inicios de maldad

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Mientras me encamino hacia el baño, siento un pequeño escalofrío que me recorre el cuerpo. Este escalofrío no trae consigo nada bueno, solo un presentimiento malévolo que se aferra a mi ser.

La importancia del momento se revela con una relevancia inquietante. Un pensamiento importuno cruza mi mente, sembrando la duda y la preocupación. Postro mi mirada hacia la puerta y la abro lentamente, revelándome un diseño de baño modernista y oscuro. La combinación de adornos y tecnología crea una atmósfera única, donde el negro resalta con sobriedad.

La ducha se presenta completamente plateada, el piso en blanco, y el espejo sobre el lavado alberga un pequeño espacio destinado a mis medicinas. No puedo evitar pensar en la vida que llevaba antes y en la que tengo ahora. La frustración se apodera de mí mientras enfrento mi reflejo en el espejo.

Los pensamientos del servicio militar invaden mi mente, desencadenando un fuerte dolor de cabeza. Las pastillas que deberían aliviar esos recuerdos y ayudarme a relajarme parecen no cumplir su función adecuadamente. Cada día que pasa, los recuerdos de esa guerra amenazan con desgarrar mi mente, creando un conflicto directo con mi existencia.

A pesar de ello, la vida no se detiene. No es el momento para abrir el lavado. Mientras lavo mi cara y mis dientes, intento visualizar la vestimenta para la ocasión. ¿Un traje formal o algo más cómodo como un pantalón de mezclilla y una chamarra normal? ¿O quizás una chaqueta de cuero negro con tenis blancos?

Considero que la tercera opción es la vencida. Cierro el grifo y me dirijo hacia el caos de mi closet en busca de la indumentaria adecuada. Al encontrar dos chaquetas de cuero, acerco una a mi nariz para olfatearla y evaluar su tiempo de uso. La mala suerte me acompaña, ya que la chaqueta desprende un desagradable olor a algo indeseable. Decido lavarla y opto por la segunda opción, que combina con unos zapatos deportivos blancos y negros, y una camiseta blanca sin logos.

Vistiéndome lentamente, enciendo la televisión en busca del canal de noticias. Para mi sorpresa, todo está bien. No hay motivos para preocuparse; el clima es perfecto y agradable para dirigirme a esa cita con el destino.

Hoy, supongo, será un buen día. Cierro mi vestimenta y tomo las llaves del coche, ubicadas al lado de mi cama. Agarro mi celular y mi cartera antes de dirigirme hacia la puerta de mi habitación, que, aunque pequeña, es cómoda.

Al abrir la puerta, me aventuro por el oscuro pasillo del complejo de apartamentos residenciales en el que vivo. Desciendo por un par de escaleras hacia el estacionamiento, que, por alguna casualidad afortunada, está a solo dos pisos de mi departamento. Esto, al menos, evita caminar demasiado y bajar un sinfín de escaleras.

Grabación de voz (Año 2026):

"Hola, sé que tal vez te confundas... Pero esto no es una historia normal, como otras. Esta es mi historia, mi origen, y mi relato. Lamentablemente, solo puedo hablar contigo mediante una grabadora de voz. Si escuchaste esto, es probable que esté muerto o haya terminado esta pesadilla. Bueno, continuemos donde me quedé... 2025, enero 4, una hora antes del inicio del infierno."

Encuentro mi motocicleta negra y, al arrancarla, me dirijo hacia el restaurante donde debo pedir la bendición de los padres de mi novia. En retrospectiva, el miedo se apodera de mí mientras el camino se alarga lentamente, y el calor del sol se vuelve un poco fuerte para mi gusto.

Decido tomar una autopista poco concurrida, pero para mi sorpresa, hoy está más transitada de lo usual. El sol y los sonidos fuertes de los autos y autobuses no ayudan en absoluto. A veinte minutos del inicio de lo que parece ser un infierno, me quejo del tráfico que amenaza con arruinar mi estilo, pero al menos disfruto de la poca naturaleza visible en mi entorno.

A seis minutos del inicio de mi día problemático, el tráfico no avanza y me encuentro atrapado en tres carriles al mismo tiempo bajo el abrasador sol. Finalmente, el comienzo del infierno se anuncia cuando el tráfico avanza unos metros y quedo atrapado nuevamente. Sin embargo, al menos no estoy en el medio de la carretera, pienso para consolarme.

Dirijo mi mirada hacia un autobús escolar que contiene crías de unos 12 a 13 años. La felicidad de esos niños me tranquiliza ligeramente, pero los nervios persisten mientras avanzo hacia lo desconocido.

Luz De Otra  OscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora