estaba bien, las mejillas del albino estaban sumamente rojas, estaba sudando y temblaba aferrándose fuertemente a su manta – No te preocupes Satoru, traeré a un doctor – Plantó un beso en la frente del contrario y salió corriendo a buscar a todos los médicos de la ciudad, que no eran muchos, pero eran bastante poderosos. Pronto regresó a casa, seguido por 3 hechiceros médicos, pero para su sorpresa, Satoru no se encontraba allí, la casa estaba completamente vacía y por más que intentaba, no podía sentir el rastro de su energía maldita, tal parecía que se lo había tragado la tierra y poco a poco el corazón de Suguru se sumía en una profunda agonía.

Mientras tanto, alejado de la costa del otro lado de la isla se encontraba el albino en su barquito de reuniones.

– Vamos Yuuta, prueba un poco del desayuno que hizo mi precioso Getou – Satoru

– ¿En serio cree que fue buena idea desaparecer así? El señor Getou se preocupara demasiado, hubiera sido mejor que le inventara alguna excusa tonta.

– Eso no sería tan divertido – dijo entre risas – además, nunca he sido capaz de mentirle a Getou, puede ver a través de mí, esto no sería posible.

– Pero... será peligroso si el señor Getou se enfada y trata de irlo a buscar o ataca la ciudad.

– Suguru no es ningún salvaje, no atacaría la ciudad que tanto ama y para que no salga a buscarme, dejé a Itadori para que mintiera en mi nombre.

– Entonces debería dejar de comer y concentrarse en terminar este trabajo antes de que haya que prepararle un funeral a Yuuji.

Los dos hechiceros siguieron su trabajo entre risas, mientras que en la casa de Yuuji y Sukuna se hacía un gran alboroto.

– Ryomen, ya te dije, déjame a hablar con el muchacho y te dejaré en paz. – Getou había soltado una de sus maldiciones de clase especial que tenía cautivo a Sukuna y trataba por todos los medios de obligarlo a dejar a salir Itadori; quien se encontraba escondido dentro de su propio cuerpo.

Sukuna no se llevaba particularmente bien con Getou y por eso había accedido a ayudar a Yuuji a esconderse, pero también había aprendido a no meterse en peleas innecesarias y terminó cediendo, dejando al chico a merced del gobernante de esa ciudad.

– Hola Getou ¿Cómo estás? – dijo riendo cuando volvió a tener el control.

– Dijiste que mi esposo estaba ocupado, así que más te vale decirme donde está.

– Dije que tal vez podría estar ocupado – su risa era nerviosa y aunque ya había sido liberado por la maldición de Getou, seguía asustado pues el aura del contrario era aterradora.

– Yuuji Itadori, eres un buen chico, siempre muy servicial y agradable, me caes bien, mucho más que esa maldición tuya, así que te lo pediré amablemente por última vez, dime por favor dónde está Satoru.

.........

– Espero que lo que sea que le hayas prometido a Itadori, valga la pena – dijo Yuuta cuando estuvieron de nuevo en tierra.

– Yuuji es buen chico, ten seguro que le pagaré, pero todo esto lo hizo sin ningún interés.

– ¿Por qué tanto afán en ser buscado por el señor Getou?

– Porque yo me pasé muchos años tras de él – Gojo detuvo un momento su paso mientras colgaba otra de sus hojas con pistas en un árbol? – A estás alturas ya puedo decir que estuve casi la mitad de mi vida buscándolo a él, renuncié a todo por él y aunque jamás me he arrepentido ni un solo segundo, me gustaría por una vez ser el perseguido, porque sé que él me ama tanto como yo lo amo.

– Definitivamente la peor de las maldiciones es el amor.

Dicho esto Okkotsu siguió al pie de la letra las órdenes que se le habían dado, el albino desapareció entre los árboles camino a la meta y Yuuta descubrió parte del rastro de la energía maldita de Gojo para que Suguru pudiera encontrarlo.

No tuvo que esperar ni 20 minutos, pronto el dirigente máximo de esa isla estuvo frente a él, con un aura fría, pero una sonrisa que parecía de todo menos de felicidad.

– Llevaba tiempo sin verte, Okkotsu, ya debía imaginar yo que Satoru no podría desaparecer si no era con tu ayuda. Podrías decirme dónde está.

– El señor Gojo desea jugar un juego con usted – el joven extendió una notita con corazones – y creo que usted no tiene la opción de decir que no.

Suguru recibió la tarjeta toda imbuida de la energía maldita de Gojo y sintió un fresquito en el corazón, solo con leer esas pocas líneas "Perdón por irme así, ahora debes buscarme. Te amo" Seguido de eso había un dibujito mal hecho y poco comprensible, que parecía ser una pista, una que nadie más que Getou podría seguir. De los jeroglíficos de su pareja, Getou comprendió que debía ir a un lugar específico en la isla, donde estaban los nidos de unas aves en particular y aunque esperaba encontrar allí a su chico, lo que vio fue otra notita enigmática que lo enviaba a otro lugar.

Siguió así, 1, 2, 3, hasta llegar a las 12 veces, todas las notas tenían el mismo patrón, una frase corta, un te amo y un dibujo que le indicaba a donde ir. La última nota lo llevaba al lugar más obvio y a la vez más inesperado, aquella cabaña al borde de la playa, donde habían vivido esos primeros meses tras su escapa, esa que llevaba un buen tiempo abandonada y que Getou ni siquiera recordaba, supo que esa era su parada final cuando al acercarse escuchó música, vio las luces prendidas y una gran decoración de corazones y rosas, esa era la marca personal de Gojo, el color, el alboroto y la alegría. Recordando el pasado Getou atravesó la puerta de la cabaña con la frase que siempre solía decirle Gojo.

– Satoru, ya estoy en casa – entró con una gran sonrisa y se encontró con el albino lanzándose a sus brazos con fervor.

– ¡Bienvenido a casa, cariño! – reía con ternura mientras decía aquella frase y escondía su cara entre los cabellos negros de su pareja – Te extrañé mucho.

– No tanto como yo a ti – Suguru correspondió el abrazo, cargó a Gojo sabiendo que esto le encantaba y fue caminando por toda la casa al ritmo de la música que estaba sonando, pudo ver que había una cena preparada, que habían juegos y bebidas listos para ellos, pero guió a Satoru a la cama, porque necesitaba abrazarlo, tenerlo para sí y consumirlo antes de hacer cualquier otra cosa y Satoru no opuso ninguna resistencia porque a pesar de los años y el tiempo que llevaban juntos, aún añoraba con pasión esos momentos y no podía estar más contento, pues había logrado lo que deseaba, había sido perseguido por la única persona a la que había seguido en toda su vida. 

SatoSugu Oneshots Donde viven las historias. Descúbrelo ahora