Capítulo 5.

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-Ha sido una noche maravillosa, doctor. Muchas gracias por todo, la cena, la compañía y la confianza. Le prometo que nuestra sociedad será todavía más fructífera, trabajaré sin descanso para…

-Por supuesto, señor Graham, por supuesto- lo interrumpió Hannibal, sonriente por fuera pero muy tenso por dentro. El hombre aquel no había dejado de hablar y de lamerle los zapatos toda la noche, probablemente por efecto del vino, y eso le había impedido ir a buscar a Will. Su malhumor no podía notarse, pero hasta alguien como él tenía límites.

-Ehm… creo que ya hemos abusado suficiente de su hospitalidad por hoy, estoy muy agradecido pero ya voy a retirarme. Solo falta mi hijo… ¿Dónde se ha metido ese niño?

-Yo iré a buscarlo, no se preocupe, señor Graham. Probablemente se ha quedado tomando el fresco en los jardines, esta noche realmente se presta para eso.

-Pero no quisiera moles…

-No es molestia, al contrario, es mi deber como anfitrión. Conozco bien mi propiedad, apuesto a que puedo encontrarlo más rápido que usted- bromeó sin bromear, en el fondo feliz de poder ir a buscar a Will él solo.

"Ha debido quedarse por aquí, pero no para contemplar la luna o esas cursilerías. Se ha escapado para que su padre no lo viera borracho… ¡cómo si pudiera notarlo!" 

Rió por dentro y avanzó entre los setos bien recortados, divisando el rincón más romántico que sus jardineros habían diseñado; un kiosco de mármol blanco y preciosas enredaderas que lo cubrían para hacerlo más fresco, en torno a varios lechos de sus flores favoritas. Will había vomitado sobre varias de ellas, pero no le importó en lo más mínimo. Agradeció a su propio cerebro por haberlo empujado a preparar aquella reunión, y luego se acercó con paso felino a Will para ayudarlo a levantarse.

-Ha sido demasiado, ¿no? Le pido disculpas. No imaginé que le cayera mal la cena que mandé preparar para ustedes.

-¡Doctor Lecter!- exclamó Will con las mejillas rojas, aturdido y con cara confusa. Hannibal sonrió y se le acercó lentamente, pañuelo en mano, deseando que la noche fuera eterna y nunca tuvieran que salir de ese ensueño.

-Tome. Seguramente le gustará limpiarse un poco la boca, y no se preocupe por ese pequeño desastre, lo mandaré a limpiar de inmediato.

-No ha sido la comida, ha sido el vino- se justificó con rabia, pues no le gustaba hacer papelones aunque diera la impresión de que sí.- No suelo beber más que cerveza, así que me he puesto malo. ¿Mi padre quiere matarme, verdad?

-Oh no, nada de eso. Él se ha puesto más borracho que usted.

Will bufó y de repente se echó a reír, imaginando la cara que pondría su padre al día siguiente cuando recordara todo. Como se estaba limpiando la boca y tratando de enfocar la vista no lo notó, pero su risa hizo que Hannibal se mordiera el labio. Era difícil, pensó el mayor, mirar esa boca y no desear poseerla. Casi tan difícil como tener las manos quietas.

-Gracias por el pañuelo, eh… 

-No es nada. ¿Puedo llamarte Will, a secas?

-Pues supongo, ¿por qué no? 

-Will. Bien, no tienes que agradecerme, me precio de ser un buen anfitrión pase lo que pase y esto no es la excepción. Te ayudaría aunque hubieras estado ebrio y desnudo en medio de la piscina, así de amable soy con… mis invitados especiales.

Will pudo enfocar la vista, pero no estaba seguro de haber visto bien. ¿Era su imaginación o cuando Hannibal dijo aquello de estar desnudo, lo hizo comiéndoselo con la mirada? Podía estar alucinando, o…

-Descuide, a tanto no llegaría, no, tendría que estar muy… muy borracho para hacer algo así… 

-¿Seguro? A veces pasan cosas muy locas cuando uno ha bebido. 

-No, no. Yo sé beber bien, se lo juro. Esto ha sido una casualidad.

-Te creo, claro. Pero si quieres, puedes visitarme un día y tomamos unas copas de lo que quieras, así me demuestras que es cierto que tienes tanto control.

Will se quedó incómodo un momento, pero luego meneó la cabeza para despejarse y se paró. De acuerdo, si ese hombre estaba muy sutilmente invitándolo a su casa "a beber", que lo hiciera, pero no tenía por qué significar algo más. No estaba obligado a aceptar, así que no tenía por qué sentirse incómodo. Hannibal Lecter no sería el primer ni el último hombre en proponerle cosas… y en general eran propuestas demasiado íntimas de hombres demasiado feos y lascivos. Éste por lo menos tenía porte. Un poco viejo, pero indudablemente atractivo y con modales.

"Ahora sé que estoy ebrio, si he pensado que este tipo es atractivo" se reconvino a sí mismo, obligándose a emprender el camino de regreso a la casa sin mirar a Hannibal. No estaba seguro de querer mirarlo hasta haber recuperado todos sus sentidos.

Máscara OrdinariaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora