Capítulo 10.

1K 157 19
                                    


Podían ser tan diferentes como el agua y el fuego, podían tener distintas edades, ocupaciones y modos de vida, pero tenían algo muy importante en común: los dos se deseaban con locura. Y aquella tarde, en ese dormitorio inmenso y bien arreglado, dieron rienda suelta a todos sus instintos. Literal, a todos: parecía como si siempre hubieran sabido que terminarían juntos en una cama, incluso cuando hasta hace unos meses no se conocían, y debido a eso no tuvieran problema en mostrarse como realmente eran. 

Will no era un adolescente inexperto y confiado; era un muchacho que claramente sabía lo que hacía a la hora de besarlo, ponérsela dura con sus caricias y sus lamidas, y eso le hizo pensar a Hannibal en que no era el primero. La idea que en otro momento lo hubiera enfurecido en ese momento se disipó en el aire, porque Will no le daba tiempo a pensar. Lo ahogaba de placer con sus atenciones orales, su risa franca y hermosa y sus ojos brillantes y apasionados, dos joyas, que lo enamoraban tanto como lo hicieran en su primer y desafortunado encuentro.

Hannibal, por su parte, no era un hombre aburrido y formal en la cama, era una bestia, como bien le agradó comprobar a Will; el hecho de tener canas no le habían reblandecido el espíritu ni la carne, era un verdadero hombre donde se debía y se lo demostró en tres ocasiones a lo largo de esa tarde. Hannibal no preguntaba, se apoderaba, era fuerte como un toro y así se sentían sus embestidas, como si una fuerza enorme lo estuviera por partir. Cosa que desde luego no pasó, porque aparte de su masculinidad ardiente Hannibal era muy considerado. Le preguntaba si sentía dolor, lo lamía eróticamente para calmarlo cuando se sentía desfallecer, lo besaba… lo besaba de una manera tan especial, que no podían caberle dudas de sus intenciones. Hannibal no solo se estaba divirtiendo con él, lo estaba amando. Ese hombre lo amaba. Y él…

-No puedo más… me estás enloqueciendo, Hanni, no puedo más- susurró muerto de placer con la enorme cosa de Hannibal dentro suyo, el mayor debajo y él encima. Su sonrisa se humedeció con algunas lágrimas de felicidad.- Te amo, viejo pervertido, eres… ¡eres…!

-Soy tu hombre, eso es lo que soy- completó Hannibal por él mientras se afirmaba de su cintura para penetrarlo más. Estaba intoxicado de placer por tener a Will en esa posición, ardía por dentro y por fuera y no sabía cómo más demostrárselo así que solo dijo lo que pensaba.- Soy tu hombre y tú eres mío, de nadie más. Somos el uno del otro. Después de hoy, jamás te dejaré ir…

-Ahhh… ahh…

-Jamás, mi amor. Quiero que seas mío para siempre, te quiero dar todo mi amor el resto de nuestras vidas. ¿Qué quieres tú?

Will no podía hablar. Se dejó caer para abrazarlo en lo que le daba las estocadas finales, y le besó la boca torpemente mientras buscaba algo de aire para responder.

-¿Y bien? ¿Will? ¿Te gusta esto? ¿Te gusta ser mío, o quieres que todo acabe aquí y ahora?

-No- jadeó de forma ronca.- No quiero… que esto se termine…

-Entonces quieres ser mío.

-Sí… ¡Oh por dios, sí!- gritó de forma ahogada mientras sentía algo caliente llenándolo y escurriendo por sus piernas. Las cuales temblaban tanto que no lo sostuvieron y debió quedarse echado sobre Hannibal por un buen rato antes de moverse.- Quiero ser tuyo, sí… soy tuyo. Soy todo tuyo, lo… prometo…

-Buen chico, mi Will… así me gusta oírte hablar. Te lo prometo, no vas a arrepentirte de esto. Yo te puedo hacer más feliz que ninguna otra persona, puedo y lo haré.

-¿Lo… harás?

Hannibal lo ayudó a acostarse en una posición más cómoda y luego asintió, sonriendo, besando sus mejillas suavemente para seguir sintiendo su piel mientras le hablaba.- Haré todo lo que esté en mis manos para hacerte feliz, Will. Y como tengo manos grandes, llenas de poder, puedes estar seguro que serás el hombre más feliz del mundo. Conmigo vas a vivir la vida que mereces, solo te pido una cosa a cambio…

-Me imagino qué es pero, ¿por qué mejor no me lo dices tú?- lo incitó con una risita que sabía que lo provocaría, y en efecto Hannibal le pasó una mano por el cuello para acercarlo a él todo lo posible.

-Quiero que jamás mires a nadie como me miras a mí, Will. Quiero ser el único dueño de tus sonrisas, de tu pasión, de tus ojos tan resplandecientes. Te amo y no comparto lo que amo, ¿entiendes?

-Jeje… conque así eres realmente, ¿verdad? Posesivo. Animal. Yo tenía razón contigo, eres extraño. Pudiendo divertirte con alguien distinto cada noche, vas y te enamoras de mí y me pides que sea tuyo de una forma bastante tétrica.

-Ah. ¿Estás asustado, amor mío?

-No- dijo mientras se estiraba para besarlo con dulzura.- No soy un chico ordinario, doctor Lecter, como ya te habrás dado cuenta. No soy tímido ni ingenuo. Desde el momento en que me ofreciste venir a visitarte, supe que tenías intenciones conmigo.

-Ahh, ¿sí?

-Oh, sí. Si estoy aquí hoy, desnudo, transpirado y con el trasero adolorido es porque quiero. Yo elegí venir y acostarme contigo, y lo hice porque me encantas, me gustas y me pareces un novio aceptable. 

-¿Y mi actitud no te ha decepcionado? ¿No sientes miedo por mi intensidad?

-Pff… claro que no, bobo. Te lo estoy diciendo: vine aquí sabiendo en lo que me metía. Así que acepto tus términos y condiciones. 

-¿Serás mío?

-Ya lo soy, Hannibal. Y lo seguiré siendo en tanto tú también me prometas que serás solo mío. Si llegaras a cambiarme por otro, ¡juro que te arrancaría las pelotas! No me he entregado de esta manera para ser reemplazado por cualquier imbecil. El único dueño de tu amor y de tu cuerpo soy yo. ¿Ha quedado claro?

Hannibal asintió feliz mientras el menor le empezaba a excitar de nuevo, tomando su cuello por asalto con delicadas mordidas que se la fueron endureciendo de nuevo. Él también lo sabía, ¡lo había sabido desde la primera vez! Will era un fuego, rebelde, salvaje y apasionado, y al igual que él experimentaba un placer primitivo al exigirle su entrega total. Lo haría, por supuesto que lo haría. Su cuerpo era de Will, su corazón, su voluntad y todo lo que él tenía, todo era de ese muchacho castaño tan perfecto y tan igual a él en muchos sentidos. Le daría a Will toda su devoción y a cambio tendría la suya, y serían felices en una entrega mutua eterna. Si alguien osaba interponerse, lo destruiría. Entre él y Will ya nadie podría intervenir ni opinar, porque se pertenecían y todos los demás salían sobrando.

-¿Lo hacemos… otra vez? ¿Quieres?

-Eso no se pregunta, Will. Por supuesto que quiero hacerlo otra vez, contigo siempre voy a querer más. 

-Insaciable…

-Como tú.

Ambos se miraron, retomaron su caliente intercambio de saliva y se prepararon para pasar allí al menos otra hora. Su sed de sexo era producto del amor fulminante que los había atrapado, así que probablemente todas sus revolcadas fueran a ser así de largas y obscenas. Lo cual, pensaron ambos antes de comenzar a amarse de nuevo, no era para nada una perspectiva desagradable.

Máscara OrdinariaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora