Uno

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Renjun no podía creer que esto le estuviera pasando, pero todo era culpa de Chenle y sus estúpidas prácticas. Aunque claro, muy en el fondo tenía que admitir que parte de la culpa era suya por seguirle la corriente al menor. Ahora iba terriblemente tarde y estaba seguro de que sus labios podían notarse incluso del otro lado del instituto. Rojos, tan rojos como cerezas maduras.

Apresuro su paso, rogándole al cielo que su profesor de biología de este año no fuera tan estricto y le permitiera entrar a la clase, odiaba más que nadie llegar tarde, era el enemigo número uno de la impuntualidad, pero Chenle había aparecido en su habitación por la mañana, rogándole que le dejara practicar en su rostro antes de que partiera al instituto. Y el no pudo negarse porque le encantaba ver a Chenle feliz mientras lo maquillaba, para su desgracia, lo disfrutaba tanto que el tiempo se les fue volando y cuando se dio cuenta le faltaba solo una hora para entrar a clases.

Se desmaquillo y se dio un baño en tiempo récord; y salió disparado a la parada del autobús para dirigirse a la escuela. Fue mientras viajaba en el autobús, que saco un pequeño espejo, para asegurarse de que su cabello no estaba tan despeinado y ¡Oh, sorpresa! Sus labios continuaban rojos, seguramente Chenle había utilizado alguna de esas tintas indelebles que no se caen por nada del mundo. Tallo con bastante fuerza sus labios con una toallita húmeda, ¡pero el labial se negaba a desaparecer! Y contrario a lo que deseaba, todo lo que logró fue que sus labios se hincharan un poco por la fuerza utilizada, por lo que ahora eran más notorios.

Finalmente y después de lo que a Renjun le pareció una eternidad, se encontró cruzando la entrada del instituto, solo había pasado media hora desde el inicio de la clase, no debería de estar tan mal, pensó, en un pobre intento de darse ánimos. Corrió hasta el edificio en el que se encontraba su laboratorio y subió las escaleras de dos en dos, casi se cae varias veces, porque era bajito y sus piernas no abarcaban tanto espacio, pero con un poco de suerte logró llegar intacto, corrió hasta la puerta del lugar y armándose de valor toco tres veces.

Pasados unos segundos alguien del otro lado abrió la puerta, un hombre, bastante joven como para ser un profesor, pero no lo suficiente como para ser alumno, pensó. Portaba un pantalón de vestir negro, seguramente echo a la medida, porque le quedaba justo en los lugares correctos y una camisa blanca, impecable, con los primeros dos botones desabrochados. Era alto, no en exageración, solo lo suficiente, su cabello pelinegro perfectamente peinado, mirada penetrante y la mandíbula más deliciosa que había visto Renjun en su vida. El tipo lo observo por unos segundos, de arriba hacia abajo, como si lo estuviera escaneando, aunque para ser justos, Renjun acababa de hacer justo lo mismo.

- ¿Y bien? ¿Qué se le ofrece? ‒ Dios santo, su voz, chilló el chino en su interior, tan grave, tan varonil. Se dio una cachetada mental, no tenía que estar pensando en eso en este momento, aun debía ingresar a su clase.

- Lo lamento, esta es mi aula, se me hizo tarde y me gustaría ver al profesor, no quiero tener una falta desde el primer día. ‒ Sin ser consciente de ello, formo un puchero con sus labios, solo se dio cuenta cuando noto la mirada insistente hacia esa parte de su rostro que le estaba dando el hombre frente a él. ‒ ¿Cree que podría hablar con él?

- Ya lo estás haciendo. ‒ Gruño el hombre apartando la mirada, Renjun solo atinó a abrir sus ojos, sorprendido, ¿De verdad este sujeto era el profesor? ‒ ¿Cuál es su nombre?

- Mi nombre es Huang Renjun, profesor. Yo, de verdad lamento mucho el retraso, le prometo que si me permite entrar esto no va a volver a ocurrir, solo...‒ No pudo terminar de explicarse, pues uno de los dedos del hombre se posó sobre sus labios, callándolo al instante. Renjun lo miro estupefacto, el contacto físico no era lo que el llamaría algo normal entre profesores y alumnos. Sin embargo, a su profesor no pareció importarle y solo alejo el dedo de su rostro como si nada hubiera sucedido.

RED (NOREN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora